¿A quién se hace chillar?

En medio de uno más de los reiterativos zafarranchos entre Presidente y Procurador –ahora por cuenta del retiro del general Mora de los diálogos cubanos– en que rodó por el suelo la pipa de la paz que aquellos locuaces protagonistas venían fumando, la opinión pública, desconcertada se pregunta si el Gobierno está, por sumirse en tantas controversias, desatendiendo temas inaplazables para enfrentar en su gestión.

La economía empieza a sufrir los efectos contraproducentes de la caída de los precios del petróleo. En 14,5 billones de pesos –valor de varias reformas tributarias como la draconiana que acaba de proponer el Fondo Monetario– se reducirán los ingresos de la Nación por la debacle petrolera. Y eso contribuirá no solo a que las regalías destinadas a las regiones se disminuyan, sino a que los vaticinios sobre el crecimiento del 4.5% del PIB y la reducción de la pobreza no arrojen los buenos resultados pronosticados por el presidente Santos.

Los más optimistas como Anif y Fedesarrollo calculan que en el mejor de los casos, la economía se incrementaría por los lados del 3.5%. Un punto menos de crecimiento tiene unas consecuencias devastadoras, tanto sobre los frentes sociales como en la agudización de la desigualdad y el desempleo, que aún son índices de los más altos en Latinoamérica.

La industria cae y con ella se desploman las exportaciones. En el solo mes de enero estas se redujeron en un 40 %. El Banco de la República calcula que las ventas al exterior arrastradas por la caída en los precios del petróleo podrían reducirse en un 21 %, en tanto las importaciones, con un dólar más caro, rebajaron en un 18 %.

Pero no solo las exportaciones disminuyen, a pesar del estímulo devaluacionista tan pronunciado. La inversión extranjera se aleja, lo que acentúa el déficit de cuenta corriente. Según estimativos de reconocidas entidades del mismo Gobierno, “en el año 2014 aquel fue del 4.6 % del PIB, calculándose que para este año 2015 se aforaría en un 6 % del PIB”. No se necesita ser un despabilado analista para medir la gravedad de su contramarcha.

Frente a todas estas realidades y tendencias que dejan una salud de pronóstico reservado, cree el Gobierno que con más impuestos y mayor endeudamiento externo la saca del quirófano, recorta en 6 billones el presupuesto nacional y en 90 billones el Plan Nacional de Desarrollo. Se confunde ante la evidencia de insuficiente disponibilidad para regarla generosamente por todo el país político. Esto lo pone nervioso y sus pelos de punta.

Es necesario que se gobierne a plenitud cuando los estimativos económicos no son buenos. Ya lo advirtió el banquero Luis Carlos Sarmiento: “Lo que se viene no es fácil”. No gobernar con frasecitas populistas como aquella de “hacer llorar a los ricos”, sino practicarlo a conciencia para paliar los quejidos de los de abajo que perciben la indiferencia oficial ante sus carencias y frustraciones.

P.D.: Dijo el Papa Francisco: “La corrupción apesta”. ¡Qué tal si entrara a ciertos despachos del Estado colombiano. Ni su amplia capa pluvial lograría cubrirle las narices de tanta fetidez!….

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