Carambola a tres bandas

El pragmatismo mueve a los gobiernos del mundo actual. Hace sesenta años, mantener la guerra fría, la revolución estudiantil francesa del 68, la onda insurreccional cubana, el internacionalismo proletario, el surgimiento irreverente del rock, las guerras de liberación tercermundistas con sus gobiernos dictatoriales nacionalistas y otras expresiones concordantes como "El Ser y la Nada" de Sartre, necesitaron del ideologismo para sustentarse y nutrirse de una existencia que ya no es conducente. Lo pragmático es lo contrario de lo ideológico. En otras palabras no son las ideas, sino las fuerzas económicas y los intereses de élites partidistas, militares o de las corporaciones transnacionales las que definen los rumbos de las naciones y de los pueblos.

La determinación de los Estados Unidos y Cuba de reanudar relaciones y el consecuente canje de espías, presuntos o reales, es un hecho pragmático, realista, sujeto no a principios, sino a la praxis. Pero, como en toda negociación, unos ganan por la derecha y otros por la izquierda, que es como deben explicarse esos dos terminachos al día de hoy. Estar sujetos a principios es actuar conforme a reglas emanadas del humanismo y de la ética no sujetas a transacción como los derechos y los deberes fundamentales o derechos humanos. Obama y Castro son hombres de Estado, amarrados a las razones de Estado, no a razones de filosofía política o morales, salvo circunstancias coyunturales, como la respuesta militar de Obama contra el tenebroso ejército del Estado Islámico y los degollamientos de periodistas extranjeros.

Estados Unidos gana al abrirle las puertas a Cuba para que reingrese a la OEA y esperar que pierdan oxígeno las aventuras del Alba y Unasur, así como viene perdiendo fuerza el chavismo ideológico, cascarón de proa del insustancial socialismo del siglo XXI. Simultáneamente, el Parlamento Europeo se pronuncia contra el régimen venezolano por sus acciones antidemocráticas, represivas y antipopulares, manera de encaminarse a sanciones duras en el campo internacional, precisamente en momentos en que la crisis del petróleo hunde a Venezuela en una salida no distinta a su aislamiento progresivo y talante dictatorial. ¿No da la impresión de ser todo esto una gran jugada diplomática de Obama?

Cuba gana porque mide su resistencia al bloqueo por cincuenta años declarado por Estados Unidos y que le ha servido al castrismo como argumento para mantener a los cubanos en los mínimos de libertad y de proteínas. Gana porque la nomenclatura del Partido Comunista podrá hacer negocios con coima incluida cuando aparezcan los exiliados (los gusanos según Castro) con capitales y alianzas inversionistas. Gana porque su testaferro venezolano no tiene futuro y es necesario cambiar pronto de frente. Gana porque ante la inminente muerte de Fidel, el castrismo se mostrará invencible en las ideas y afianzará a su hermano revisionista.

La pobre Colombia es la que no sabe si gana o pierde en La Habana. Razonablemente las Farc han bajado al mínimo su antiyanquismo, su antiimperialismo. Cuba le servirá para interceder por los jefes guerrilleros presos por narcotráfico en Estados Unidos como Simón Trinidad. A Obama le interesa que la negociación con las Farc salga adelante, no importa las concesiones que haya lugar. Ese es un problema de los colombianos. A Obama lo que le preocupa es la zona conflictiva del Asia Menor, el fundamentalismo yihadista y el terrorismo multifacético que puede hacer víctima a su país. Su gran preocupación seguirá siendo el expansionismo comercial de China. Y nada mejor que enlazar a Cuba y hacer de las Farc-Santos un mojón amigable. Al fin de cuentas las Farc nunca fueron prochinas. En cambio, cuando las Farc estaban en el Caguán, vimos al Presidente de la Bolsa de Valores del Wall Street, visitando a Tiro Fijo. Por algo será.

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