Bailando al son de las Farc

En la entrevista que le concedió el presidente Juan Manuel Santos a la revista Semana durante la primera semana de agosto, afirmó que en “este momento estamos definiendo en La Habana cómo va a ser la reparación de ambas partes, porque las Farc también tendrán que reparar a las víctimas”.

Opinó Santos que algunas de las víctimas se considerarán satisfechas con solo conocer verdades como saber dónde están sepultados sus familiares, o con que paguen algunas penas los cabecillas de las Farc.

Quien esto comenta estima que la “reparación económica” y real a los familiares es lo primordial en la utopía de la “verdad, justicia y reparación”. Esta tarea le queda grande tanto a las Farc como al Estado.

El aspecto más controvertido de la entrevista proviene de los planes del presidente para finalizar el conflicto. Al respecto dijo: “se puede hacer un acto legislativo que de pronto podría también crear un ‘congresito’ que le dé desarrollo a algunas decisiones de los acuerdos… Puede ser una comisión del Congreso, un ente aparte, o una combinación de las dos opciones, pero hasta ahora es solo una idea en abstracto y cualquier cosa que yo diga puede ser utilizada en mi contra, porque estas decisiones deben se acordadas y no pueden ser unilaterales. Tengo que ser prudente”. ¿Es esta una solución democrática?

No le preguntó al presidente Santos el entrevistador por la forma como se integraría dicho “congresito”, el cual, tememos algunos, contaría con mayorías de las Farc, como acontece con todas las comisiones con participación de estas. Tampoco se aludió en la entrevista a: “Conceptos como transición, desmovilización y entrega de armas, —sobre los cuales insisten los guerrilleros— que no existen ni en la gramática del acuerdo de La Habana ni mucho menos en el lenguaje de la guerrilla… Ni a que “la dejación del punto 3 del Acuerdo implica la dejación de las armas de las dos partes contendientes”. ¿También dejará las armas el Ejército?

En la alarmante entrevista reconoció Santos que sí le faltaban los acuerdos más difíciles, a saber, “la justicia y el fin del conflicto, con cese del fuego bilateral, definitivo, y el desarme”. Insistió él en que habrá pena solo para los cabecillas de las Farc, no así para los rangos inferiores. “Y esa pena, en alguna forma, debe ser privativa, restrictiva de la libertad… Más no será entre barrotes y piyamas de rayas”. ¿En el Congreso acaso?

Hace pocas semanas habló Santos de concederles a la Farc un plazo de cuatro meses para desescalar el conflicto. O, al menos, eso entendimos algunos. Pero no, resulta ahora que este plazo para el presidente ya no será para el desescalamiento “sino un período razonable para hacer una evaluación de cuánto hemos avanzado”. Porque las Farc le insisten hoy “en la necesidad de una larga tregua para la implementación de los acuerdos”. En conclusión, bailamos al son de La Habana.

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