¡ACABEMOS CON LA MERMELADA!

Los medios capitalinos, sí, esos que se nutren de la mermelada oficial, los periodistas cuya ética se mide en proporción indirecta y acorde con los engrases que reciben, los organismos electorales que estando en manos de los que ahora se lucran de las coimas, deciden que la oposición no puede emplear sus logos y sus nombres reales para desarrollar su campaña proselitista para la conformación del nuevo Congreso, los jueces que fallan en política, no en derecho como deber ser, los organismos de investigación que realizan su trabajo selectiva y sesgadamente, de acuerdo con los intereses de los que ahora se consideran los prohombres de la sociedad colombiana según la métrica del actual gobierno. Sí, ¿prohombres?, sentados en mesas de tertulia frecuente en La Habana, cuando no están disfrutando de las delicias de la isla, reservadas para los amigos del dueño del tabaco y en fin, todos esos personajes que bailan al son que les toquen, con tal de disfrutar de las mieles recibidas por la venta de sus principios; son los nuevos paradigmas de las generaciones jóvenes de colombianos que, abismados, observan esos comportamientos erróneos como lo más normal dentro del acontecer de la vida cotidiana.

Estamos en una época en donde, ganar sin importar el cómo y a cualquier precio es la consigna. Esos valores que de niños intentaron inculcarnos en nuestros hogares se ven violentados por los equívocos comportamientos de seres que elegimos como los más representativos, y por ende los faros que alumbrarían el sendero de progreso y equidad, pero que ante las tentaciones del dinero fácil o el reconocimiento mediato de sus ejecutorias, decidieron romper con las ilusiones que en ellos depositamos y se entregaron al mejor postor.

Ellos, en un acto coherente, tal vez el único que han realizado en su vida, con sus acciones, decidieron corromper todo el aparato electoral, judicial e investigativo para poner a su servicio esas instituciones y así preservar sus beneficios personales por encima del bien común.

Con esa premisa desarrollan su labor, buscando de todas maneras despistar al elector y conseguir votos de manera fraudulenta, pero eso no les quita el sueño, pues sus valores se quedaron en el olvido y sus actos son el fiel reflejo de su pequeñez espiritual.

El listado del inicio de este escrito es identificado por todos y, a todos esos personajes que han orquestado esas acciones denigrantes del concepto democrático de nuestra vida republicana, les daremos en marzo una gran lección de altura, coherencia, honestidad y valores tutelares que no deben echarse en saco roto, puesto que en masa elegiremos a quienes con conocimientos, deseos reales de servir y alejados de todas esas triquiñuelas, legislarán en pro de la real democracia, la seguridad y la confianza inversionista, evitando la impunidad y retomando el camino de la justicia pronta, oportuna y justa.

En la Colombia del 2014 no cabrá el despilfarro en burocracia, publicidad y coimas para quienes apoyen a un representante del centralismo bogotano. A partir del 20 de julio, cuando se posesione el nuevo Congreso, se acabarán esas prebendas insultantes de aquellos que, esquilmando las arcas públicas, se han colmado de riquezas mal habidas. Recibir más de lo merecido es una forma de robar y en estos tres largos años, ese ha sido el denominador común. Tenemos unos cuatreros ejerciendo en el Congreso y los vamos a destronar.

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