Cualquier sismo puede acabar nuestra vida

Con ansiedad y tristeza leemos en la prensa y escuchamos noticias sobre terremotos en diversas regiones. Las imágenes del impacto de estos movimientos telúricos, laceran nuestra sensibilidad, a tal punto, que no importando la distancia en la que nos encontremos de donde ha sucedido, nuestro corazón se conmueve.

Sé que muchas personas al iniciar la lectura de este artículo, puede que piensen y se pregunten que el autor del mismo no sabe nada de sismología y están en lo cierto; la realidad es que estos acontecimientos sin lugar a dudas representan un desafío para cualquier país, ninguno está exento de que sea sacudido en cualquier momento.

Sin embargo el día de hoy no vengo hablarles de este tipo de terremoto, sino del terremoto que está sacudiendo hoy en día nuestros corazones; me refiero al que se produce a consecuencia de las decisiones que toma el ser humano en momentos en que la desesperación, la angustia, celos, temor, ansiedad, ira o rencor se apoderan de él.

De la misma forma en la que los terremotos o cualquier otro fenómeno natural no respetan lo rico o lo pobre que sea una nación para sacudirla y estremecerla en cuestión de segundos y dejarle heridas para siempre, de esa misma forma el terremoto al que me refiero y que sí podemos evitar, no respeta lo próspero o lo menesteroso que seamos, para en cuestión de segundos estremecernos para siempre.

En los últimos días hemos visto noticias muy desgarradoras tales como un padre que mata a su hija, los soldados asesinados, un hombre que mató a su hijo, un hombre que mata a su hermano o a sus padres, funcionarios que se roban la plata del erario y dejan sin comida a los niños en los colegios, hombres que se ganan la confianza de sus patrones y luego los asesinan etc., etc., etc., hechos de violencia intrafamiliar y violencia intrapersonal que constituyen verdaderos terremotos que están a nuestra vista.

En su libro Meditaciones del Quijote, Ortega y Gasset dijo muy apropiadamente "Yo soy Yo y mi circunstancia, y si no la salvo a Ella, no me salvo Yo”.

Si queremos salvarnos, es decir, vivir una vida llena de una gran fuerza espiritual, tenemos obligatoriamente que acercarnos a Dios, pidiéndole nos de sabiduría para tomar buenas decisiones.

Cuando haces sufrir a otra persona, le produces estrés. Hacer mal a los demás es una forma segura de obstruir nuestra empresa más importante en este respirar efímero que es ser un buen y correcto ser humano.

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