Colombia: dos países, dos destinos.

Cuando la izquierda a mitad del siglo XX decidió tomar las armas y no apostar por el debate político pacifico partió a Colombia en dos. Las décadas pasaron y algunos grupos de izquierda renegados entregaron las armas e hicieron la paz y, sin embargo, el país siguió dividido, tanto que muchos de ellos acabaron en los cementerios. Hoy, el país continúa dividido y no es difícil señalar que se dividirá aún más. Generaciones han pasado y hemos visto que los dos últimos grupos –no ya renegados- terroristas que le subsisten a la izquierda se niegan a reconocer sus crímenes y la responsabilidad en la desestabilización de una democracia que bien podría ser mejor.

Nos debatimos pues, en la dicotomía de una paz exprés con todas las consecuencias que ella trae y una paz ordenada, organizada y menos acelerada. Es responsabilidad de cada colombiano escoger cuál de las dos quiere vivir, la primera ya la hemos vivido y pocos de los protagonistas de su momento vivieron para disfrutarla, la segunda no la hemos vivido, aunque bien podríamos darnos la oportunidad de protagonizarla todos juntos. La paz ha dividido a Colombia cada vez que sale a la discusión y eso es perfecto, pues, grave sería que intentaran nuestros gobernantes meterla como un corcho en una botella como se pretende hacer ahora.

Un análisis riguroso desde el realismo debería conducirnos a distintos puntos o, mejor aún, distintos interrogantes ¿Quién garantiza que muchos colombianos sintiéndose humillados por la paz exprés no tomaran la justicia por propia mano? ¿Quién garantiza que los miembros de la cúpula fariana vivirán para disfrutar la paz que hoy construyen a su medida? ¿Quién garantiza que un supuesto partido político fariano no será exterminado? No me imagino a un candidato de las Farc en un pueblo perdido de Colombia que sobreviva a su propia candidatura, lo más seguro es que ninguno la sobreviva, si somos realistas.

Ahora bien ¿cómo encarcelar a un colombiano víctima del terrorismo si llega a tomar por su mano la justicia que el Estado desechó siendo esta su obligación? La paz que hoy propone el Presidente de Colombia es una paz desechable, de eso no me queda duda. Las persecuciones vendrán, el terrorismo de las propias Farc mutara y el de sus asesinos –que los habrá- también. La cúpula fariana podrá vivir en los Rosales, el Chico, en Europa o Canadá si quieren, pero nada los va a salvar del exterminio. La pregunta es ¿llegado el exterminio volvemos a lo mismo o lo dejamos pasar?

Existen -desde que la izquierda así lo quiso- dos colombias distintas, la que se verá humillada y victimizada con la impunidad y la que se vanagloria en su “intelectualidad” –que yo llamo hipocresía- de entrar en el socialismo que en este país nunca ha tenido espacio y no por que no haya, sino, por que la izquierda misma nunca supo explotarlo o, peor aún, lo ha hecho a punta de balas. Sin duda hay dos Colombias con dos horizontes distintos, esas dos Colombias serán irreconciliables si no hay justicia. Esas dos Colombias serán países paralelos cuyos puntos nunca se encontraran, viajaran juntos sí, pero jamás se entrelazaran.

Nos queda entonces debatirnos entre la paz exprés sin justicia y la paz con orden y justica, de elegir la primera tal vez muchos de los que hoy leen estas líneas no vivirán para disfrutarla o, tal vez sean de los que tomarán la justicia por su propia mano y no seríamos quien para condenarlos, pues el mismo establecimiento ya lo habría hecho al impedir el acceso a la justica y la purga de crímenes de lesa humanidad que los futuros exterminados llevan a sus espaldas.

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