Coletazos de fiera moribunda

Tiene que ser que en las toldas de la campaña reeleccionista poseen información fidedigna de la inminente derrota de su candidato, para que en estas dos últimas semanas hayan arreciado de forma tan agresiva en sus estrategias de guerra sucia contra Óscar Iván Zuluaga. Pero lo más probable también es que les sirvan tan poco como en la primera vuelta.

En la recta final de la segunda vuelta la estrategia del candidato-presidente exhibió las armas más innobles y degradadas, manifestación de los peores rasgos de la personalidad del mismo Santos. Se propuso exprimir el proceso de paz, queriendo sorprender con nuevos avances, “nunca antes vistos”, a unas pocas semanas del fallido intento de impresionar a sus compatriotas con un gaseoso acuerdo sobre narcotráfico. Redobló los intentos de enlodar a su contradictor con las armas innobles de montajes judiciales y otras maniobras similares. Profundizó el estilo de propaganda negra que había ensayado en la primera vuelta. Y finalmente, puso en movimiento todo el engranaje de la maquinaria oficial, lubricada convenientemente por abundante mermelada, o forzada por la presión burocrática y el halago a los funcionarios de todo nivel. Pero no todo le ha salido bien.

Los anuncios desde Cuba, rimbombantes y divulgados con fanfarrias en los medios endulzados, sobre reconocimiento de las víctimas por las Farc, fueron flor de un día. Óscar Iván Zuluaga resumió el fondo de la engañosa declaración de la Mesa de negociaciones con una demanda central: lo que el país necesita es que las Farc reconozca que son los principales victimarios de Colombia. Hablar de víctimas “del conflicto” y no de ellos, es una treta para ocultar su responsabilidad y escamotear su pasado criminal. El país captó que la declaración producida en La Habana era un desesperado salvavidas de las Farc a la candidatura reeleccionista.

El otro anuncio del proceso de paz fue la determinación, por enésima vez y también con el propósito de airear la candidatura de Santos, de una tregua unilateral por parte de las Farc en los días que preceden y siguen a la justa electoral del 15 de junio. La carta de Timochenko a Zuluaga en que notifica al país de la tal tregua cayó como baldado de agua fría, en razón de que la mayor parte de ella se dedica a tratar de disculpar a sus esbirros que cometieron el crimen de los niños-bomba en jurisdicción de Tumaco. La banda terrorista se ha dedicado en estos días a tratar de limpiar su imagen, como lo hicieron explicando el secuestro de la hija de un superintendente de la policía como un hecho fortuito dentro de un atentado criminal, donde nuevamente se contradicen y mienten con descaro.

Óscar Iván Zuluaga dio en el clavo al ofrecer una respuesta contundente a las Farc para desnudar el propósito electorero de su tal tregua y desmontar la pretensión de que se pacte una bilateral: les replicó que la tregua que han dispuesto demuestra que sí se puede un cese unilateral de acciones criminales, solo que exigió que no sea coyuntural y con fines electorales, sino indefinida y como muestra de reales intenciones de paz. Y reiteró que esa será una exigencia fundamental suya para continuar los diálogos de paz si es elegido presidente.

El tercer intento de explotar el proceso de paz a su favor fue la divulgación de la existencia de conversaciones en una tal “fase exploratoria” con el Eln, con el fin incierto de pactar otros diálogos similares a los de Cuba. Lo etéreo de la información, la simple existencia de contactos y nada más, le otorga a la noticia el carácter de simple treta electorera. La réplica de Óscar Iván Zuluaga también fue directa y afilada: un intento más de seguir usando la paz con fines políticos.

Si en ese terreno la ofensiva santista se ha estrellado contra una barrera infranqueable, no menos grotesca y contraproducente ha sido su actuación en el escenario de la guerra sucia que ha gestado desde hace más de un mes, sobre todo con el montaje de la infiltración de la campaña de Zuluaga por parte de la Fiscalía y la filtración dosificada de informaciones amañadas para tratar de afectar al candidato del Centro Democrático.

