Crisis venezolana y reto a ONU

La dictadura de Maduro está ganando tiempo
Masas no se pueden exponer a genocidio cantado

El tiempo juega a favor de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Desde enero pasado cuando el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, fue proclamado como Presidente interino de ese país y empezó a ser reconocido por la comunidad internacional, se advirtió que lo más importante era redoblar la presión sobre el régimen chavista, tanto a nivel interno como  externo, pues si se dejaba el mínimo espacio para que el gobierno ilegítimo tomara un respiro, este punto de ebullición de la cruzada para sacarlo del poder se difuminaría a corto plazo.

Lamentablemente, dos meses largos después esa infausta previsión parece estarse cumpliendo. Si bien es cierto que Guaidó ya es reconocido por decenas de países, sus embajadores ejercen en varias naciones e incluso el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de Estados Americanos aceptó sus delegados, la dictadura ha podido resistir la presión internacional y la oposición local. Pese a las duras sanciones políticas, económicas, jurídicas, comerciales, diplomáticas e institucionales desde el extranjero contra el gobierno chavista, es evidente que el apoyo de Rusia y China a Caracas disminuyó el efecto de las mismas. Es indudable también que el pulso geopolítico entre Washington y Moscú neutralizó en gran parte la presión internacional, circunstancia que impide que la oposición, en cabeza de Guaidó, tenga la capacidad de tomar una sola decisión de gobierno a nivel local. Prueba de ello es que el primer contingente de ayuda humanitaria que ayer, por fin, comenzó a llegar a Caracas, en cabeza de la Cruz Roja Internacional, tuvo que ser negociado y aprobado por la dictadura pese a estar disponible hace muchas semanas. En contraposición, el gran esfuerzo internacional, con Colombia a la cabeza, en enero pasado para entrar la ayuda se frustró por el bloqueo fronterizo ordenado por Caracas, aunque Guaidó lo había autorizado.

De otro lado, resulta innegable que si bien los contradictores de Maduro protagonizaron multitudinarias marchas en las últimas semanas, se han cuidado de entrar en enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales. Ante un régimen criminal y violador de los derechos humanos no se le puede pedir a las masas que se levanten contra la opresión a riesgo de ser blanco de un genocidio cantado.

Incluso, no pocos analistas consideran que el agravamiento de la crisis humanitaria generada por el chavismo ha llegado a tal punto que, paradójicamente, la población no tiene tiempo para volcarse a las calles y exigir la salida de la dictadura, ya que está obligada a dedicar gran parte de su día a conseguir agua, comida, medicinas básicas y proteger los pocos bienes que les quedan de las bandas criminales que se tomaron ciudades y pueblos. Y a ello hay que sumarle que el país ha estado sometido las últimas semanas a fuertes apagones, lo que restringe aún más la posibilidad de que los millones de venezolanos desesperados, hambrientos, enfermos y sin empleo se unan a la protesta política, pues la prioridad es, simple y llanamente, sobrevivir a la catástrofe.

De otro lado, si bien en los últimos dos meses la dictadura ha visto caer de forma dramática su posibilidad de acceder a las divisas petroleras, lo cierto es que el monto de éstas ya venía en caída libre por la rebaja dramática en la producción de crudo. Además, es indudable que los sistemas financieros rusos y chinos le han permitido alguna vía de salida, en tanto vende toneladas de oro para conseguir algo de liquidez para financiar sus ínfimas importaciones. Es más, se supone que el 28 de abril comenzará el embargo petrolero de Estados Unidos a Caracas que ahora sí debería aislar a la dictadura de cualquier fuente de financiación externa, salvo Moscú, Pekín o Ankara.

En ese orden de ideas, es entendible que el lunes pasado el Grupo de Lima exhortará al Secretario General de Naciones Unidas, a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad “a tomar acciones para evitar el progresivo deterioro de la paz y la seguridad, y brindar urgente asistencia humanitaria a la población y a los migrantes procedentes de Venezuela”. El mensaje es claro: la neutralidad institucional de la ONU ante la crisis venezolana solo favorece a Maduro y compañía, en tanto millones de sus compatriotas pasan todo tipo de necesidades o se ven forzados a huir del país.

Siendo claro que la presión de una parte de la comunidad internacional contra la dictadura venezolana no ha sido suficiente para sacarla del poder y que se requiere, entonces, un esfuerzo global, la pregunta es una sola ¿la ONU aceptará este reto?

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