¿Cuál plaza pública prefiere, señor presidente?

El tercer aniversario del Gobierno del Presidente Santos ha servido para indicar lo que será el tono y el estilo de su campaña para la reelección.

Los mensajes desafiantes que ha enviado, la descalificación de quienes no piensan lo mismo que él y el empleo de expresiones inaceptables en el lenguaje de un jefe de Estado, son una muestra de lo que viene.

Mal presagio, sin duda.

Todos sabemos que lo mejor para la democracia colombiana es la existencia de administraciones respetuosas de la opinión ajena y de fuerzas de oposición responsables y constructivas. Al fin de cuentas, esa es la razón de ser del régimen de libertades públicas.

De los gobiernos se espera seriedad y tolerancia y de los contradictores responsabilidad.

Ese es el escenario ideal.

Empero, cuando desde el más alto cargo de la nación llueven rayos y centellas contra quienes cometen el pecado de tener una opinión diferente a la visión oficial, se contribuye a deteriorar el clima necesario para que prevalezca la controversia civilizada.

Y, si esto se acompaña de una de las principales deformaciones del ejercicio gubernamental, las cosas tienden a empeorar.

Lo anterior sucede cuando el deber de informar, que tienen todos los gobiernos, se convierte en propaganda.

Desafortunadamente, en los últimos días se han visto múltiples ejemplos de lo que no debe hacer quien ocupa el solio de Bolívar.

Los insultos a su primo doble, precandidato del Centro Democrático, Doctor Francisco Santos Calderón; llamar amigos de la guerra a quienes piden paz sin impunidad; descalificar a todo el que crea que es mejor conversar previa cesación de las acciones criminales de las Farc, e inundar los medios con pura propaganda oficial, que es lo que ha hecho el Presidente, no permiten tener muchas esperanzas acerca de la conducta del ejecutivo en los meses que se avecinan.

Pero… Bueno, frente a esas señales desafiantes, lo aconsejable es contribuir a la creación de escenarios que faciliten la controversia en los mejores términos posibles.

En una de las tantas manifestaciones de ira que ha tenido recientemente, el Doctor Juan Manuel Santos dijo algo así como que le encantaría tener al frente a sus críticos para debatir los logros de su mandato.

Pues bien, si eso es cierto, lo mejor sería hacerlo en una plaza pública.

Ya es hora de darle a las plazas, nuevamente, el valor que tienen para la democracia.

Llegó el momento de discutir sin maquillaje ni limitaciones de tiempo.

Estamos de cara a la oportunidad de confrontar posiciones sin pregrabados ni escenarios que otorguen la ventaja unilateral de pontificar sin contradictor.

Es el momento indicado para que el Presidente, tal como dijo que desea hacerlo, responda por el deterioro de la seguridad, la caída de la agricultura y la industria, los fracasos de la reforma a la educación superior y la justicia, y el mediocre comportamiento de las locomotoras, para mencionar solamente algunos asuntos.

Y como de lo que se trata es de identificar el mejor espacio para contrastar posiciones constructivamente, vuelvo a preguntarle al Jefe del Estado: ¿Cuál es la plaza pública de Colombia que más le gusta para que hagamos el debate sobre su gobierno?

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