¿Bajo el control de La Habana?

Colombianos y venezolanos vemos en estos momentos cómo la dictadura cubana ha logrado apoderarse de los más íntimos resortes de lo que será la transición del régimen de Caracas. La Habana no sólo controla en secreto el tratamiento del cáncer que está liquidando a Hugo Chávez sino que está dictando, además, los detalles de lo que debe ser, según la dictadura comunista, el desenlace político general de la situación tras la muerte del líder de la revolución bolivariana.

 

En excelente artículo (1), el periodista Bertrand de la Grange dijo esto: “Tenemos aquí el caso bastante excepcional de un Estado poderoso dominado por una isla insignificante en términos geoestratégicos. Por afinidades ideológicas y personales —el encandilamiento de Chávez por el Gran Hermano Fidel—, el mayor exportador de petróleo de América Latina ha puesto su riqueza a disposición del régimen cubano. […]”. 

 

Así como la transición obligada del régimen chavista está siendo manipulada por La Habana, la otra transición, menos visible, en Colombia, de un régimen democrático a un régimen colectivista, también está viento en popa. Desde luego, el trabajo de los cubanos sobre Colombia lleva más de 40 años. Ellos creen estar al final de esos esfuerzos y que todo les saldrá bien. Pues ahora cuentan con la colaboración de una parte de la élite gobernante.

 

La influencia nefasta de esa isla ahora en ruinas se proyecta sobre Colombia de manera doble: mediante el continuado control de las Farc y del Eln y mediante una palanca nueva pero más siniestra: los llamados “diálogos de paz” en La Habana.

 

Esos diálogos no transcurren entre dos partes colombianas (si podemos ver a las Farc como colombianos). Transcurren, por el contrario, bajo control y la interferencia de la inteligencia cubana. No hay paso que se dé allí que no esté bajo el ojo caprichoso de los hermanos Castro. La prueba más reciente de eso es que el texto final del llamado “foro agrario” de Bogotá, el cual debía darse al público la semana pasada, tuvo que ser aplazado pues en La Habana están revisando cada coma de ese documento.

 

La inteligencia cubana registra cada episodio de esos diálogos y monitorea hasta los “foros” paralelos que la izquierda vendepatria está impulsando en Colombia. Alguien me decía en estos días: “Todo lo que hace la delegación oficial colombiana (y la de las Farc) es grabado y filmado clandestinamente, tanto durante las reuniones supuestamente privadas entre las dos delegaciones, como en las habitaciones de cada miembro de las delegaciones, hasta en el baño. Con esa información, los cubanos ayudan a las Farc y desorientan al gobierno colombiano cuando les conviene”.

 

Cuba se está jugando, pues, en esos dos teatros su supervivencia y lo está haciendo con audacia y gran habilidad pues eso no aparece, por el momento, como una evidencia ante la opinión colombiana. Los venezolanos, parece, tienen los ojos más abiertos ante esa maniobra.

 

Lo más escandaloso de la conducta del presidente Santos no fue que aceptara darle un respiro a las Farc y abrir una negociación con ellas cuando estaban más débiles, sino que aceptara que esa “negociación” se desarrollara en Cuba, es decir ante los ojos y orejas de los servicios secretos de la isla. Santos fue convencido por alguien de que ese lugar era la mejor garantía de que no hubiera filtraciones. Así, los cubanos le metieron un tremendo gol a Santos y a Colombia. Cualquier otra opción era preferible en lugar de ver metidos a los representantes de Colombia en semejante ratonera.

 

Por esa razón los diálogos de La Habana están viciados hasta el tuétano. La legitimidad de esos diálogos comienza a ser puesta en duda y esa tendencia se irá fortaleciendo a medida que los diálogos avancen. Lo ocurrido durante el “foro agrario” mostró cómo un avance puede ser un retroceso. Ese tinglado fue, en realidad, un tribunal revolucionario en el que un gremio y una personalidad industrial, José Félix Lafaurie, fueron linchados mediáticamente como nunca antes se había visto en Colombia por no haberse prestado a esa farsa.

 

Así va la negociación en La Habana, un escenario que únicamente los cubanos controlan. Pese a ello ese “diálogo” pretende rediseñar el país, de arriba abajo. Pues no hay tema vedado, como se creyó al principio, ni tiempo límite para esos encuentros. Gracias a esos diálogos, Colombia ha sido convertida en un inmenso bazar donde todo pude ser negociado. Y no negociado entre poderes representativos, elegidos por el pueblo, sino entre dos grupitos técnicos que obran tras bambalinas, bajo la presión de los cubanos, y que consideran muy normal ocultarle al pueblo lo que están haciendo.

 

Eso lo que los cubanos quieren que se haga. Es lo que ellos esperan hacer de Colombia. El diseño-país que salga de esos “diálogos” no será sino el modelo que Cuba quiere imponerle a Colombia. Por eso ningún colombiano estará obligado a respetar ni a acatar lo que salga de ese sainete. A lo mejor los venezolanos no se dejan robar la transición por La Habana. ¿Seremos los colombianos capaces de sacudirnos esa misma mano de gorila totalitario que ahora tenemos encima?

 

(1).-http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=154513

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