¿convertir a colombia en otra “catedral”?

“Es un poco peligroso mostrarse demasiado generoso en gestos, actitudes o lenguaje con la guerrilla, los paramilitares o cualquier fuerza armada al margen de la ley. Por lo menos en el caso de las Farc, ellas interpretan la generosidad como una señal de debilidad. Algo de eso ocurrió en las administraciones de Belisario Betancur y Andrés Pastrana”. Apartes del prólogo de Cesar Gaviria Trujillo al libro “Contra todas las apuestas” de Humberto de la Calle.

Interesante caso, digno de una investigación en el campo de la psicodinámica de la memoria, el fenómeno de lectoescritura que se presenta en la familia Gaviria Muñoz, en donde al hijo se le olvida leer lo que le corresponde y al padre lo que escribe.

Muchos que dicen ejercer el oficio político volvieron dogma, y encontraron la disculpa para su falta de coherencia y principios, la frase que dice que: “la política es dinámica”. Pero sabemos que realmente es la forma elegante de expresar la idea según la cual, quien no está bien asado es porque no se ha volteado suficientemente.

Lo triste para este tipo de “políticos”, es que por mucho que intenten mostrarse distintos con sus contradictorias volteretas conceptuales, al final su naturaleza básica siempre queda expuesta.

La semana pasada el expresidente Gaviria, sin rubor alguno, propuso que la oferta vergonzosa y cínica que lleva en su código genético el marco legal para la “impunipaz”, se extienda a todos quienes estuvieron involucrados de alguna forma en el conflicto colombiano. No tendría que extrañarnos que semejantes propuestas salieran del expresidente que cuando en su momento se vio desbordado por otro cartel narcotraficante, en vez de neutralizarlo, negoció una extraña “rendición” que le permitió que instalara una oficina de alta seguridad que se convertiría en su nuevo centro de operaciones y en la “catedral” de sus sanguinarios sacrificios.

Como las rayas no se le borran al tigre por mucho que le cambien sus rugidos, ahora el desmemoriado expresidente pretende que su magnífica y “exitosísima” fórmula para conseguir la paz, sea ampliada a todo el territorio nacional y se convierta Colombia en una gigantesca versión de la macabra “catedral”.

Si todos resultamos culpables, lo mejor es que todos nos demos por perdonados y nadie pague sus cuentas con la justicia. Según esta lógica perversa, hay que ser muy tonto para no pensar que estamos al borde de convertirnos en la versión subdesarrollada del paraíso si extorsionamos a los privados y militares que cometieron delitos, con la misma propuesta que le otorgaron, sin nada a cambio, al cartel narcoterrorista ahora convertido en actor político. Eliminemos la ley y se acaba el delito.

Hagámonos pasito y verá que no volvemos a oír de violencia y delincuencia. Es el credo de quienes confunden el apaciguamiento con la paz y pregonan la idea que la seguridad es solo menos muertos. Si legalizamos e institucionalizamos a los delincuentes, si no los perseguimos en el monte o en los barrios, ¿qué necesidad tendrán de matar? y por ahí derecho mejoramos las estadísticas del número de muertos y alcanzamos la paz¡No haber sabido antes! .

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