¿Analfabetismo funcional?

Muchos creen que en el 2015 se firmará, por fin, el acuerdo con las Farc. Yo no estaría tan seguro.

Analfabetismo es no saber leer y escribir. En Colombia, el 5,7 por ciento de la población es analfabeta. Pero más de la mitad de la población, a pesar de que ‘sabe’ leer y escribir, no entiende lo que lee. Eso se llama ‘analfabetismo funcional’ (AF).

También se habla de analfabetismo matemático, como el de quienes se enredan convirtiendo dólares a pesos y para los que sería muy útil eliminarle tres ceros a nuestra moneda, y de analfabetismo tecnológico, padecimiento que lleva a muchos a pedirle ayuda en el cajero electrónico justo al caco que tienen detrás.

Esto suele confundirse con desórdenes del aprendizaje como la dislexia (dificultad para leer), la discalculia (dificultad para hacer cálculos matemáticos) o la dismapia (dificultad para leer los mapas y encontrar lugares). Pero, el AF es, más bien, una expresión de ignorancia asociada a precariedad escolar, escasa práctica de la lectura y bajo nivel sociocultural.

En consecuencia, no es de sorprenderse con la correlación existente entre criminalidad –pobreza, atraso, etc.– y AF, aunque hay gente muy docta, culta y de preponderante posición social que presenta síntomas palmarios de esta condición y logra tergiversar, distorsionar o falsear hasta el texto más sencillo, convenciendo a los incautos de la autenticidad de su versión.

Eso está pasando con la carta que Luis Carlos Restrepo le escribió al Centro Democrático. Si bien es cierto que Restrepo ha tenido en el pasado algunas divergencias con las líneas de acción trazadas en el uribismo –como cuando en una carta del 25 de abril del 2013 pidió comprometerse a continuar el proceso de La Habana en caso de alcanzar la Presidencia en el 2014 o cuando se opuso rotundamente a la candidatura de Santos en el 2010–, no es verdad que ahora esté haciendo un llamado a apoyar el proceso de paz ni que reconozca éxitos y avances. Todo lo contrario.

La reciente carta de Restrepo es, en realidad, una acerba crítica al estado de cosas, prácticamente irreversible, al que se ha llegado a través de las capitulaciones, las genuflexiones y la “debilidad del Gobierno en la mesa de diálogo”. En ella, el excomisionado pone tan claramente los puntos sobre las íes que no se entiende de dónde sacan sus exégetas de ocasión tan amañadas interpretaciones.

Cuando Restrepo señala que “el proceso ha tomado una dinámica que puede desembocar en cambios profundos en la estructura política de Colombia”, no está hablando de buenas noticias sino de graves riesgos para nuestra democracia.

Cuando menciona una “eventual constituyente”, advierte que el Gobierno “moverá sus mayorías en el Congreso para convocarla (…), exponiéndonos al peligro de una constituyente poco democrática”. Y agrega que “cualquier intento por definir su conformación de manera desequilibrada para favorecer a las Farc (…) se puede convertir en origen de nuevas violencias”.

Cuando le sugiere al CD el no “descartar la posibilidad de entrar en conversaciones con el Gobierno sobre el tema (de la paz)”, lo hace en el entendido de que “es preferible intentar corregir el rumbo de lo que está sucediendo que lamentarnos después por haber sido incapaces de modificar el curso de los acontecimientos que se avecinan”.

Es decir, para Restrepo la suerte está echada, la ‘paz’ de Santos no tiene reversa, pero no hay que echarse a llorar como Boabdil por Granada, sino evitar que el desastre sea absoluto. Claro que Restrepo, de lejos, no ve que eso es lo que está haciendo el CD al exigir paz sin impunidad ni elegibilidad. Esos sí son argumentos, señor Presidente.

Muchos creen que en el 2015 se firmará, por fin, el acuerdo con las Farc. Yo no estaría tan seguro. Felicidades a todos.

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