Una solución forzada

Nadie espera que hasta el último de los guerrilleros sea aniquilado.

No albergo dudas acerca de lo que los colombianos (el 95%, cuando menos) piensan de las Farc. Todos quisieran que un buen día amaneciéramos con la noticia de que la guerrilla ha anunciado su voluntad de reincorporarse a la vida civil y que, como primera medida, decide cesar todas las acciones violentas.

Nuestras gentes son generosas y el país también lo ha sido, así que a los colombianos ni siquiera nos molestaría que a los guerrilleros se les otorguen las mismas concesiones del pasado si dejan de matar, secuestrar, extorsionar, aterrorizar y destruir, o sea, con tal de que se queden quietos. De hecho, nadie espera que hasta el último de los guerrilleros sea aniquilado; el mismo ex presidente Uribe ha hecho hincapié en que ese no es el objetivo.

Si toda la guerrilla fuera arrasada, el pueblo colombiano no sentiría cargos de conciencia, pero tampoco hay sed de sangre. La muerte de ‘Reyes’ provocó cierto gozo por tanta rabia acumulada, pero no así la de ‘Jojoy’, porque las Farc ya no suscitan el pavor de antes; está claro que mientras haya voluntad política y cumplimiento del deber, la guerrilla puede derrotarse.

Pero, para ser generosos, los colombianos esperamos que las Farc den pasos concretos hacia la paz y hagan a un lado tanta palabrería. La liberación de todos los secuestrados, la desmovilización de los combatientes menores de edad y la erradicación de minas antipersona podrían ser unos primeros pasos de acercamiento. Hechos son amores.

Lo que el pueblo colombiano rechaza clara y rotundamente es que se nos trate de meter gato por liebre otra vez. El repudio por cualquier propuesta de despejes, mesas temáticas o de diálogos de cualquier especie, es absoluto y justificado porque la lección está aprendida, hasta los legos entienden que eso no es sinónimo de tener voluntad de paz sino de todo lo contrario.

Sin embargo, pareciera que hasta la cercanía de la Luna es un buen pretexto para argumentar que se debe dar solución política al conflicto. Según León Valencia, la designación de María Emma Mejía en la presidencia de Unasur no es «gratuita», sino que se trata de una concesión que los países suramericanos nos hacen a cambio de dialogar con la subversión, pues «A todos les interesa un final negociado de nuestro conflicto armado» (Semana, 19-03-11). Es decir, tenemos que capitular como contraprestación al dudoso honor de presidir un brazo de la izquierda continental, lo que además serviría para sacarnos de un presunto aislamiento internacional.

Por su parte, la ex senadora Córdoba está armando una comparsa de gringos marxistas (que los hay) para continuar su campaña de presión en pos de salvar a la guerrilla. Seguramente veremos en ella a amigos de Chávez y Castro, como el actor Sean Penn, el director Oliver Stone y Noam Chomsky, todos tan «neutrales» como Pérez Esquivel.

Pero, a pesar de los esfuerzos denodados de muchas personas a favor de las Farc -incluso desde los medios de comunicación-, la guerrilla no pierde ocasión para generar más repudio entre la gente de bien. ¿Por qué los ‘Colombianos por la paz’ no han condenado los recientes ataques de las Farc en Vegalara (Huila), donde abandonaron un carro bomba frente a la escuela; en El Rosario (Nariño), donde destruyeron 22 viviendas a punta de bombazos; o en San Calixto (Norte de Santander), donde volaron en pedazos a una niña de dos años y a sus padres con un cilindro bomba?

En cambio, el execrable asesinato de los niños de Tame ha tenido una gran repercusión solo porque el supuesto responsable es un militar. Si fuera de las Farc no dirían nada ni le achacarían, a priori, el asesinato de la jueza Gloria Gaona.

Forzar una solución negociada sin cumplir unos requisitos tácitamente exigidos por los colombianos sería un grave error. Y hacen mal en insistir.

Eltiempo.com
Saúl Hernandez Bolivar

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