¡Al fin libre!

El fallo de Plazas Vega nos demuestra que en la Corte pueden jugar un papel decisivo honestos magistrados.

A la hora de escribir esta columna, el país celebra como un triunfo de la justicia la absolución del coronel Plazas Vega. Me encontraba a su lado y al lado de su esposa, Thania, en el Cantón Norte, en medio de equipos de televisión, de periodistas y ansiosos amigos suyos que aguardábamos noticias en medio de una aguda incertidumbre, cuando el presidente de la Corte le comunicó por teléfono a Plazas el fallo que anulaba su injusta condena de 30 años poniendo fin así a ocho años y cinco meses de reclusión.

Recordemos que el único cargo por el que fue injustamente condenado Plazas Vega por el Tribunal Superior de Bogotá fue la desaparición de la guerrillera del M-19 Irma Franco Pineda y del administrador de la cafetería, Carlos Rodríguez. Ahora bien, la propia familia de Irma Franco había sido tajante en afirmar recientemente que Plazas nada tuvo que ver con la terrible suerte de la guerrillera, desaparecida por obra de agentes de la Inteligencia Militar de entonces. Para la hermana de Irma, el coronel era solo un chivo expiatorio. Tampoco nada tuvo que ver él con la supuesta desaparición de Rodríguez. Nunca lo vio.

De esta manera, la gran mayoría de los colombianos esperábamos que fuera reparada una de las más grandes injusticias que se han visto en el país. La denuncié a lo largo de estos años y viví muy de cerca el drama del coronel Plazas y de Thania, por cierto, una de las más respetables senadoras de la república. La semana pasada, cuando ellos aguardaban con ferviente esperanza al lado de periodistas y de los más importantes noticieros de televisión el fallo de la Corte, que a última hora fue aplazado una semana más por la repentina enfermedad de uno de los magistrados, un nuevo e inesperado golpe los había estremecido.

El siempre desconcertante fiscal Eduardo Montealegre apareció en la televisión con el anuncio de que ahora iba a abrir una nueva investigación en contra de Plazas Vega a propósito de lo ocurrido en la retoma (o sea en el rescate) del Palacio de Justicia. Sin duda, el Fiscal debió tener noticias sobre la probable absolución del coronel y tal como lo ha hecho con Luis Alfredo Ramos y otros personajes cercanos al uribismo, cuando los cargos contra ellos empiezan a derrumbarse encuentra la manera de mantenerlos en reclusión. Montealegre, el ahora intocable zar de nuestra justicia, siempre pone a última hora sobre el tapete nuevos hechos por investigar.

En el caso de Plazas Vega, ya no hay mérito alguno para hacerlo. ¿Por qué motivo? Simplemente porque ya había sido investigado sobre la operación de rescate del Palacio que adelantó con diligencia y valor. El principio Non bis in idem, propio del derecho romano y aplicado en nuestro país, no permite investigar y juzgar dos veces a una persona por un mismo hecho. Parece haberlo olvidado el señor Fiscal.

No es un secreto que cuando se produjo la toma del Palacio de Justicia, el entonces compañero Montealegre militaba en las filas de la Juventud Comunista y era muy cercano al jefe de ese partido y a Carlos Lozano, director del semanario 'Voz proletaria', de quien sigue siendo muy buen amigo. Con este perfil ideológico, no habría sido extraño que viera con prevención y poca simpatía la acción de rescate de la Fuerza Pública.

En medio de un alarmante panorama de falsos testigos, falsas sindicaciones y condenas sin real fundamento alguno, el fallo de Plazas nos demuestra que en la Corte pueden jugar un papel decisivo honestos magistrados. Es hora de reparar las injusticias cometidas con el general Arias Cabrales, con el general Uscátegui, con Rito Alejo del Río y con el coronel Mejía Gutiérrez. Tal debería ser la tarea del fiscal Montealegre, en vez de seguir su terrible cacería de brujas para mantener en prisión a quienes, con valor y decisión, han enfrentado al terrorismo para salvar nuestra democracia.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar