Con Odín no acaba el secuestro

Del retorno del excongresista chocoano, se celebra su libertad al lado de los suyos. Con el Eln, la ruta del diálogo apenas inicia el martes. Y si aún hay “retenidos” y conflicto, la mesura se impone.

La liberación de Odín Sánchez Montes de Oca es más el resultado de la presión del Gobierno Nacional, para instalar la mesa de diálogo, que de la voluntad del Eln de cesar un delito de lesa humanidad como el secuestro. De hecho, el jefe del frente que tenía al político chocoano le confirmó a este diario no saber si hay más “retenidos y, si los hay, cuántos son”.

A las Farc se les exigió, para emprender las negociaciones, suspender de manera unilateral y definitiva los plagios de todo tipo (económicos, políticos, militares). Pero el Eln, en cambio, no solo mantiene su discurso y sus justificaciones sobre esa abominable práctica sino que además aún se le señala de continuar privando de la libertad a civiles y militares en diferentes zonas del territorio nacional.

El caso más reciente es el del soldado profesional Freddy Moreno Maecha, quien desapareció desde el 24 de enero entre los municipios de Arauquita y Saravena, pero quien, según texto que habría sido difundido por supuestos miembros del Frente de Guerra Oriental del Eln, “fue capturado por labores de espionaje”. Igual pasa con un contratista ruso de una multinacional minera que permanecería secuestrado en Chocó, según conoció EL COLOMBIANO en visita reciente al medio y alto Baudó. Por Odín Sánchez y por su hermano Patrocinio se sabe que se pagó dinero, aunque la cuantía es un misterio.

Los hechos concretos demuestran que con el Eln hay una brecha enorme y que más allá de que el proceso no haya iniciado y sea pronto para esperar concesiones de las partes, resulta ingenuo y muy optimista creer que esa guerrilla acoja las medidas mínimas de humanización del conflicto que el país le solicita desde hace 20 años, en los contactos de Maguncia-Puerta del Cielo (Alemania,1997) y del Palacio de Viana (España,1998).

Desde entonces, el Eln sabe que la sociedad colombiana en su conjunto condena el secuestro, que en esa época era practicado por sus frentes incluso contra menores de edad, ancianos y mujeres en embarazo. Así se lo reclamó un grupo representativo de líderes de la sociedad civil, que recibió apenas promesas que nunca se cumplieron. Basta con mirar que, aún hoy, la mesa y el inicio del proceso estaban parados por la permanencia de ese delito.

Si el Eln trata con recelo al gobierno Santos (como lo hizo en los períodos de otros presidentes: Samper, Pastrana y Uribe), qué grado de desconfianza y escepticismo es posible que perviva en una sociedad golpeada por el terrorismo dinamitero contra torres y oleoductos y la quema de vehículos, con víctimas civiles, incluso muertos, que ha mantenido el Eln hasta hace unas semanas, mientras que, en extraña contradicción, asegura querer involucrar a la sociedad civil en un gran diálogo nacional por la paz.

Un esquema que no se desarrolló ampliamente con las Farc y que ahora el Eln quiere convertir en un escenario indispensable, pero frente al que habrá que definir una metodología y unos tiempos con una guerrilla que dice no tener afán. Se perfila desde ya un complejo entramado para que la ciudadanía, organizada, agrupada en corrientes y movimientos, participe e incida en el desarrollo de los acuerdos con el Eln.

La libertad de Odín Sánchez, importante en su finalidad humanitaria, apenas destraba la puerta que da paso a una mesa y una negociación tan impredecibles como las conductas que enseña la historia del Eln en su conflicto con el Estado colombiano.

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