¿Cómo creer en la farsa de La Habana?

Qué tristeza tener que asistir nuevamente a la degradación del país a manos de los terroristas inescrupulosos de las Farc y el Eln. Voladura de oleoductos; paros armados; atentados con petardos y bombas; secuestros, mutilaciones y asesinatos; dominio terrorista en vastas zonas del país… En últimas, el imperio del terror tomando aliento y fortaleciéndose ante la mirada impotente de los ciudadanos de bien. ¡Esa es nuestra triste realidad!

Pero, ¿qué diferencia existe entre el terrorismo de ahora y el de hace unos doce años? ¿Tiene un valor diferente la vida de un soldado hoy a la de hace una década? ¿Le duele menos al país hoy que acaben con su infraestructura, con su tranquilidad, con su progreso? ¡No! Pero hoy parecemos más adormecidos, más indolentes, más apáticos.

Porque nos acostumbramos a que estas cosas pasen y las asumimos como "normales" dentro del discurrir del país. Porque ya no es extraño ni escandaloso tener noticias de un atentado, de un secuestro, de un asesinato y muchos de nosotros los asumimos como si se tratara de algo ajeno, distante, difuso. Pero no nos damos cuenta de que cada acto terrorista, cada atentado, cada crimen cometido por estos miserables -así parezcan lejanos y de otro mundo- invaden nuestro entorno y deterioran nuestra vida; no nos percatamos de que estamos más próximos de lo que pensamos a ser nosotros las víctimas directas del siguiente atentado; a ser el blanco de estos despiadados criminales.

Y esto tiene una causa actual: la convivencia del Gobierno con el crimen, el terrorismo y la degradación moral. La paz no se puede conseguir a cualquier precio, máxime cuando ese precio lo tenemos que pagar los ciudadanos inocentes que, sin querer, resultamos de un momento a otro en la mitad de un fuego cruzado, mientras quienes dirigen las balas asesinas y los actos terroristas cogobiernan desde la comodidad de unas vacaciones "todo incluido", por cuenta de sus propias víctimas. La paz no puede ser la disculpa para que nuestros peores enemigos se reorganicen, se rearmen, se fortalezcan. La paz no puede ser una mampara para proteger el crimen, el narcotráfico, el secuestro y el poder detrás del trono. La paz no puede ser el instrumento de unos pocos para arrebatarnos las instituciones democráticas.

Pero esto no le preocupa al Gobierno Nacional, quien parece complacido y adormecido guardando un silencio cómplice. Y ante cada discurso inane del Gobierno, sobreviene un nuevo atentado; cada avance en la supuesta paz -profusamente divulgado en los medios- es desmentido con un asesinato, un secuestro o una explosión.

Ahora nos encontramos anestesiados por los triunfos sucesivos de la Selección Colombia (¡Ojalá hoy podamos celebrar otro paso en el camino de la victoria!) pero, ¿qué iremos a encontrar cuando volvamos a la realidad? ¿Cuáles serán las sorpresas que nos tienen preparadas y los tratos secretos que han adelantado? Definitivamente es imposible creer en la voluntad de paz con unos grupos terroristas que día a día demuestran más su sed de sangre y su despiadada forma de proceder. Y -más aberrante aún- es imposible creer en una salida negociada al conflicto cuando las alas les crecen a los terroristas, y el Gobierno legitima cada día a más actores que bien podrían estar purgando las penas que la Constitución y las leyes ordenan.

En resumen: con la permisividad del Gobierno y la prepotencia, descaro, cinismo y demencia de los terroristas de las Farc y el Eln, ¿cómo creer en la farsa de La Habana? ¡Imposible! Y ya no se puede decir que es un tema electoral, porque la mayoría decidió el pasado 15 de junio que la suerte del país no debe estar ligada a los mandatos constitucionales, sino a la voluntad y a los designios de quien está gobernando verdaderamente en nuestro país: el terrorismo.

* * *

El presupuesto de Caldas en 2014 presenta una supuesta ejecución de tan solo el 36% que, en la práctica y depurando las cifras, realmente asciende al 12%. De ahí esta sensación de parálisis y derrota que sentimos los caldenses, y de ahí el riesgo que corremos de perder las más importantes empresas y de que colapse definitivamente nuestro departamento. Porque, como dijeron los Diputados en las sesiones de esta semana, "la nevera está llena, pero con candado". Y no es de extrañar, pues independientemente de las dificultades que tenemos por estar sometidos a una innecesaria ley 550, y de haber trasegado por largos procesos electorales, la ejecución del presupuesto tiene que tener un líder y debe haber una cabeza visible que tome decisiones, que asuma posiciones, que adopte medidas y que consiga recursos nuevos y frescos. Pero en Caldas, con Julián Gutiérrez, no lo hay. En Caldas carecemos de liderazgo, de motivación, de impulso, de aptitud y de actitud. El departamento necesita a la cabeza a una persona con capacidad, conocimiento, arrojo, valentía, audacia y emprendimiento, pero no la tiene. Y los Diputados entonces se preguntan, ¿qué pasa en el Departamento? Y la respuesta es muy sencilla: Caldas necesita con urgencia a un Gobernador. No podemos seguir al garete. ¡Qué tristeza!

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar