2013: ¡Libertad para los secuestrados!

La suerte de los secuestrados no puede resignarse a esperar su turno en la cola de los temas de la agenda que supuestamente están negociando el Gobierno y la guerrilla en La Habana. Este es un tema humanitario crítico que no da espera.

La liberación de absolutamente todos los secuestrados ha debido ser una condición irrenunciable para iniciar unos diálogos de paz con la guerrilla. Es lo mínimo que el Gobierno ha debido exigir y lo elemental que esperábamos todos los colombianos que hiciera, a cambio de concederles a las FARC la gracia de sentarse a dialogar con el Estado. Era la contraprestación más básica a cambio de reconocerle estatus político y legitimidad como contraparte del Estado a una guerrilla cada vez más marginal en términos políticos, sin representatividad social alguna y muy disminuida en el aspecto militar. Era, además, la única forma de validar éticamente, al menos, unos diálogos de paz de cuyos resultados desconfía la inmensa mayoría de los colombianos.

Sin embargo, el Gobierno no lo hizo y la suerte de los secuestrados quedó echada. Y cuando ante la exigencia de los periodistas por una respuesta las FARC afirmaron con pasmoso cinismo que no tenían secuestrados en su poder y el presidente Santos le dijo al mundo que había que creerles, su suerte se selló. Sus familiares fueron de nuevo victimizados porque quedaron sin opción para reclamar por la suerte de sus seres queridos. Ante la actitud del Gobierno y de la guerrilla poco importa que nuestros comandantes militares denuncien que las FARC tienen en sus manos más de 60 miembros de la fuerza pública. O que el propio Ministerio de Defensa afirme que esa guerrilla tiene alrededor de 400 civiles secuestrados. O que la Fundación Nueva Esperanza señale que son 694 los plagiados por ese grupo. O que la Fundación País Libre recuerde que son 405 los secuestrados. O que Fundegan denuncie que al menos 17 ganaderos están todavía en poder de las FARC. O que para la Fundación Los Que Faltan sean 400 los secuestrados. 0 que en el programa radial Las Voces del Secuestro se registren cerca de 1.000. No importa. Para la guerrilla y para el Gobierno los secuestrados de las FARC no existen.

Esos centenares de personas que aún están secuestradas por la guerrilla en su abrumadora mayoría son gente del común, no son políticos, no son ricos, no son importantes funcionarios ni encumbrados dirigentes privados. De muchos de ellos la guerrilla no ha vuelto a enviar a sus familiares pruebas de supervivencia desde hace meses o años; sobre muchos otros ya ni siquiera hay una exigencia de pago económico; de otros tantos no se sabe su suerte a pesar de que sus familiares pagaron hace tiempo, incluso varias veces, por su rescate. Otros, desgraciadamente, ya no serían secuestrados sino desaparecidos porque habrían sido asesinados. Más grave aún, no sabemos de cuántos, pero la suerte de muchos secuestrados se pudo haber definido trágicamente cuando la guerrilla afirmó que no los tenía en su poder y el Gobierno aceptó como ciertas sus palabras.

La suerte de los secuestrados no puede resignarse a esperar su turno en la cola de los temas de la agenda que supuestamente están negociando el Gobierno y la guerrilla en La Habana. Este es un tema humanitario crítico que no da espera. Ya que no fue una exigencia previa irrenunciable para empezar a dialogar, debería al menos ser el primer y más urgente tema de esas conversaciones. Las vidas de esos centenares de colombianos inocentes no pueden ser jugadas en una mesa por razones de Estado, y menos en unos diálogos que no van para ninguna parte, como creemos la mayoría de los ciudadanos. Más bien, por el contrario, si el Gobierno y la guerrilla quieren que esos diálogos recuperen en algo la credibilidad perdida, deberían, primero, aceptar públicamente que el problema existe y que efectivamente las FARC tienen en su poder centenares de compatriotas criminalmente privados de su libertad, y, segundo, convenir de cara a la opinión un proceso para llevar a cabo su liberación. Esta debe ser una exigencia humanitaria absolutamente irrenunciable para todo colombiano de bien y para todos aquellos que de una u otra manera estamos comprometidos con el respeto a los derechos humanos en nuestro país.

Por ello en estos momentos se echan tanto de menos los pronunciamientos en favor de la liberación de los secuestrados por parte de ciertas personas y organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos, tanto en Colombia como internacionalmente. Quienes ayer no más ayudaban a las FARC a montar calculados espectáculos publicitarios durante la liberación de algunos secuestrados, ahora brillan por su ausencia en la denuncia y la exigencia de la liberación de los que faltan. Parece que consideraran que eso no es políticamente correcto, o que hacerlo significara torpedear los diálogos de paz. En esta misma posición han caído infortunadamente muchos políticos, periodistas y medios de comunicación.

En este año que comienza la liberación de los secuestrados se debería convertir en un propósito nacional. Independientemente de que los diálogos fructifiquen o no, la exigencia a la guerrilla para que los libere debe ser creciente y unánime. La posición sobre esto debe ser un parteaguas que determine quiénes son complacientes y contemporizadores con el terrorismo y quiénes estamos del lado de la democracia y del respeto a los derechos humanos. El 2013 debe ser el año de la liberación de todos los secuestrados.

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