Cuba: ¿dónde está el dulce?

Con motivo de los 60 años de la revolución cubana, algunos analistas hacen un “balance agridulce” sobre dicha rebelión. En casi la totalidad de estos reportajes, y para justificar el calificativo de “agridulce”, los observadores afirman que si bien es positivo que Cuba les pueda dar a sus habitantes educación gratuita, salud universal, techo y comida, es deplorable la falta de libertades individuales. Estos críticos se equivocan, ya que allí no hay nada de dulce: todo (salud, techo y comida) es tan precario como agrio. (Dada la manifiesta incompetencia de sus líderes, la otrora pujante industria azucarera cubana desapareció).

En reciente tuit, @ernestosamperp, sin pudor, afirma la siguiente temeridad: “La revolución de Cuba es la revolución de la igualdad. Cero analfabetismo, cero desempleo, atención integral de salud, vivienda para todos, educación gratuita, comida para todos. Si la ausencia de necesidades, como dice Amartya Sen, no es la libertad, ¿qué será?”. El expresidente, haciendo eco al discurso de sus anfitriones (y casi con certeza hospedado en un hotel de lujo reservado exclusivamente para los extranjeros y visitantes ilustres), no debió tener oportunidad de conocer la realidad que afronta el pueblo cubano, porque si se pasara por los barrios marginales de La Habana, Samper se hubiera dado cuenta de que aún por debajo de la pobreza en que vive la inmensa mayoría de los cubanos, hay un miserable lumpen con serios problemas de ocio, alcoholismo y drogadicción. También se percataría de que lo de pleno empleo es un mito; que la atención integral de salud está reservada a los “cacaos” del régimen; que la vivienda para todos (si es que por vivienda se incluyen los precarios ranchos con tejas de cartón) es un espejismo y que lo de la comida para todos es una quimera. El salario medio de un cubano difícilmente le permite adquirir cada mes 20 barras de pan, tres docenas de huevos, un kilo de leche en polvo, diez latas de puré de tomate, un kilo de pollo y un litro de yogur natural.

El régimen cubano, aquel que tanto admira Samper, lleva muchos lustros manejando un negocio sórdido y truculento que está pasando inadvertido por la comunidad internacional: la explotación y el tráfico de seres humanos. El gobierno de la isla exporta médicos y deportistas a diferentes partes del mundo, exigiendo pago en moneda dura y/o petróleo. En pocas palabras, lo que practica el gobierno es una forma de trabajo forzoso, una especie de esclavitud del siglo XXI. El Estado cubano se queda con la inmensa mayoría de los fondos que recibe (en muchos casos por encima del 70 %), entregándoles a los profesionales que exporta un salario de subsistencia. Para asegurar que estos profesionales no busquen asilo o se escapen, el gobierno cubano se cerciora que las familias queden como rehenes virtuales. Lo ocurrido en Brasil muestra cómo el gobierno cubano se beneficia de sus misiones médicas en el extranjero, que vende como diplomacia médica, pero se parecen mucho más a la servidumbre contratada.

Apostilla: la unión en contra del fiscal de fuerzas oscuras como las Farc y Gustavo Petro, y la exigencia de su renuncia por parte de organizaciones como la Comisión Colombiana de Juristas y la Asociación Nacional de Mamertos (Asomamert), es prueba fehaciente de que el fiscal está haciendo su tarea y, por lo tanto, merece nuestro total respaldo.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar