Centro de Memoria publica informe sobre policías y militares víctimas de secuestro

“Recuerdos de selva” recopila testimonios de miembros de la Fuerza Pública que sufrieron el flagelo del secuestro. Las historias, más que en los hechos violentos, se centran en las experiencias personales de las víctimas.

Se estima que de 31.021 personas fueron secuestradas en los últimos 50 años, de ellos, 1.214 eran militares y policías. ¿Qué pasó con ellos después de esos largos años de encierro? Esa es la pregunta que busca responder el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) con la publicación del informe “Recuerdos de Selva”, un acercamiento a la vida de 16 militares y policías secuestrados por las guerrillas de las Farc y el Eln.

Según la entidad, el enfoque del texto es novedoso porque “de manera respetuosa con el dolor de las víctimas, el CNMH ha buscado ir en sus trabajos más allá de las lógicas de horror, impuestas por la violencia, como único discurso de lo sucedido”. “Queríamos revisitar a las personas que padecieron este flagelo y preguntarles en sus propios términos qué fue el secuestro para ellos”, aseguró María Juliana Machado, relatora del proyecto.

A continuación, reproducimos un capítulo del informe:

Reconocer que se cae secuestrado ante el enemigo: entre el caos y la incertidumbre

Los policías y militares que fueron víctimas de secuestro inician su narración sobre el cautiverio en los hechos que lo desencadenaron, lo que vivieron durante estos eventos habla sobre los impactos iniciales de quedar en manos del enemigo. En el caso de quienes estaban participando en el ejercicio de memoria, estos hechos que llevaron al secuestro fueron: un combate, una toma, un combate, un ataque a población civil o municipio, o un retén ilegal o ‘pesca milagrosa’.

En el siguiente capítulo se hará un recorrido por los testimonios de policías y militares víctimas de secuestro, específicamente sobre los eventos iniciales. Se recurre a la memoria para ilustrar la singularidad de cada viviencia pero también para mostrar los elementos comunes que implica la experiencia de ser secuestrado como integrante de la Fuerza Pública, por las guerrillas de las Farc-Ep y el Eln.

Entre 1976 y 2017, las Farc-Ep y el Eln secuestraron a 1.214 militares y policías en el marco del conflicto armado (Cifra tomada del Observatorio de Memoria y Conflicto, 2018). Las tomas y ataques a población civil y municipios más masivos, y a la vez los que más resonaron en medios de comunicación, fueron por parte de las Farc-Ep: el ataque a la instalación de las Fuerzas Armadas de Las Delicias en Puerto Leguízamo (Putumayo) en 1996, donde secuestraron a 80 militares, y el ataque a la base militar de Patascoy (Nariño) en 1997, que desencadenó en el secuestro de 70 militares; las tomas a los municipios de Mitú (Vaupés) en 1998, que tuvo un saldo de 62 policías secuestrados, Miraflores (Guaviare) en 1998, donde secuestraron 132 policías y militares, Puerto Rico (Meta) en 1999, donde secuestraron a 28 policías, y el secuestro de 35 militares a raíz del combate con la Brigada 3 del Ejército Nacional en El Billar (Caquetá) en 1998. Por parte del Eln, fueron difundidos los ataques al corregimiento de Las Mercedes, en el municipio de Sardinata (Norte de Santander) en 1998, donde secuestraron 22 integrantes de la Fuerza Pública (El Mundo, diciembre 24 de 2000, “El Eln libera a 42 rehenes para impulsar las negociaciones de paz”), y el ataque al corregimiento de Campo Dos, en el municipio de Tibú (Norte de Santander) en 1999, en el que secuestraron a 21 (El Tiempo, noviembre 15 de 2004 “Campo Dos presenta manual de convivencia”).

Quienes fueron secuestrados después de una toma, de un ataque a población civi o municipio, o de un combate, coinciden en el impacto y humillación de verse derrotados y a merced de sus enemigos. Mientras el combate se narra desde la adrenalina que invade al cuerpo y el caos –que hace difícil un recuento fluido y cronológico de los hechos–, la derrota se cuenta desde el miedo profundo por perder la vida, la integridad física y, sobre todo, desde la incertidumbre por el futuro.

Quedar secuestrado después de un combate

Antonio, un suboficial secuestrado por el Eln después de un combate en Morales, Sur de Bolívar, en 1998, recuerda los eventos que desencadenaron su secuestro:

Yo me encontraba solo, estaba con 10 soldados, la orden de esa noche fue salir y emboscar [a la guerrilla] (…). Comenzaron los soldados a decir “mi cabo tengo miedo”. Antes de eso yo les había dicho “abran el ojo, muchachos pilas”; y uno de ellos me dijo, “mi cabo relájese, yo hasta no ver no creer, esto está controlado”, le dije al muchacho “ojalá”. Yo saltaba de lado a lado mirando cómo estaban los soldados y todos “tengo miedo”. [Era] una noche fría, oscura, tensionante: “tengo miedo” [repetían los soldados]. Iban a ser las 2 de la mañana.

