ACORE

La Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares, Acore, reeligió a su actual presidente, general (r) Ruiz Barrera y a su junta directiva, o ¿Estado Mayor?

En servicio activo, todos los militares miran con cierta curiosidad, desdén algunos, pero siempre con respeto y cortesía a los "retirados". Nunca se imaginan, mientras lidian con los problemas del mando y las complejidades de la guerra maluca del país, que algún día pasarán a integrar esa organización que reúne la reserva activa del país.

La realidad es que esta asociación de militares en civil tiene un potencial político incalculable. John K. Galbraith en su ensayo "Cómo controlar a los militares " (Doubleday, 1969) explica por qué las estructuras militares son superiores a las agrupaciones políticas: objetivos claros, jerarquías sólidas, disciplina severa, tradición, lazos de sangre y, por supuesto, empleo técnico de la fuerza, de las armas. Claro que la disidencia, la oposición y el debate son, con todo, características de un sano ejercicio político. Actúa la Acore, entonces, como le corresponde: con prudencia política, sin vocación de poder y buscando el bienestar de sus asociados. La dispersión en sus bases, filas, debiera decir, es propia de hombres quienes tras muchos años de ser tratados como ciudadanos de segunda, recobran su ciudadanía plena y su libertad de acción, lo cual es entendible, aunque irresponsable en los momentos trascendentales que se están viviendo en el país y en la región.

Con los bárbaros próximos a instalarse en el Congreso ostentando la impunidad de un Estado contemporizador y con vecinos armados, en crisis y vociferantes, nuestros veteranos de la Acore deben reposicionarse más allá del simple anecdotismo. La actividad mediática del reelegido presidente, los comunicados denunciando la aviesa actitud de algunos fiscales y jueces en contra de nuestros soldados, los pronunciamientos sobre la trama de La Habana, no pueden pasar como una simple curiosidad. Urge reagrupar los cuadros, traer a la cohorte las otras organizaciones de retirados militares, respetando su palmarés y hacer lo que los militares hacen mejor: un plan de campaña para el postconflicto. Más del 90 % de los ciudadanos colombianos apoyamos a nuestros militares. No nos gustan haciendo leyes ni gobernando: mírese si no los resultados electorales recientes. Pero sí los queremos apoyando a los que están combatiendo a los narcoterroristas de las farc y eln y protegiendo a los ciudadanos inermes frente a los matones creadores de supuestas nuevas patrias sin papel. Un formidable frente de defensa de la democracia decente en Colombia, sería la Acore. Lástima que los sentimientos y no la razón, sean los que predominen en la organización, ante el pláceme de muchos que insisten en ver a la Acore como "los retirados" simplemente.

La Acore es Reserva Moral de Colombia y su recién reelegido presidente tiene un reto histórico en el que se juega el futuro del país.

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