¿A dónde va santos con Samper?

Las FARC creen que Santos les debe la victoria: hizo de la continuidad del proceso la seña de identidad de su candidatura.

ANTE todo, hay que descubrirse. Juan Manuel Santos, que a las tres de la tarde de hoy toma posesión de su segundo mandato presidencial en Colombia, ha logrado una hazaña política casi nunca igualada en ningún lugar: ganó las presidenciales de 2010 como el candidato de la derecha colombiana frente a Antanas Mockus, el hombre del Partido Verde respaldado por toda la izquierda de su país; y en cambio, en 2014, ha ganado la reelección como el candidato de la izquierda, con el apoyo de las formaciones más extremas en ese ámbito ideológico, frente al candidato de la derecha, Óscar Iván Zuluaga. Semejante triple salto mortal ya amerita un lugar en la historia de las ideas políticas contemporáneas. O en la historia de la ausencia de ellas.

La pregunta es si su ajustada victoria de 2014 (50,95 por ciento de los votos) no se debe también a una tácita coalición con la guerrilla de las FARC. Su Gobierno, que en 2010 no llegó al poder con un mandato de paz, sino con un mandato de guerra, negocia en La Habana desde hace casi dos años un acuerdo de paz, pero el proceso sólo ha producido hasta ahora acuerdos parciales. Y las FARC creen que Santos les debe la victoria porque hizo de la continuidad de ese proceso la seña de identidad de su candidatura. Y si Santos ganó gracias a ellas, creen que algo tendrán derecho a cobrar….

Para muchos colombianos, y para dirigentes políticos del mundo entero, ha sido especialmente sorprendente el giro que dio Santos a la política con Venezuela y con el eje chavista que se expande por el continente. La pregunta, difícil de responder, es qué ha ganado Colombia en los cuatro últimos años de diálogo y entendimiento de Santos con Venezuela frente a las políticas que él mismo ejecutó como ministro de Defensa en el Gobierno de Álvaro Uribe.

La última pirueta de Santos llegó el mes pasado con su rehabilitación de Ernesto Samper. Samper, quizá lo recuerden ustedes, fue presidente de Colombia entre 1994 y 1998. Y fue presidente gracias al dinero del narcotráfico que financió ampliamente su campaña. Samper tuvo que admitir que eso podía ser cierto, pero que él no se había enterado. Como le respondió monseñor Rubiano, arzobispo de Bogotá, eso era como que un elefante entrara en el salón de tu casa y no te dieras cuenta.

Con estos méritos, Samper ha estado lampando un cargo durante los últimos dieciséis años. Con su currículo no era fácil que nadie lo recibiese. Ha pretendido la Secretaría General Iberoamericana y otros cargo de relieve. En agosto de 2005 llegó a seducir al presidente Uribe para que lo nombrase embajador. Como no era previsible que ningún país del mundo respetable le otorgase el plácet, encontraron la fórmula perfecta: embajador en la Unesco. Las organizaciones internacionales no otorgan conformidad y esta le permitía tener una gran residencia en París. No pudo ser. Fue tal la crisis política que se organizó que Uribe se olvidó del asunto.

Ahíto de frustraciones, Samper creyó haber encontrado su destino perfecto: la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur. Su planteamiento tenía lógica. Si el expresidente argentino Néstor Kirchner había podido ser el primer secretario de la naciente organización en 2008, es que el cargo estaba hecho para gente como él. Y al jubilarse el venezolano Alí Rodríguez Araque, exguerrillero y exministro de Energía con Chávez, Samper vio llegada su hora.

La pregunta ahora es ¿a dónde quiere llevar Juan Manuel Santos a Colombia en este segundo mandato con ese tipo de alianzas? ¿Qué necesidad tiene Santos de intentar lavar el currículo de Ernesto Samper avalándole para ese cargo?

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