Contra el tiempo

Cuando el timonel se distrae, los riesgos van desde perder el rumbo hasta el naufragio. Venezuela se encuentra en este último predicamento, mientras nosotros estamos mejor -hay que reconocerlo-, pero la obsesión del timonel por la paz nos ha llevado al desgobierno en otros frentes y a perder el rumbo en el manejo económico.

El Gobierno está acorralado, pues se le sumaron todos los males y se le juntaron todos los tiempos. El acuerdo final con las Farc, el que en 2012 iba a demandar apenas meses, hoy se arrima a cuatro años y el Gobierno se enfrenta a la fecha imposible del 23 de marzo, a la que no ayudan mucho las Farc, que tuvieron tiempo de pasear por Venezuela antes de obedecer la instrucción presidencial de retornar ‘de inmediato’ a Cuba.

La única forma sería firmar un acuerdo inconcluso para la foto, como ya lo hicieron con la pantomima del de justicia transicional -rabietas y acusaciones incluidas-, pero la foto del apretón de manos con Timochenko, en la que Santos lució incómodo, a las Farc les interesaba sobremanera, como poco o nada les entusiasma la de la firma del acuerdo con Obama como testigo, por la que moriría el presidente. De otra parte, las Farc siguen dejando claro que los tiempos -perdónenme la expresión- les importan un carajo.

No así al Gobierno, que si quería realmente el favor popular, debió llegar a la dichosa firma de cualquier acuerdo final en tiempos de la bonanza que ya se nos fue de las manos, y no en la actual coyuntura de una economía en dificultades, así el Gobierno insista en vendernos esos lugares comunes de que ‘estamos blindados’ o que, de cualquier manera, ‘somos los mejores del vecindario’. Mal de muchos…

Se le acaba el tiempo al Gobierno para su reforma tributaria estructural, aplazada para no dañarle el ambiente a un plebiscito que ni se necesita, ni las Farc aceptan y, si la Corte hace su tarea como es debido, no debería pasar el examen constitucional, amén del desperdicio de recursos, estimado en más de 300 mil millones. Si no la presenta antes de dos meses, la pérdida del grado de inversión es segura, luego del descenso de estable a negativo y de las advertencias de las calificadoras internacionales, lo cual sería catastrófico para el ya menguado flujo de recursos externos.

Las advertencias no son gratuitas. La deuda externa pública pasó de 39 mil millones de dólares en 2010 a 66 mil millones en 2015, con 68% de incremento en cinco años, equivalente a 9 puntos del PIB (del 14% al 23%). Convertida a pesos, se incrementó en 77% por efecto de la tasa de cambio durante los últimos dos años.

En el frente externo la situación es dramática. La balanza comercial pasó de superavitaria en 2011, en más de 5 mil millones de dólares, a deficitaria en 2015, en cerca de 16 mil millones, con una caída de 21 mil millones de dólares en cuatro años.

Frente a horizonte tan oscuro, el recorte de 6 billones es un paño de agua tibia y se impone la reforma integral, eso sí, buscando equilibrio entre la protección de la inversión y la generación de empleo, y la preservación del ingreso del colombiano de a pie, que está detrás del consumo de las familias que mueve la economía.

Nota bene. De dónde saldrán 11 billones anuales para lo que ahora llaman posacuerdo, porque el conflicto seguirá en cabeza del ELN y otros malandros. Que la DIAN salga a recuperar ¡30 billones! de evasión anual.

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