Demasiadas bestias

Mientras haya quienes justifiquen la violencia ciega por unas ideas, matar será una opción válida.

Cuatro terroristas disparando con AK-47, a cara descubierta, contra una multitud de jóvenes que solo querían escuchar su concierto de rock, es el futuro que nos espera en Europa. Y en el planeta. Carnicería tras carnicería. Un mundo aterrorizado por unos fanáticos religiosos que quieren imponernos su demencia. No sé si Alá es el más grande o lo es Dios, Buda o la mamá de Tarzán. Me importa cinco. Que cada cual crea lo que quiera y que deje a los demás en paz.

Asesinar a mansalva no tiene defensa alguna. Pero mientras haya quienes justifiquen la violencia ciega por unas ideas, mientras crean que el premio de practicarla durante lustros son 40 curules gratis, matar será siempre una opción válida. No importa si se llama ISIS, Farc, Eta, Boko Haram y demás siglas sanguinarias, todos los países deberían rechazar que alguien se arrogue el derecho a asesinar inocentes.

El problema para Europa es que nunca sabe qué hacer, la crisis se les salió de las manos porque sus países son incapaces de asumir una política de seguridad común. Y para los refugiados sirios, otro dolor de cabeza no resuelto, los atentados de París no pueden llegar en un momento más inoportuno. ¿Quién querrá ahora islámicos de vecinos?

Ya algunas naciones del este europeo rechazaron recibir oleadas de musulmanes. Polonia, República Checa, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Estonia declararon que solo acogerían sirios cristianos. En la República Checa surgió un ‘Bloque contra el Islam’ que logró 150.000 firmas en pocos días. Y el muro de contención de los ciudadanos que ven en los exiliados una amenaza aumentará después de la matanza parisina.

¿Qué ruta seguir? Ese es el dilema que no lo resolverán ni el pusilánime y mediocre Hollande, ni sus colegas de la UE, incluida Ángela Merkel, la única estadista. Tampoco Obama, que delegó el liderazgo de Estados Unidos en muchas manos, casi todas temblorosas y carentes de visión. Estamos en un callejón sin salida.

Pero no faltará escuchar al orfeón habitual corear que Europa merece su suerte por intervenir en el Oriente Próximo. Por la expoliación de la época colonial y por contar con unas sociedades democráticas y desarrolladas que valoran el ser humano y sus derechos fundamentales. Siempre hay razones históricas, siempre errores garrafales, pero segar a sangre fría la vida de decenas de jóvenes no soluciona nada. Igual que no arregló la pobreza y el hambre de los campesinos colombianos sembrar los campos de minas.

Si fuera por inequidades e injusticias, Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Catar, dictaduras despreciables y corruptas, serían los primeros objetivos en la lista. Pero esos locos han emprendido una guerra de religión y contra ella es imposible oponer argumentos, porque no escuchan. Es Alá o Alá, y mejor si los matan matando. A cada “mártir varón de la yihad” le esperan 72 huríes (vírgenes) para endulzarle la eternidad. Y un solo hombre a las mujeres con el que se sentirán satisfechas en el mismo paraíso.

Si ya es una proeza intentar que ‘Gabino’ y ‘Timochenko’ entiendan que sus métodos son repugnantes y que nadie los aprecia, imaginen lo que sería entablar diálogo con los irracionales islámicos que se atan explosivos a la cintura y vuelan por los aires gritando “¡Alá Akbar!”. Si leen Nieve, del premio nobel turco, Orhan Pamuk, comprenderán que no hay cómo detenerlos.

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