Lo evidente es que la estantería se le vino abajo a Santos desde el momento  que una juez de conocimiento del caso del “hacker” Andrés Sepúlveda decidió el lunes pasado anular el proceso que la Fiscalía había armado. No se trató solo de que la juez no encontró en las pretendidas pruebas aportadas por el ente acusador sustento probatorio creíble, sino que halló que al acusado se le había violado el debido proceso, y que las fuentes que dieron origen al seguimiento de Sepúlveda y su encausamiento fueron vagas e indeterminadas. De tal modo que la juez no solo ordenó su libertad sino que decidió anular todo lo actuado, de manera que la Fiscalía debía empezar desde cero. Fatal para la pretensión de Santos que ya había calificado de criminal a Sepúlveda y había condenado a Zuluaga por contratarlo dizque con fines protervos. Y fatal para un Fiscal que por enésima vez resulta pillado en sus truhanerías, como en el caso de Sigifredo López, levantando una polvareda que empieza a exigir su renuncia del cargo.

Era demasiado para Santos y el Fiscal. Y éste último, herido y desenmascarado, no dudó en recurrir a las más atrabiliarias medidas, propias de un régimen tiránico y despótico –en palabras de la juez Barrera-, como atacarla sin conocer siquiera la sentencia y señalarla casi como delincuente, primero por los medios de comunicación antes que por las vías judiciales, a la vez que ordenaba investigarla y detener de nuevo a Sepúlveda. Actuación arbitraria que ha despertado un malestar generalizado en la rama judicial y la respuesta enhiesta de la juez agredida. Y que ha desenmascarado el triste y peligroso papel político de la fiscalía, convertida en martillo del régimen contra los opositores al gobierno y a sus pactos con los terroristas. El proceso truculento sigue, pero la opinión sensata se ha desmarcado de tan oscuros tejemanejes.

La campaña santista, con el acompañamiento de la Fiscalía, trató de montar otros dos escándalos que afectaran al uribismo. El primero, buscar que a Maria del Pilar Hurtado se le cancelara el pasaporte para que fuera deportada de Panamá; el intento falló y el lunes pasado un tribunal que fue requerido por la Fiscalía para adoptar esa decisión determinó que la petición era improcedente. Lo seguirán intentando, pero también han desnudado su afán persecutorio inverosímil. El otro intento, fue la acción combinada de la Fiscalía, el columnista Daniel Coronell de la revista Semana, y el periódico El Tiempo, así como el canal de televisión RCN, de echar al vuelo una declaración del coronel González del Río –acusado de varios casos de “falsos positivos”- sobre una supuesta reunión de Santiago Uribe, hermano del expresidente Álvaro Uribe, con unos paramilitares. Es tan vaga y etérea la acusación, y fue tan contundente la respuesta del abogado de Uribe, que el escándalo murió antes de nacer.

Pero era claro que tan groseras artimañas no bastaban. Había que apelar al mecanismo más expedito y tradicional de comprar votos a través de la red de caciques y gamonales de provincia, con la diferencia de que ahora ese fenómeno tendría dimensiones “nunca antes vistas”, para usar la expresión repetitiva del candidato-presidente. Abundan las denuncias de la actividad febril de alcaldes y todo tipo de funcionarios del orden departamental y nacional que están buscando capturar votos para Santos a como dé lugar, violando expresas prohibiciones legales en la materia.

Tres indicios graves se han conocido al respeto, algunos con el jefe de Estado como promotor, todos confluyendo en el mismo propósito. Empecemos por mencionar una grabación divulgada en La Hora de la Verdad, en la que Santos da la orden de aceitar y mover la maquinaria al máximo para ganar los comicios. Continuemos con la denuncia que hizo el CD en un comunicado, de una reunión de Santos con parlamentarios del Atlántico en la que se acordó el uso de una cuantiosa suma de miles de millones de pesos para comprar votos en aquel departamento a fin de proveer doscientos o trescientos mil votos más a la candidatura reeleccionista. Y terminemos con la divulgación por el expresidente Uribe a través de Twitter de supuestas expresiones de un conocido periodista del canal RCN, sobre un fraude que se está montando en la Registraduría para favorecer a Santos el domingo próximo. Pese a que el periodista y el canal lo han negado, Uribe lo ha reiterado y las dudas persisten, más aún cuando las denuncias involucran a expertos en estas lides como el senador santista Musa Besaile.

La estrategia del candidato-presidente en la primera vuelta fue no participar en debates con sus demás oponentes. Solo se hizo presente al final, con decepcionante desempeño, pese al intento de un canal televisivo de favorecerlo de manera tosca y chabacana. En la segunda vuelta, cuando no podía evadir la confrontación dialéctica con Zuluaga optó por la táctica de provocar y ofender para desviar la discusión de los grandes temas nacionales y buscar restarle puntos a su rival.

