Del tirón de orejas de agencias internacionales

La inflación ya se salió de madre, y los déficits van poniendo dondequiera su sello característico.

Sea lo primero hacerme eco del duelo nacional por el absurdo y trágico accidente en que pereció, en plena madurez, la destacada figura intelectual de Juan Mario Laserna Jaramillo, con apenas 49 años de existencia. Heredero como fue del genio y las múltiples virtudes intelectuales de su padre, Mario Laserna Pinzón, fundador de la Universidad de los Andes, profesor en varias instituciones extranjeras de vasto renombre y embajador de lujo en tantas potencias culturales.

Cuando se tienen 94 y medio años de vida, en buena parte procelosa como en el caso de quien escribe estas líneas, la condolencia es mayor al ver truncada la de una personalidad sobresaliente de la cual era de esperar muchos buenos frutos más. Definitivamente, la longevidad fruto es de la suerte o los designios inescrutables de la Providencia.

Pasando al candente tema económico, se encuentra el tirón de orejas a Colombia por causa de su peligrosa situación en varios ángulos y por varias agencias calificadoras de riesgo, contra la versión alegre y optimista de sus autoridades. La larga persistencia de su elevado déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos comprometía, al fin y al cabo, recursos externos equivalentes.

Pese a esta circunstancia, en los medios oficiales de Colombia se pretendía servir de modelo a las demás economías de países subdesarrollados de la región y, en este convencimiento, se descansaba sin mayor miramiento por sus falencias. Salvo en lo relacionado con la reforma tributaria de turno, tras los descalabros y desalientos inducidos por la anterior y no obstante la plena conciencia de que la inflación desbordó los límites previstos. El problema es que en Colombia las condiciones objetivas son más desfavorables que en otros países con la misma calificación.

Va siendo pasada la hora de establecer si las políticas prevalecientes son las más adecuadas en los diversos aspectos o si en algunos se están aplicando criterios obsoletos e inadecuados para una economía en desarrollo, urgida de impulsos específicos y salvaguardas de la misma naturaleza, a tono con sus realidades inocultables. Por ejemplo, el libre cambio podría lesionar irreparablemente sus limitadas potencialidades, conforme se comprobó con el experimento ruinoso del llamado Consenso de Washington, del cual terminaron por arrepentirse sus artífices principales.

Está visto que cuanto signifique apertura hacia adentro resulta, en general, irreparablemente nocivo. Basta ver la lista interminable de las industrias que sucumbieron por su incapacidad de competir aquí mismo con las privilegiadas del extranjero. Aun así, continuaron valiéndose de cada ceja de luz en el horizonte patrio y sucumbiendo apenas se disipó.

Las veleidades neoliberales, que parecieron por siempre fenecidas, dan muestras de tornar a levantar cabeza y dejar su ruinoso rastro, en la medida en que todo o aspectos sustantivos se abandonan a las fuerzas del mercado. Ahora, cuando las agencias internacionales de riesgo lanzan sus voces de alerta, bien vale meditar en las responsabilidades internas y en la capacidad o en la voluntad de corregir equivocados rumbos.

La inflación ya se salió de madre, y los déficits van poniendo dondequiera su sello característico. La única tabla de salvación no puede ser la socorrida reforma tributaria. En un conjunto más coherente debiera integrarse, sin perder de vista un panorama más amplio y coherente y sin tornarse en simple y crudo arbitrismo.

Porque si lo fuera, serviría para satisfacer o saciar apetitos burocráticos, pero no constituiría palanca complementaria de la economía colombiana, así satisficiera roscas políticas y engranajes burocráticos a su servicio. No se olvide que allá, en el fondo, se encuentran las responsabilidades de la paz.

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