Adiós a la dictadura del terror

Parece ser ya un hecho, que a partir de este siete de agosto, Juan Manuel Santos, dejará de ser el inquilino de la Casa de Nariño. La realidad fáctica, cada vez con más claridad, evidencia que al actual mandatario, le tocará entregar su puesto en el solio de Bolívar, muy seguramente, al candidato presidencial Oscar Iván Zuluaga, ungido por la corriente mayoritaria en el corazón del pueblo colombiano, el Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe Vélez.

Preso de la realidad el Presidente Juan Manuel Santos, no le ha quedado otra alternativa diferente que irse por el vil camino de los miserables, quienes no dudan en épocas de desesperación, en escoger el camino de la bellaquería. Para Santos el camino programático es desconocido, allí es un analfabeta total, a diferencia de la travesía por la bellaquería, donde es un experimentado jugador. El bellaco, en su obsesión por la reelección, no titubearía en ir a los confines del infierno y hacer alianza con el diablo, prueba de ello es que sin sonrojarse ha puesto a su lado en la estratagema del mal, a Ernesto Samper y a la banda terrorista y narcotraficante de las Farc.

Los pactos non sanctos, del candidato-Presidente, según su contraparte, reposan sobre compromisos de diversa índole. Santos a sus amigos de La Habana, les promete darles el más atractivo y suculento menú de impunidad, curules en el Congreso y dinero lavado del narcotráfico; con Samper negoció muy seguramente, su puesto como el manejador de las marionetas incrustadas en el sistema, las mismas que tienen en la Fiscalía el caso de Álvaro Gómez Hurtado pudriéndose; a los “ñoños” y “roys” para su adhesión les ofreció, el dinero que le niega a los niños indígenas en la Guajira, que mueren de hambre; y a sus antiguos colegas, les vislumbró dos caminos, el de la mordaza y el de la inflexión, con el primero ha mandado a las mazmorras o al linchamiento mediático, a reconocidos periodistas como Francisco Santos, Juan Paz, José Obdulio Gaviria y William Calderón, con el segundo los transforma en cajas de resonancia de los engaños santistas, con plumas que irradian mermelada.

En su ocaso los regímenes, tienden a endurecerse, y el de Santos, no es la excepción. La amistad manifiesta entre el tirano Maduro y Juan Manuel, no se supedita solamente al intercambio de halagadoras palabras, va más allá, al punto de que el segundo, importa los métodos usados por su mejor amigo para reprimir a la oposición política. En Colombia hoy reina la dictadura del terror, la misma que encarcela a todo aquel que no se arrodilla ante el soberano. Esa misma que silencia a los periodistas con bombas como la de Fernando Londoño, o que pone en una celda a Luis Alfredo Ramos. La dictadura del terror no se restringe al daño físico, también se prolifera en el mundo mediático, buscando disfrazar a un fracasado Presidente, de gran estadista, pretendiendo hacer resplandecer, cuatro años de oscuridad.

De aquí al 25 de mayo, no habrá truco alguno, que guarde el Presidente Santos, para ponerle talanqueras a la voluntad del pueblo colombiano, que sin pensarlo dos veces, le dará cicuta electoral, al actual jefe de los destinos de la nación. Las gentes le cobrará en la urnas a Santos, su complacencia con Timochenko, al cual le da vía libre para masacrar policías, soldados y pueblos.

Santos verá la cosecha de sus fracasos. La ruina del campo y la industria, la paralasis de la fuerza pública; las fétidas reformas a la salud, a la educación y a la justicia reposan en el imaginaria colectivo, como una yerro en las espaldas, el cual un inepto presidente ni alivió, ni quitó.

Twiiter: @CONTRAGOLPE2.

Correo: GustavoAdolfoMurillor@gmail.com

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