En el primer debate televisivo de Caracol Tv la semana pasada, Zuluaga llegó desprevenido, con el propósito de actuar como lo había hecho en los numerosos foros en que participó en la primera vuelta, cuando debatió con altura y seriedad con Marta Lucía Ramírez, Clara López y el mismo Enrique Peñalosa. Cuál no sería su sorpresa cuando se encontró con un Santos pendenciero y bravucón; sin embargo persistió en no dejarse enredar por el presidente ni hacer caso de sus sindicaciones y bravatas. Para muchos eso significó, al final del debate, que no le había ido tan bien como debería haberle ido, porque no responder las insidias del otro para algunos era un signo de debilidad.

Seguramente impactado por los mensajes de sus seguidores, que lo llamaban a enfrentar las falacias del presidente, y aconsejado por sus asesores, en el siguiente debate, de Citytv el pasado lunes en la noche, modificó su actitud y no se dejó amedrentar por el rival. Fue Santos quien confesó en el curso del debate que estaba sorprendido por ese cambio de postura, pero era evidente que él mismo lo había provocado. Pero no fue un simple cambio de forma de actuar de Zuluaga. Un candidato enérgico y firme se expresó a borbotones, sin duda, pero con respuestas razonadas y contundentes. Las suspicacias y mentiras de Santos se fueron desmoronando sin remedio y la figura de Zuluaga emergió victoriosa y grandiosa. Desplegó no solo una envidiable capacidad de argumentar y replicar, sino un sereno y consistente perfil de auténtico estadista. La misma dosis que repitió la mañana siguiente con el debate radial promovido por La FM, y que hubiera desplegado en los debates finales que lamentablemente tuvieron que ser cancelados por una laringitis que lo afecta, producto del intenso trajín de estos meses.

No menos grotesca y deleznable ha sido la publicidad de Santos, dedicada más a zaherir y difamar al otro que a exaltar las virtudes –si es que las posee- del candidato-presidente. Pero el sinfín de reproches y acusaciones, centradas en un pasado que fue común, pues Santos y Zuluaga fueron ministros del mismo gobierno, se ha devuelto como un búmeran contra su artífice. Y hoy más que nunca es acendrada la impresión que tiene la mayoría de los colombianos, de que el señor Santos no es un dirigente confiable.

Este largo prontuario de actuaciones de la campaña reeleccionista, que han convertido esta lid  en una de las más sucias de la historia moderna del país, no es sin embargo un inventario completo. Pero con lo dicho basta y sobra.

Ha quedado probado la naturaleza tramposa de Santos y su bajeza moral. Lo mismo que el riesgo tremendo que significa para el futuro de Colombia, con un presidente dedicado a exaltar a los terroristas y atado a ellos para reelegirse, mientras ataca sin misericordia a quien ose dudar de las negociaciones de paz o cualquier otra esfera de su gobierno. Como lo ha inidcado Maria Corina Machado –quien tiene por qué saberlo y lo está sufriendo-, cuando de manera similar a lo que hoy ocurre en Colombia empezó el chavismo a sentar reales en el vecino país, ellos no se imaginaban lo que les depararía el futuro. Nuestro país no puede desechar esa lección y caer en la trampa que le tiene preparada Santos, quien no por accidente usa el mismo lenguaje descalificador y abusivo del castro-chavismo: fascismo, mano negra, ultraderecha, oligarquía, lucha de clases entre pobres y ricos, etc.

Pero Colombia no caerá en esa celada. Las artimañas y jugadas perversas de Santos y su séquito, acentuadas en el último tramo de la campaña, antes que inclinar a los colombianos por esa opción, los han prevenido y volcado masivamente a buscar al candidato del Centro Democrático. La fiera está herida de muerte pero sus coletazos aún pueden ser considerables, incluso el mismo domingo. Los intereses en juego no son pocos, desde los del eje castro-chavista, pasando por los de los narcoterroristas y traficantes que se beneficiarían de la legalización de sus pandillas y de la droga, hasta los de la vieja clase política tradicional, corrupta e inmoral, que buscan en alianza impúdica defender sus prebendas y desviar el rumbo del país. Contra todo eso hay que precaverse. Solo la presencia abrumadora de las gentes votando por Óscar Iván Zuluaga este 15 de junio será una muralla invencible que salvará a Colombia.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar