Correa, el editor de periódicos

Ecuador persigue a los medios que no publiquen aquellas informaciones consideradas de “interés público”

El Gobierno de Ecuador se ha propuesto la ingente tarea de controlar lo que escriben, y no escriben, los periodistas. No es nada nuevo eso de dar rienda suelta al deseo de poner bajo el control político a los medios de comunicación. Como tampoco es nuevo intentar que parezca lo que no es. Rafael Correa llama defensa de la ciudadanía a lo que en realidad es un ataque a la libertad de prensa. El presidente se apoyó en lo que denominó una “privatización abusiva de la opinión pública” para aprobar en 2013 la polémica Ley de Comunicación de Ecuador, que cada cierto tiempo va dando la razón a quienes alertaron de la censura escondida detrás de la norma.

El último capítulo del absurdo nace de la ventanilla de multas que abrió el Gobierno en defensa del “interés público” con el objetivo, entre otros, de perseguir a los medios que no publiquen aquellas informaciones consideradas imprescindibles para el bien común. El último crimen periodístico lo perpetró el diario La Hora, que tuvo la osadía de no ofrecer a los lectores el balance de la gestión del alcalde de Loja, una ciudad al sur del país de algo más de 200.000 habitantes.

A la ventanilla del Gobierno acudió cargado de razón el susodicho alcalde, espantado al no ver reflejadas sus palabras en las páginas del diario. La llamada Superintendencia de Información y Comunicación también entendió que era un agravio para los lectores de La Hora no ver cómo se valoraba a sí mismo el político. Calificó la actuación del periódico como “censura previa” y le impuso una multa de 3.540 dólares.

El diario se ha declarado en rebeldía y no ha abierto la cartera. Después de doce denuncias y unos 14.000 dólares pagados a la Superintendencia en los últimos años por distintas razones, ha dicho basta. El trabajo en la redacción se ha vuelto cada vez más difícil, pero la decisión de encararse les ha llenado de fuerza. La multa del Gobierno y la resistencia del diario han tenido más eco internacional del que podría soñar jamás el envalentonado alcalde de Loja, aunque el mismísimo Correa hubiera ordenado plasmar el resumen de su gestión en la primera página de todos los periódicos de Ecuador.

La ventanilla de reclamaciones del Gobierno debería llenarse ahora de agraviados que buscan la misma suerte que el regidor. Podrían hacer fila todos los remitentes de los correos electrónicos que inundan las bandejas de entrada de los periodistas. Donde se cruza la invitación de un político para un acto de campaña con la inauguración de una muestra de arte, la presentación de resultados de tal banco con la función de teatro de una asociación de vecinos de barrio. Así hasta miles exigiendo su espacio en aras de ese interés público que dicta el Gobierno.

Se empieza con la disparatada historia del alcalde de Loja y se acaba sin prensa libre. El miedo es la forma más rápida que tiene el poder de colarse en las reuniones editoriales de todos los medios. Hacerlo en nombre de la ciudadanía es el mayor descaro.

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