Me metí por las calles del pueblo (…) y de repente caminamos unos 10 o 12 pasos cuando empezaron a sonar y a verse lucecitas rojas que pasaban, eran balas trazadoras que permiten ver la trayectoria del disparo, entonces empezamos “miércoles ¡plomo!” y me tiro con un soldado hacia una esquina (…) y eso empezó a sonar ¡taca, taca taca taca! por todas las calles del pueblo. Les dije a los soldados, “los [otros] soldados están solos, tenemos que llegarles para que vean porque aquí no nos podemos quedar”, y entonces les digo “nos vamos a mover en zigzag, el puntero va a llevar el fusil y los de atrás lo siguen, sigues tú, sigo yo”, y uno de ellos me dice, “mi cabo tengo miedo, nos van a matar, entreguémonos”. Yo en ese desespero dije “bueno arranco yo” y me tocó a mí, y los soldados atrás y dije, “el que se quiera quedar aquí que se quede, pero yo tengo una guardia a la cual le tengo que responder” y arranqué. Pues no se quedó ninguno (…)

Cada vez [la guerrilla] más cerca y nosotros solo teníamos los fusiles para defendernos, nos caían granadas de todo tipo, y nosotros no teníamos sino tiros. El soldado de la ametralladora no tenía sino un árbol muy delgado que era lo único para protegerse, le dije “hermano, dispara y se mueve, dispara y se mueve, no se puede quedar en un solo sitio porque lo coje un fogonazo” y el soldado no me hizo caso, tenía miedo y el primer mal herido fue ese soldado porque no me hizo caso. Precisamente él fue el que me dijo que hasta no ver no creer. Otro estaba herido en el talón, pero seguía en movimiento. Al soldado de la ametralladora lo arrastré de los pies, cuando me sintió y le quite la ametralladora tenía aproximadamente unos 80 cartuchos, y el soldado me sintió y me dijo “¡mi cabo no me deje morir!”, eso es duro en un combate que un soldado le diga no me deje morir.

¿Por dónde se siente la pólvora? Por las narices porque el primer disparo marca todo, te coge e inmediatamente se te espesa la sangre y empieza a fluir por todas tus venas y cuando sientes ese olor a pólvora, sientes como esa verraquera de seguir peleando. Yo tenía afortunadamente esa experiencia y bueno, arrastré al soldado ahí detrás del montículo como con tres soldados heridos, eché creo que unos tres fusiles en unos tanques de agua y le dije al soldado: “si algo me llega a pasar, en esos tanques hay tres fusiles”. Sigo arrastrándome y cae una bomba ¡bummm! y me levanta. Antes de eso, cogí la ametralladora y lleno de rabia en la sangre empecé tatatataata a disparar hacia donde yo veía los fogonazos que venían hacia mí, vacié la ametralladora (…). Pierdo la ametralladora, pierdo dos proveedores, pierdo el radio, solo me quedé con el fusil, mis oídos retumbaban y un pito como piiiiiiii constante en los oídos; me duelen fuertemente los oídos, me arrastro hacia un matorral tratando de buscar algo que me cubra y llego hasta donde están dos soldados, a los otros [soldados] no los veía por ningún lado. Entonces les digo “bueno entre los tres nos vamos a defender hasta donde alcancemos, disparamos y nos movemos, disparamos y nos movemos, todos en la jugada” y les dije “arranque, ¡oiga que arranque!” no este man ya tenía la cabeza destapada, eso fue de inmediato que lo mataron, nada que hacer. Entonces quedé con el otro y le dije vamos hacia ese matorral y empezamos a arrastrarnos sin disparar cuando [cayó] la otra granada, esa si me dio, yo pierdo el sentido. Cuando me despierto ya me están dando patadas, puños, estoy amarrado en el piso, antes que quedara en medio del fuego lo que hice fue sacar mi cedula, mis documentos, me quite mis presillas de grado y excavé un hueco en la tierra y lo enterré para que no reconocieran mi rango, entonces cuando vuelvo en sí, lo único que se me viene a la cabeza es: “me cogieron, ¡No! ¡Esos manes me matan!”. El plomo seguía, se escuchaba eso fuertísimo, lo único que dije fue Dios mío, en tus manos entrego mi esposa y mis hijos Recuerdos de selva 46 Recuerdos de selva y clave mi cara en tierra. En medio del fuego me sacan y alcanzo a ver a todos los guerrilleros con linternas, con equipos, me sacan en medio del fuego, alcanzo a ver que en las calles del pueblo la gente sale, a esas horas de la madrugada, eran como las 5 de la mañana pasadas ya, veo que la gente sale a la puerta, pone una silla, como ver un espectáculo, estaban tomando tinto.

[Otros] dos soldados se escondieron en una casa y ahí mismo los amarraron. Yo fui el primero [al] que cogieron. [En total] fueron cuatro soldados [los que cogieron], en ese momento solo los dos que estaban en la casa, después cuando ya estaba aclarando llegó otro, lo habían cogido, era de otra escuadra. Me dio sentimiento pensando en mi esposa, mis hijos, entonces en medio del fuego nos sacan hacia las afueras del pueblo y nos llevan hacia la orilla del río donde nos espera una lancha, nos suben en esa lancha y empezamos a pasar el río en esa lancha, nos llevan amarrados y…empieza (Antonio, Ejército, secuestrado por el Eln).

Para descargar el informe completo, haga click AQUÍ

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