Camuflados

Linda discusión la de si el narcotráfico es un delito conexo. ¿Vale llevar, en el caso de la guerrilla, el tráfico de estupefacientes al campo de lo político? El debate va en la estratósfera, sin haber surtido unas básicas etapas terrenales. Sea lo primero decir que tenemos una de las guerrillas más completas del orbe. La nuestra, amparada en la idea de sentar las bases de un país más justo, se ha metido de narices en cloacas que sublevados de otras latitudes usan solamente para defecar.

Nuestra guerrilla roba niños en el campo para ponerles un fusil en la mano y obligarlos a asesinar a otros campesinos. Nuestra guerrilla siembra minas en las parcelas y caminos que recorre la gente humilde de municipios y veredas, confiando en que cualquiera que pase por allí termine destrozado, abierto de par en par. Nuestra guerrilla encadena a la gente a los árboles por años y la esclaviza sin misericordia. Nuestra guerrilla remata a soldados heridos en combate, con evidente irrespeto a las mínimas reglas de la guerra. Nuestra guerrilla vuela casas de campesinos al paso de la Fuerza Pública, sin reparar en el daño que hace a cientos de humildes familias. Nuestra guerrilla secuestra ciudadanos y arma con ellos pruebas de supervivencia para luego asesinarlos y sentarse a negociar con sus atribuladas familias, en el entendido falaz de que sus seres queridos aún viven. Nuestra guerrilla compra seres humanos a la delincuencia común para convertirlos en mercancía del secuestro. Nuestra guerrilla extorsiona con arteros tributos a quien ejerza una actividad comercial como sustento familiar o polo de generación de empleo. Nuestra guerrilla asesina a cualquiera sospechoso de “delitos” imperdonables como conversar con un policía o brindarle un vaso de agua a un soldado. Nuestra guerrilla adiciona excrementos a los explosivos con que ataca a los uniformados con la idea de causarles una muerte dolorosa a causa de terribles infecciones. Nuestra guerrilla usa a las mujeres como objeto de satisfacción sexual y cuando, en cumplimiento de su tarea de saciar a los valerosos líderes de sus frentes, quedan embarazadas, las obliga a abortar (si quedan esperando de un combatiente raso, se exponen al fusilamiento). Nuestra guerrilla, abanderada de la propiedad común, acapara con testaferros generosas extensiones de tierra cuyos rendimientos alimentan la ambición de sus cabecillas. La lista es larga y patética.

¿Cuál entonces es el interés en seguir perdiendo el tiempo en discutir si un solo delito tiene carácter político? La guerrilla se especializó hace años en adelantar todo tipo de atrocidades y atropellos, siempre con la misma excusa: financiar la mejora del país que nos ha tocado vivir.

Admiro a De la Calle, a Jaramillo, a Mora, a todos. No es fácil pasar tantos meses conversando con los negociadores de las Farc -dándoles trato de gente decente-, así sea en beneficio de millones de colombianos que durante décadas no hemos sido otra cosa que blanco de la ausencia de entrañas de todos esos alias forrados en tela camuflada. Ahora quieren camuflarse de personas de bien. No va a ser fácil.

Ultimátum: Mala ventura le deseo a Buenaventura Orovio, el policía que, con veinte años de servicio y a cinco de jubilarse, vendió a la guerrilla información sobre los policías de Gorgona para que los atacaran y asesinaran. Solo un breve asomo de caridad seudocristiana me impide describir aquí el castigo al que deberían someter a semejante alimaña.

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