BATALLAS ELECTORALES POR LA DEMOCRACIA

En medio de tantas cortinas periodísticas y encuestas sobreteadas para tapar el desprestigio del gobierno, hay varias batallas electorales que se libran actualmente. La primera es contra la abstención, alimentada por los defensores del voto en blanco, tendiente a aumentar la apatía electoral al señalar que no existe por quien valga la pena votar, minando uno de los resortes institucionales de la democracia, a lo cual ha contribuido el interminable debate sobre la destitución y revocatoria del mandato del Alcalde Petro en la capital del país.

La segunda es la confrontación del voto “mermelado” para las parlamentarias con el voto de opinión que se libera para las presidenciales. Este último le abrió el camino a las políticas de la Seguridad Democrática contra el sentir de los partidos que se oponían a las mismas, voto que después acreditó a Santos para la presidencia, presumiéndolo heredero de dichas políticas.

El esfuerzo por avalar a supuestos líderes como voceros de las organizaciones políticas, sin profundizar en tesis programáticas, es la tercera batalla que se libra en las actuales elecciones. Las microempresas electorales, amparadas en el voto preferente, acuden a personalidades para encabezar las listas, aspirando, con esta táctica, conquistar opinión favorable para sus sempiternos candidatos al Congreso. Lo anterior permite a la mayoría de las bancadas parlamentarias “bailar al ritmo que les convenga”.

El país debe tener en cuenta la experiencia de Bogotá. El voto, con escaso anclaje programático, ha favorecido a corrientes populistas para la alcaldía en las últimas elecciones, autoridades que no han tenido el control necesario del legislativo, porque sus miembros, con contadas excepciones, se dedican al “como van en los negociados”. Otra sería la suerte de la capital, y del país, si este control político y programático se ejerciera debidamente.

Estas batallas, por la situación que se palpa en el territorio nacional, y que se alcanza a traslucir en las amañadas encuestas, aumentan la posibilidad de unas elecciones donde tenga mayor peso el voto de opinión orientado programáticamente, a pesar de la propaganda oficial para deslegitimar este esfuerzo. Este mayor peso del voto consciente, no clientelar, será un gran avance político para lograr una mayor representación del sentir nacional en el Congreso, otro desprestigiado puntal de la democracia.

Síntoma de los cambios políticos que se están gestando, fue la rebelión de las huestes de a pie contra los barones electorales en la convención conservadora, y la apatía de las “bases” del Partido Social de Unidad Nacional (La “U”) en apoyo a la convención que respaldó la reelección de Santos. Buena parte del resonado triunfo de Marta Lucía Ramírez, se debe al respaldo a tesis programáticas que tienen afinidad con el sentir de la mayoría del pueblo colombiano.

Cuando se acude a las reglas democráticas en las organizaciones partidarias para aprobar los programas políticos y escoger a los candidatos que los representen, se afianza el prestigio de los lideres y de las organizaciones políticas. Ha sido, también, una experiencia favorable para el Centro Democrático, creado recientemente para deslindar rutas con el descolorido Partido de la “U”, y elegir a los dirigentes que lo representen. Sus actividades, silenciadas por la “gran prensa”, dan testimonio inequívoco del cariño de las masas por la organización y las tesis del uribismo encarnadas en los miembros de la lista al Congreso, encabezada por el mismo Uribe, y en Oscar Iván Zuluaga, su candidato presidencial.

A pesar de todas las sinecuras del régimen para pagar favores a sus cortesanos y amarrar los votos, hay una corriente inatajable en defensa de la democracia. Cada vez es más evidente que el populismo de la desquebrajada Unidad Nacional Santista, ante la deserción de los Verdes y del Partido Conservador, se juega sus restos electorales en el respaldo del proselitismo armado de los narcoterroristas a favor de sus voceros, y en la aprobación de un referendo que valide un acuerdo de paz a favor de los mismos, aprovechando el sentir de los colombianos contra  la violencia.

Las fuerzas minoritarias que le han hecho eco al populismo narcoterrorista del santismo, sin estar en la mesa de la Unidad Nacional, le apuestan a candidatos propios que les garanticen el umbral electoral para no desaparecer del escenario político nacional.

Todas estas batallas están enmarcadas en la defensa de la institucionalidad democrática. Quienes se opusieron a interpretar correctamente los cambios históricos desde hace décadas, deslegitimando los caminos de la democracia como los más revolucionarios para beneficio de las amplias mayorías, se ubicaron en la contracorriente mundial del terrorismo para frenar dichos avances, arropándose en América Latina con el autollamado Socialismo del Siglo XXI. A ellos le hicieron el juego los populistas organizados alrededor de Santos, que a nombre de la democracia abandonaron la defensa de la nación. Esta confrontación está a prueba en los próximos comicios electorales, y queda en manos del soberano la decisión final.

Quienes militamos en el Centro Democrático, le apostamos a una gran coalición con todas las demás fuerzas democráticas para enrumbar la historia del país hacia un progreso sostenido a favor de las próximas generaciones, en un ambiente pacífico y de pleno bienestar, en donde las formas de hacer política derroten a los terroristas. Es la única razón del estado social de derecho en la etapa histórica que vivimos. He allí el reto para los verdaderos patriotas y sus líderes en estas batallas electorales.

Miembro del CPPC.

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