“Colombia necesita un golpe de democracia”

Bogotá, 18 de Febrero de 2016

Terminada la segunda guerra mundial y en el contexto de la guerra fría, la expansión del campo socialista desató temores apocalípticos en el hemisferio occidental que tuvieron como consecuencia la eliminación de nacientes democracias y el surgimiento y predominio de regímenes militares que suspendieron las garantías y los derechos fundamentales y sometieron a amplias franjas de la población civil.

Fue así como en varios países de los cuatro continentes, a lo largo del siglo XXI, esa insuficiencia democrática terminó por facilitar la imposición de regímenes autoritarios y dictaduras militares.

En una buena parte del mundo la democracia no pudo desarrollar ni consolidar sus pilares fundamentales, por esta razón, muchos países terminaron siendo inviables sin poder desarrollar sus instituciones democráticas, ni mucho menos unas reglas del juego garantistas que brindaran no solo seguridad jurídica sino seguridad política, económica y social a todos sus asociados. Así, florecieron los golpes de Estado en Centro y Suramérica y en varios países de Asía y África.

En el siglo XX en nuestro país no se puede hablar en estricto sentido, de un golpe militar. Hay que recordar que al General Gustavo Rojas Pinilla, las élites políticas de los dos partidos ante su propia incapacidad para terminar la violencia que habían desatado, prácticamente, lo obligaron a asumir la presidencia.

Tal vez el esfuerzo más relevante para adoptar un modelo democrático, aunque precario, limitado y con vacíos enormes, fue el que se hizo para crear el Frente Nacional. Reducido a una simple alternancia de los dos partidos en la presidencia y a una distribución milimétrica de la burocracia estatal, excluyó a nacientes sectores de la sociedad y terminó abandonando los temas más relevantes de la agenda política nacional.

Debo señalar que uno de los aspectos positivos de este modelo en sus orígenes, fue el manejo responsable de la economía y la conformación de un aparato administrativo especializado que, lamentablemente, derivó en un gigantismo burocrático ineficaz e ineficiente. Lo que nos quedó de ahí en adelante fueron los vicios propios de un modelo envilecido: clientelismo político, empresas electorales y no partidos políticos, tráfico de influencias, despilfarro de los recursos públicos, violencias de todos los signos, corrupción y, producto de la concupiscencia en el poder, ausencia total de una oposición democrática.

La explicación de porqué la figura de Álvaro Uribe permanece intacta en el alma nacional, se deriva de la percepción que tiene una gran mayoría de colombianos acerca de su papel decisivo para erradicar todos esos vicios que dañaron y han dejado herida nuestra maltrecha democracia colombiana. La seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social fueron las poderosas armas que, en su momento, permitieron recuperar la confianza y la credibilidad perdida de los colombianos en medio de los peores vicios de nuestra debilitada democracia.

Pero siempre existe el riesgo de un retroceso y de una traición y eso fue lo que sucedió exactamente con Juan Manuel Santos. Agazapado sibilinamente en medio de la generosidad sin límite del Presidente Uribe, se coló como el sucesor de la política de recuperación democrática desarrollada entre los años 2002 y 2010.

Y en solo seis años no solo destruyó un modelo esperanzador sino que revivió y  profundizó lo peor de los vicios que se fueron incubando desde las postrimerías del Frente Nacional.

Durante estos seis años de su mandato han predominado prácticas dañinas, algunas de las cuales podemos reseñar brevemente.

1.- Su proyecto político no es un proyecto de país. De alguna manera todos los gobiernos anteriores trataron de desarrollar iniciativas, propuestas y proyectos que, al menos en parte, coincidieran con el interés nacional. Por el contrario, Juan Manuel Santos a lo largo de su vida pública hizo del cinismo, la conspiración y el maquiavelismo su mejor práctica política.

