Aranceles: del neoliberalismo económico al pragmatismo

Más liberalización interior y menos liberalización exterior como guía.

La inclusión de aranceles para proteger a la industria textil y de confecciones en el Plan de Desarrollo en trámite debería servir para ver en qué estamos en pensamiento económico.

Si Jorge Robledo apoya esta subida arancelaria e Iván Duque la prometió en campaña, ¿es que piensan igual en economía? Quienes crean que Duque fue oportunista electoral con los confeccionistas, recuerden que también dijo que en su gobierno Colombia no firmará más tratados de libre comercio.

¿Acaso los "neoliberales" se están volviendo proteccionistas? Más probablemente, ha habido un viraje hacia el pragmatismo económico.

El pragmatismo tiene de fondo una escuela filosófica que juzga la verdad por sus efectos prácticos (lo que funciona en el mundo objetivo). Ser pragmático no es tan fácil como ser "práctico" irreflexivo. Ni tan agobiante como observar que la realidad frecuentemente no concuerda con la ideología.

Un país con política económica dirigida por una ideología es Venezuela. Un país presidido por el pragmatismo económico es China. En un caso no importan los resultados; en el otro, sí. La diferencia está en que el pragmatismo ajusta sus ideas o teoría a la realidad en busca de los objetivos últimos.

Vale decir: pragmatismo sin cuerpo de ideas o teoría para modular no es pragmatismo, sino más bien improvisación. Lo que debería llevarnos a tener pragmatismos proteccionista o neoliberal.

Para el caso del incremento arancelario en cuestión, no hablaría bien del país que la decisión dependiera de cuál gremio tiene más poder de lobby o presión (los importadores o los productores nacionales). El criterio de decisión debe emanar de una estrategia de país para alcanzar tasas de crecimiento altas y sostenidas con bienestar.

Los gremios pueden hacer el lobby privado (regulado) y la incidencia pública que quieran, pero es deber de nuestra tecnocracia ser imparcial, íntegra y tener la evidencia empírica para evaluar los argumentos de los intereses económicos en disputa.

¿Acabamos 600 mil empleos en un sector dinámico al exponerlo a la competencia desleal de países asiáticos y africanos, sin beneficios para nuestros consumidores? ¿Se compensan en la ecuación de bienestar social del país menores precios de ropa con mayor desempleo? ¿Cómo se ve esta situación desde la ecuación fiscal? La discusión no se dirime con ideología del libre comercio o de "sustitución de importaciones".

Hay que experimentar. Si bajar los aranceles causó esto indeseable, probemos dos o tres años subiéndolos y controlemos las demás variables, incluyendo el contrabando y el lavado de activos, para estar seguros de los resultados. Ensayo y error consciente, no estos de los que no aprendemos nada. Que la vigencia de la medida no castigue los contratos ya firmados de los importadores por economía política.

Por último, los pragmáticos “neoliberales” —para no ser vergonzantes pretendiendo disimular lo evidente — compartimos la agenda de una mayor liberalización interna (más libre competencia en todos los sectores) y una pausa en la apertura comercial del país para corregir y diseñar mejor la estrategia de las ventajas comparativas del país. Así que el tema de estos aranceles es una coincidencia de dos perspectivas, pero en el fondo la divergencia es grande y explica la batalla permanente.

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