Democracias a la deriva

Mientras no se derrote la corrupción y no se logre mayor equidad y productividad, la región seguirá buscando su futuro a tientas.

En las elecciones latinoamericanas y caribeñas del pasado 25 de abril o en las que están en curso salta a la vista la precariedad de la democracia en la región: erosión de los partidos, crisis de liderazgo, desprestigio del sistema electoral. El ‘todo vale’ para ganar se impone, así los gobiernos exalten sus democracias y los candidatos hablen de cambio.

En Colombia, con tal de mantener la sigla registrada y recibir beneficios, los partidos avalan candidatos que aporten votos comprados así sea con dinero o hacen coaliciones clientelistas para asegurar el acceso a la nómina y los contratos. Así salió elegido el 60 por ciento de los 152 candidatos denunciados por nexos directos o indirectos con paramilitares, narcotráfico, contrabando, minería ilegal y contratación pública amañada, que dejan a zonas cruciales del posconflicto en manos de mafias, corrupción y violencia.

En la segunda vuelta presidencial argentina, el uso del miedo contra el adversario impide el debate sobre las transformaciones que cada candidato ofrece. El oficialismo de Daniel Scioli promete cambios para prolongar los 14 años de peronismo en el Gobierno, doce bajo el kirchnerismo. Además señala a la coalición Cambiemos, del opositor Mauricio Macri, de pretender la presidencia y ganar los gobiernos de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, controlados por el peronismo durante 28 años, ocultando su plan de volver al pasado neoliberal.

En Guatemala la corrupción quebró el sistema político. La indignación ciudadana tumbó al Gobierno e hizo presidente al que le pareció más limpio de toda mancha política. Con el lema ‘Ni corrupto, ni ladrón’ y prometiendo “por varios años los hice reír y ahora como presidente no los haré llorar”, el recién elegido Jimmy Morales ahora enfrenta denuncias contra su asesor financiero por plagio, contra su Frente de Convergencia Nacional por ser instrumento de halcones militares en los juicios por la represión en los ochenta, y contra uno de sus diputados por delitos de lesa humanidad.

El Gobierno de Haití resaltó la jornada del 25 de octubre para elegir alcaldes; la segunda vuelta legislativa y la primera ronda presidencial, con 54 candidatos, fue la más tranquila de su historia. Pero la tardía presentación de resultados aumentó las acusaciones de fraude y las exigencias de anulación de los comicios, que amenazan la segunda vuelta presidencial, en diciembre. Ya se habían presentado amagos de violencia en la primera vuelta de las legislativas cuando, por deficiencias electorales, solo acudió el 18 por ciento de los votantes y apenas resultaron elegidos 9 de los 118 diputados y ninguno de los 20 senadores.

“Como sea”, repite Nicolás Maduro, asegurando, contra todos los pronósticos, que el chavismo ganará el 6 de diciembre. La oposición denuncia el ventajismo oficial al inaugurar obras, anunciar aumentos salariales y encadenar radio y televisión, mientras desarrolla una estrategia para restarles votos a sus rivales, desestimular la participación donde tienen fuerza (imponiendo estado de excepción en zonas fronterizas), impedir la inscripción de candidatos, confundir al elector rodeando a opositores de homónimos y no aceptar observación imparcial.

En su década dorada (2004-2013), la región no mejoró su democracia. Ahora los problemas económicos y la recaída en la pobreza harán crecer el enojo de gran parte del electorado con el manejo corrupto del poder. Ni el libre mercado ni el retorno al proteccionismo han podido ofrecer por sí solos estabilidad social y política. Mientras no se derrote la corrupción y no se logre mayor equidad y productividad, la región seguirá buscando su futuro a tientas.

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