Conspiró contra los partidos, conspiró en asocio con los paramilitares y las Farc para intentar derrocar al gobierno de Samper, argumentando que era indigno del cargo por haber recibido financiación para su campaña de manos del cartel de Cali, justo lo que ahora le sucede a el mismo con el millón de dólares que ingresó a su campaña por cuenta de la corrupción de Odebrecht. Siempre conspiró con escritos desde el periódico El Tiempo para lograr sus objetivos personales, en realidad su partido fue el diario de los Santos y su proyecto político, por ser personal, nunca coincidió con los intereses superiores del país. En su desmesurada ambición personal se esta llevando al país de por medio.

2.- Mediante el uso de sofisticadas prácticas de corrupción Juan Manuel Santos, superó las diferentes formas de corrupción predominantes en Colombia a lo largo de muchos años. Su gobierno es el creador de la tristemente denominada ¨mermelada¨ que no es otra cosa que la entrega de contratos, puestos, favores y dinero para proyectos regionales, eufemísticamente, llamados ¨cupos indicativos¨, todo concebido para comprar el voto y el apoyo de las bancadas congresionales que hacen parte de la coalición de gobierno.

La subasta de valiosos bienes públicos con participación de un solo oferente como el caso de Isagen y cuyo valor de venta se esfumó sin que el país conozca a dónde fueron a parar esos más de seis billones de pesos. El derroche sin limite, la presión y soborno permanente sobre las Cortes, la Fiscalía y el sistema judicial. Pero, por supuesto, el mayor de todos los escándalos es el que hasta ahora se empieza a conocer y que, seguramente, tendrá una dimensión y unas consecuencias incalculables. En el escándalo Odebrecht, el señor Santos esta untado hasta la médula, pero con su cinismo habitual pretende burlarse del país pues en solo ocho días tuvo la osadía de hacer cambiar la declaración del Fiscal sobre la existencia de pruebas contundentes sobre el ingreso de sobornos a su campaña y después de haber descalificado al testigo Otto Bula como un criminal de la peor calaña, no tuvo inconveniente en declarar que ¨más claro no canta un gallo¨ cuando este se retracto gracias a una carta escrita por tercera mano.

3.- Del manejo económico ni hablar, crisis en importantes sectores de la producción agraria, frenazo y decaimiento de la industria, desestimulo a la inversión, perdida del poder adquisitivo, reforma tributaria que ahonda la pobreza y golpea a los sectores de menores ingresos, etc, etc.

4.- Claudicación ante el terror y la violencia de las Farc entregándole en bandeja de oro la cabeza de nuestra precaria institucionalidad democrática: la Constitución Nacional.

Desconoció el mandato soberano de los ciudadanos que mayoritariamente se pronunciaron por el NO en el plebiscito y violando la constitución creo una justicia especial para garantizar la impunidad de los delitos de lesa humanidad, trasformó el narcotráfico en un delito político, excluyó a las víctimas como razón de ser de los acuerdos habaneros, los menores reclutados ilegalmente y las armas, inexplicablemente, permanecen en poder de las Farc, adoptó el FastTrack como un  procedimiento ilegal, inconstitucional, antidemocrático para la aprobación de leyes y reformas constitucionales.

Extralimitándose y abusando del poder a través del FastTrack, ahora pretende cambiar las reglas del juego político electoral, a escasos meses de la iniciación de las campañas para Congreso y Presidencia de la República.

Todas estas razones y muchas más podrían provocar, como hace sesenta años, una revuelta militar para tumbar al traidor. En circunstancias como las que vive hoy Colombia, donde se perdió la confianza, donde la credibilidad esta por el suelo y lo que predomina es una deprimente sensación de orfandad es fácil recurrir a salidas desesperadas como la del protagonismo militar.

Afortunadamente los golpes de Estado no tienen viabilidad alguna ante los colombianos, este es un pueblo inmensamente demócrata.

Ante el grave desbarajuste institucional en que el señor Juan Manuel Santos sumió al país, las condiciones están dadas para que la ciudadanía que votó por el NO en el plebiscito, asuma su responsabilidad histórica y de un verdadero GOLPE de democracia, preparándose para dar la gran batalla por la recuperación de la institucionalidad y las reglas del juego democráticas en las elecciones del 2018.

Everth Bustamante García

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