Cuentas por pagar

El Gobierno presentó al Congreso un presupuesto con un faltante por cubrir de 12,5 billones de pesos. ¿Qué compone ese hueco?.

Este es el país de los embelecos. Además de los fuegos de las Farc y el Eln, que matan a diario, vivimos entre fuegos artificiales, con los que buscan embobarnos. Que el presidente Juan Manuel Santos le dio un profundo vuelco a la Casa de Nariño para hacerla más eficaz, gracias a los consejos del ex primer ministro británico Tony Blair. Como si Blair supiera de eso: en Gran Bretaña no hay Presidencia de la República; es un reino, con reina y primeros ministros. Y el otro fuego artificial es el debate sobre la legalización de la marihuana: mientras esa legalización no sea mundial, ¿de qué sirve?

En lo de la Presidencia, hay que celebrar que Santos haya designado a Néstor Humberto Martínez ministro sin cartera de la Presidencia: por fin un líder en la Casa de Nariño. Buena falta que hace alguien de criterio para lo que viene: las Farc ya notificaron que este año no firman el acuerdo y que, mientras tanto, seguirán con sus crímenes; y el Congreso está más rebelde y alborotado que nunca porque Santos no tiene con qué satisfacer tanto compromiso que adquirió en su angustiosa campaña de reelección.

El más reciente ‘conejeado’ es el expresidente César Gaviria. Santos se comprometió con él a no inmiscuirse en la elección de Contralor y, al final, se le atravesó al candidato de los liberales que el exmandatario apadrina. Gaviria, que jugó un papel clave para que el Presidente siguiera cuatro años más en palacio, acaba de aprender lo que Álvaro Uribe supo hace cuatro años: que Santos no perdona a quienes lo ayudan a elegirse. La política es así. Raro que Gaviria lo ignorara.

Todos estos líos van más allá de la pelea de los liberales por una entidad con gran margen burocrático, como es la Contraloría. ‘La U’, el partido fundado por Santos cuando él y esa colectividad eran uribistas, está molesto con el Presidente porque le asignó cuotas como Gina Parody, en la cartera de Educación, a quien los de ‘la U’ no reconocen. Los conservadores también andan furiosos y se la pasan hablando con Uribe y su bancada opositora. Santos hace lo que puede: está como Avianca cuando sobrevende un vuelo y, a la hora de abordar, tiene que dejar en tierra a una veintena de pasajeros. Qué remedio.

Pero el lío es otro. Y bien grande. Al caerse la venta de Isagén, que iba a producir 6 billones de pesos para las carreteras, es inevitable poner el ojo en el hueco fiscal. El Gobierno presentó al Congreso un presupuesto con un faltante por cubrir de 12,5 billones de pesos. ¿Qué compone ese hueco? No hay grandes inversiones. De hecho, en vivienda social y carreteras el presupuesto cubrirá lo que eran vigencias futuras de lo que ya está en ejecución. No hay plata para nuevos proyectos. Y menos sin la venta de Isagén.

El presupuesto de inversión para el 2015 no crece: se mantiene en el mismo nivel que el de este año. ¡En cambio el de funcionamiento se dispara en 7 billones de pesos! ¿Por qué? Están los costos de los paros agrarios (1,5 billones, me dice un conocedor). Y el alza a los maestros para que no hicieran huelga en plena campaña reeleccionista (otro billón). Y el crecimiento de la burocracia para cumplirle a la clase política, pues si uno solo de los partidos santistas se va, el Presidente pierde sus mayorías. Del 2013 al 2014, el costo del funcionamiento del aparato estatal aumentó 13 por ciento. Para el 2015 crecerá otro 6.

Buena parte es la factura de la reelección. Con semejante hueco, que equivale a poco más del 5 por ciento del presupuesto, es inevitable una nueva y durísima reforma tributaria. Más 4 por 1.000 a las transacciones financieras, más impuesto al patrimonio y más cargas que afectan, sobre todo, a los empresarios pequeños y a la clase media, pues son los que no tienen margen para pagar más tributos. Preparémonos: la cuenta pendiente de la reelección la pagaremos los contribuyentes.

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