¡Basta ya!

Si bien es cierto que los agonizantes diálogos de paz de La Habana (Cuba), tuvieron por estos días una leve mejoría, también es cierto que esta fue muy breve y su pronóstico vuelve a ser de carácter reservado.

Mejoría que no obedeció propiamente a los anuncios que hiciera el presidente Santos sobre la entrada en vigencia del tal “desescalamiento” del conflicto y, menos aún, a los cambios de metodología que regirán para el ciclo que comenzó ayer, o a la presentación de los que fueron elegidos como verificadores del cese el fuego bilateral.

Dice el presidente que el “desescalamiento” consiste en “irle reduciendo el fuego al conflicto” y que empieza por un cambio en el lenguaje. Que de ahora en adelante, no les debemos decir bandidos, narcotraficantes ni terroristas a los bandidos, narcotraficantes y terroristas de las Farc. “Desescalar es ir reduciendo la intensidad al conflicto y eso quiere decir menos muertes, menos viudas y menos huérfanos”. Todo un galimatías idiomático que solamente podría traducirse en algo como: todos vamos a hacernos pasito de ahora en adelante. Una especie de tregua bilateral soterrada.

Porque, por el solo hecho de referirnos a ellos como respetables señores, las atrocidades que han cometido no van a reducir, como tampoco va a mejorar la imagen que de ellos tenemos. Igualmente inútil hacer creer que nuestras Fuerzas Militares pueden “reducir la intensidad al conflicto”. ¿Cómo mermar el número de operativos o de balas disparadas a la hora de cumplir con el sagrado deber de velar por el orden nacional y de defender la vida y bienes de los colombianos? Es de suponer que las acciones que ellos emprenden obedecen a funciones específicas que se cumplen con el rigor que amerita.

Ahora bien, en cuanto a los elegidos verificadores del cese el fuego bilateral, solamente se puede decir que flaco favor le hizo semejante anuncio al proceso de paz. Aunque era de suponer que se seguiría con esa constante izquierdista que se ha tenido desde el comienzo, los colombianos (la mayoría), esperábamos cualquier cosa menos que la Unasur, con su flamante y remozado narcoelefante, fuera a servir como inspector. Esa elección que seguramente obedece a una petición expresa de las Farc, fue una verdadera afrenta.

En fin, cuando hablo de mejoría, entonces, me refiero a la contribución que hizo el debate sobre el proceso de paz que se dio en el Congreso el martes pasado. Una enriquecedora discusión en la que por primera vez vimos al delegado Humberto De la Calle hablando con claridad y absolviendo muchas de las dudas que ese lenguaje baboso y ambiguo que han manejado hasta ahora, había dejado en la opinión pública.

Lamentablemente, esa pequeña luz de esperanza nacida al calor del intercambio de ideas y que se suponía iba a estar arropada, ahora sí, por el verdadero cese de hostilidades prometido por las Farc, se demoró más en encenderse que en apagarse.

¡Otra tregua quebrantada! Otro insulto al pueblo colombiano.

Tan evidentes serían las pruebas de que el ataque perpetrado contra una patrulla de la policía (miércoles en Yarumal) fue cometido por las Farc, que el general Palomino se atrevió a señalarlos como los “más probables responsables”.

Esto da asco: ¡basta ya!.

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