Bienvenidos a la “Patria Boba”

Lo que se vive en Colombia es una nueva “Patria Boba” y nuestro papel diferenciador en la región es difuso, para no mencionar nuestro papel ante la comunidad internacional en general.

La semana pasada se llevó a cabo en la ciudad de Washington D. C., una de las reuniones aparentemente más emblemáticas –incluso para algunos, la más importante– sobre temas latinoamericanos en Estados Unidos. Las entidades que lideraron el encuentro fueron la CAF, la OEA y el Diálogo Interamericano, uno de los ‘Think Tanks’ más importantes basado en la capital estadounidense. Allí se congregaron los representantes de la mayoría de los organismos internacionales que tratan temas relacionados con Latinoamérica, con la presencia de líderes políticos como Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado de EE. UU., y Marco Aurelio García, asesor en política exterior de Brasil; líderes de entes multilaterales como Enrique Iglesias, expresidente del BID y exsecretario general de la SEGIB, así como su sucesora, Rebeca Grynspan; analistas y líderes de opinión como Moisés Naím y Michael Reid de The Economist y organismos multilaterales como los ya citados, OEA y la CAF, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La conclusión final de los dos intensos días de conferencia es que América Latina es absolutamente irrelevante en el juego geopolítico internacional, y que descaradamente este microcosmos quiere evitar hablar del gran elefante que hay en el salón llamado Venezuela, salvo escasas y honorables excepciones. Incluso teniendo en cuenta que justo durante el segundo día de conferencia se supo la terrible noticia de la condena por 13 años para Leopoldo López, líder de la oposición de ese país.

El nuevo secretario general de la OEA, Luis Almagro, se destacó por su papel tibio, con una intervención llena de lugares comunes, y en ningún momento hizo referencia siquiera a la Carta Democrática –hoja de ruta y base principal de los principios de este organismo internacional–, carta también sepultada en el olvido por su antecesor. Si José Miguel Insulsa era insulso, esperemos que los resultados de Almagro no sean amargos.

No sorprende entonces ver y entender cómo el papel de América Latina ha desaparecido completamente del mapa de prioridades para EE. UU. también, pero es irrelevante no sólo para el Gobierno, sino para la sociedad civil en general. En los dos únicos ámbitos en los que suena al región es frente a los problemas causados por los inmigrantes ilegales, cuya principal caja de resonancia es el candidato Donald Trump, quien insiste en la creación de una gran muralla en la frontera entre EE. UU. y México; o frente al papel que pueda jugar la población hispana legalmente establecida en EE. UU., en las próximas elecciones presidenciales puesto que hoy representa más del 10 % de la población.

De igual manera y muy desafortunadamente, el papel de Colombia no se queda atrás. La crisis humanitaria en la frontera fue mencionada parcialmente en la conferencia, y de alguna manera justificada por el señor Marco Aurelio García, fiel representante de los países del ALBA. Se atrevió a decir que la abstención del voto de Brasil en la OEA para convocar a una reunión de cancilleres –¡ojo! No para sancionar a Venezuela– fue porque votar a favor podría perjudicar el proceso de paz. Pero más aún, se atrevió a decir también que era mejor que los colombianos no ventiláramos más la crisis de la frontera porque nos hacía quedar muy mal a los latinoamericanos en el concierto internacional. ¿Cómo se explica esta posición? Sin embargo, ese fue el tono que asumieron al unísono organismos como la OEA, que eludió su papel de mediadora.

Mientras tanto, Venezuela sigue cerrando más puntos en la frontera, su presidente, Nicolás Maduro, sigue gritando improperios contra Colombia e incluso estamos abocados a que hagan sobrevuelos aéreos sobre el territorio nacional sin autorización. Ante este panorama, nosotros seguimos guardando prudencia, nuestro presidente se da la mano con los militares venezolanos en la frontera y seguimos acudiendo a las "medidas diplomáticas” aunque estas sigan siendo infructuosas, pues ni siquiera hubo consenso para convocar a una reunión de UNASUR el próximo lunes. La verdad es que esto lo que demuestra es que cada vez estamos más hipotecados al proceso de paz, lo cual nos impide reaccionar de manera más vehemente y, si se quiere, más digna. Cada vez nuestras manos están más atadas, más aún si Venezuela actúa como actor principal en los acercamientos con el ELN.

Pero este juego de tire y afloje que nos está desgastando frente a la comunidad internacional y nos hace perder cada vez mayor relevancia en el hemisferio y ante el mundo, tarde o temprano se va a reventar. El primer síntoma se ve cuando diferentes sectores, incluidos líderes de partidos como Cambio Radical y La U, que hacen parte de la Unidad Nacional, están hablando de redefinir el papel de las FF. MM. para encaminarlas hacia un papel disuasivo en relación con Venezuela en la zona de frontera. Está empezando a emerger de nuevo un lenguaje bélico pero de distinta naturaleza, donde el enemigo no es interno sino el país vecino. Ante este panorama surgen dos preguntas: ¿Hasta cuándo resistirán las tensiones generadas por la crisis con Venezuela al interior del país? ¿Hará bien el Centro Democrático al no querer hacer parte de la futura Comisión Legislativa destinada a desarrollar los proyectos de ley que se acuerden en La Habana aunque le correspondan nueve escaños, argumentando que dicha Comisión sustituye la Constitución?

Lo que se vive en Colombia es una nueva “Patria Boba” y nuestro papel diferenciador en la región es cada vez más difuso, para no mencionar nuestro papel ante la comunidad internacional en general. América Latina, por su parte, sigue siendo una región desarticulada donde los proyectos en común siguen siendo un imposible, las diferencias políticas e ideológicas siguen prevaleciendo y nuestra debilidad institucional nos impide sacar adelante proyectos de largo plazo. Ante este panorama, tal vez sí podamos entender por qué nuestra región es absolutamente irrelevante en el concierto internacional. No nos digamos mentiras, si seguimos como vamos, será imposible acabar con la pobreza, disminuir las desigualdades, consolidarnos como economías emergentes sólidas y sostenibles, crear caminos para la movilidad social y la verdadera inserción a la clase media, entre otros muchos desafíos. Si no cambiamos, seguiremos condenados a vivir en nuestra “Patria Boba”.

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