Blandura en La Habana y dureza con el paro agrario

¿En plata blanca que deja de bueno para Colombia las conversaciones de La Habana entre el gobierno Santos y las Farc? Hasta este momento los colombianos no tenemos idea de si hay acuerdos o no sobre dos de los cinco puntos de la Agenda. Y si los hay nada sabemos de su contenido y alcance.

El rifirrafe que acabamos de presenciar por parte de los negociadores rebasa los límites del absurdo. Primero los jefes de las Farc se levantan de la mesa para estudiar y hacer consultas ante el anuncio presidencial de presentar al Congreso de la República el proyecto de convocatoria del referendo para someter a la consideración de los colombianos los acuerdos de La Habana. El Gobierno nacional queda sorprendido y reacciona “duro” ordenándole a su comisión negociadora retornar a Bogotá. La guerrilla, a lo mejor temiendo la ruptura, echa para atrás y declara que estará en la mesa de nuevo este lunes. El gobierno a su vez, siempre a la cola de lo que dicen las Farc declara que también retornará a la Isla.

¿Cómo interpretar este “insuceso”? Se podría pensar que el presidente Santos, lanzó la iniciativa del referendo en un intento desesperado por quitarle prensa al paro nacional agrario. Debía saber, o se lo hicieron ver sus asesores, que esa propuesta despertaría gran polvareda aquí y allá. Jugada a dos bandas o cañazo de pokerista. De esa forma, fiel a su estilo de hacer meandros, se salió por la tangente, de ahí su triunfalismo cando afirma que “el paro agrario no es tan nacional”. Piensa que ganó dos partidas. Puede ser, pero, está por verse hasta dónde y hasta cuándo le dura la dicha.

Del lado de las Farc podemos pensar que optaron por una apuesta arriesgada al levantarse de la Mesa. La palabra referendo para ellos significa rechazo de la población a cualquier texto que firmen con Santos. Han sido claros en que solo les sirve una constituyente en la que se les reconozca un porcentaje apreciable de delegados sin someterse al voto. Terminaron reculando, seguro de forma transitoria concientes de que aún es grande el trecho por recorrer.

De manera que nadie ganó mayor cosa ni tampoco se perdió algo importante. Vuelven a las mismas, que no sabemos a ciencia cierta en qué consisten. De pronto el cuento del armadillo nos sirva para retratar lo ocurrido en La Habana: “esto dijo el armadillo parado frente a una Mesa de Coco, ni me paro ni me siento ni me quedo aquí tampoco”.

CODA 1: Inaceptable la actitud del Ministro del Interior  que a la manera de la “guerra fría” solo ve “guerrilleros infiltrados” en la justa protesta de los campesinos colombianos. Es una infamia que ordenen a los policías reprimir y perseguir a la gente más sufrida del país. Es un grave error sobredimensionar la capacidad de las guerrillas al atribuirles la dirección del paro y un insulto a las organizaciones legítimas y legales de los labriegos. El Gobierno debe dar ejemplo en distinguir y diferenciar el conflicto social  del conflicto con los violentos de tal forma que no les den la razón a quienes hablan del conflicto social y armado.

CODA 2: De muy mal gusto que el presidente Santos haya optado por la arrogancia en esta coyuntura cuando su deber, desde el 7 de agosto de 2010, era elaborar planes y poner en marcha proyectos que ayudaran a paliar los efectos negativos de los tratados de libre comercio. En vez de enterrar la cabeza como el avestruz, estamos abocados a pensar en rectificaciones y adecuaciones en el proceso de inserción profunda en el comercio internacional.

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