De Santos y Piedad

Sin hacerle asco, el presidente Santos se convirtió en Alcalde Mayor de Bogotá. El destituido Petro había denunciado que la decisión del Presidente no era más que un cálculo político para ganar votos en esa urbe que constituye una cuarta parte del censo electoral. Como lo mencioné en reciente columna en El Tiempo (¿La piedra de los sacrificios?, 25/03/2014), creo que el asunto tiene más que ver con la negociación de La Habana de lo que cualquiera podría creer. Pero es un hecho que Santos va a aprovechar estos dos meses de campaña para ofrecerles el oro y el moro a los bogotanos aunque después no les cumpla nada.

En dos meses hay tiempo para prometer muchas cosas pero no para ejecutarlas, ni siquiera para organizar contratos y abrir licitaciones. Y tratándose de un pobre ejecutor como Santos, menos. Tampoco es un lapso de tiempo lo suficientemente amplio como para medir los resultados de las decisiones que sí pueden implementarse rápidamente, como los 300 policías que van a destinar al sistema TransMilenio. Sin embargo, ante los desbarajustes y el desgreño en que está sumida la ciudad, tras tres pésimos gobiernos de izquierda, un esfuerzo bien mermelado y coordinado puede enseñar un enorme contraste entre el caos actual y lo que puede ser un futuro esperanzador.

Lamentablemente, serán muchos los incautos que caigan embelesados ante tantas propuestas de Santos para Bogotá, la mayoría de las cuales son proyectos de la administración Petro que estaban prácticamente paralizados por su ineptitud. Lo cierto es que corresponde claramente a la catadura moral de Santos el aprovecharse de semejante papayazo para voltear a su favor el voto de la Capital, pues en las elecciones presidenciales muchos capitalinos sentirán que lo que están eligiendo es Alcalde, sobre todo si los que llegan a segunda vuelta son Peñalosa y Santos.

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Pasando a otro tema, es claro que la propuesta planteada por Piedad Córdoba, en el sentido de incluir una papeleta por la paz en las elecciones presidenciales, para exigir una asamblea nacional constituyente, es una prueba más de que las Farc no están interesadas en la paz sino en tomarse el poder por decreto. Así como Santos está obsesionado con la firma de los terroristas a cualquier costo, ellos están obsesionados con una constituyente en la que sean mayoría para escribir una Carta Política a su antojo con el fin de poner a Colombia en la órbita del castrocomunismo.

Basta ver que la reacción de Gustavo Petro ante su destitución ha tenido el mismo sentido: se propone trabajar por el voto en blanco para las presidenciales y promover la realización de una asamblea nacional constituyente con el argumento de que las atribuciones de la Procuraduría deben ser abolidas, obviando que esas atribuciones le fueron provistas con activa participación del M-19 y que en más de 20 años jamás, a Petro, le parecieron excesivas. Solo ahora. Y trata Petro de incluir al expresidente-senador Álvaro Uribe como cabeza de otra vertiente que reclama una nueva constitución cuando voces autorizadas del uribismo se han expresado es a favor de una asamblea constitucional limitada tan solo al tema de la justicia.

La misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos que tanto ha abogado por Petro con actuaciones de medianoche, mientras que lleva años haciendo ojos ciegos con casos como el del general Uscátegui, está solicitando reformas constitucionales que expongan al país a las arbitrariedades de estas entidades de reconocido tinte de izquierda, con lo que se constituye en un factor más de presión para instalar una constituyente.

Esto lo habíamos advertido de tiempo atrás. Santos ha prometido un mecanismo para que los colombianos refrendemos (o revoquemos) los acuerdos a que se llegue en Cuba, pero las Farc no le van a jugar a eso porque no obtendrán tanto como quieren —y lo que quieren es todo— y porque corren el riesgo de que el país no refrende lo acordado, o que no se supere el umbral. Un Santos acorralado, en una peor segunda parte, nos meterá en una constituyente en la que las Farc y sus adláteres, como doña Piedad, serán absoluta mayoría y habremos sido derrotados después de haber vencido. Seremos un caso digno de estudio para la Historia pero indigno para nosotros mismos.

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