Cartas a Obama

Al no ocurrir nada dirán que EE. UU. tuvo miedo, que la voluntad de millones hizo retroceder al imperio del mal. Ese argumento es el último recurso que le queda al agonizante Gobierno venezolano.

La vulgar manipulación del régimen no tiene límites. Ha querido desviar la atención con respecto al bloqueo de cuentas, en los Estados Unidos, de siete funcionarios venezolanos acusados de violadores de los derechos humanos y lavado de dinero. No es una acción en contra de Venezuela, sino un ejercicio soberano de la administración Obama, que defiende el derecho que una nación tiene de permitirle a alguien vivir en su territorio.

El denominado decreto no es más que la decisión de una autoridad sobre un tema en el cual tiene competencia. Suele tratarse de un acto administrativo que responde a la potestad de su cargo. Estos funcionarios tenían grandes inversiones, cuantiosas sumas de dinero no justificadas; el régimen venezolano presiona para impedir que investigaciones más profundas descubran que son muchísimos los personajes gubernamentales que tienen dinero sucio en Norteamérica.

Nos preguntamos. ¿De dónde sacaron tanta fortuna unos simples funcionarios públicos que no ganan en dólares? Sus sueldos de acá son sumas irrisorias en la paridad cambiaria; sin embargo, sus inversiones son incalculables reflejando una vida oculta esplendorosa.

Y apenas estamos hablando de siete funcionarios públicos. Según fuentes dignas de todo crédito, son más de doscientos dirigentes chavistas de lo que se tienen pruebas concretas. Es por ello que tiemblan de miedo al pensar en el riesgo que corren al avanzar las investigaciones. Sí las pesquisas fiscales terminan dejando al descubierto su doble vida revolucionaria, acabarían derrumbándose sus prédicas antinorteamericanas. Nadie entendería cómo sus líderes atacan a un gobierno en donde guardan sus inversiones oscuras.

Es un crimen obligar a niños a olvidarse de sus tareas para presionarlos para que escriban cartas a Obama. Cartas de niños inocentes para un destinatario que les han vendido como el enemigo del cuento. Obama es el malvado Darth Vader de la Guerra de las Galaxias. Una lucha que han inventado los asesores cubanos para insuflar el patrioterismo rústico a quien cree todo lo que le venden desde Miraflores. Tanto las epístolas obligadas como las firmas auspiciadas por el régimen no tienen ningún valor. La prerrogativa de Obama es una decisión inherente a su cargo. El denominado decreto forma parte de sus atribuciones legales; es un acto soberano de un mandatario que preside el poder ejecutivo de su país. Quien firma o escribe cartas está reforzando ─deliberadamente o por omisión─ a todo aquel que ha delinquido y termina invirtiendo en el imperio que critican. Es decir: se hacen socios morales del timador.

Al no ocurrir nada dirán que Estados Unidos tuvo miedo de confrontar a un épico pueblo heredero de las glorias de Simón Bolívar y Hugo Chávez. Que la voluntad de millones hizo retroceder al impetuoso imperio del mal. Ese argumento es el último recurso estratégico que le queda al agonizante gobierno.

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