Derrotada la vanidad

Contra el desmesurado poder del gobierno, contra toda la comunidad internacional –desde el Papa hasta Washington, pasando por la Unión Europea–, contra la coalición de partidos políticos colombianos, contra los grandes medios de información del país y del exterior, contra la diplomacia de naciones cercanas y lejanas, contra los gremios económicos más influyentes, contra todos los factores de poder, institucionales y fácticos, contra la sesgada publicidad en televisión y radio, contra todas las encuestas de opinión, ganó el No. Fue el triunfo de una campaña que castigó a un régimen altanero y petulante. Hoy Uribe bien puede decirle a Santos: ¡los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud!

La prepotencia de Santos quedó doblegada. Estigmatizó a sus opositores. Creyó que el régimen era infalible. Pero le llegó la hora de sacar buena dosis de humildad, bajo el supuesto de que la pueda ocultar en lo más recóndito de su alma. Afortunadamente ya anunció dialogar con la oposición triunfante.

Es inaplazable conversar para repensar y concertar país. Para negociar aquello que es válido y posible para enderezar tanta improvisación. Hacer de la paz una política de Estado y no seguirla como política revanchista de partidos, llenos de oportunistas infiltrados en la excluyente Unidad Nacional.

Desde ahora es imprescindible buscar el acuerdo sobre lo fundamental. Ya la opción de un gran pacto nacional no puede ser una utopía. Hay que rediseñar no solo los caminos de la paz sino los de una economía, hoy confusa y desacelerada. Y ahogar el mito de quienes desafían a asalariados y clases medias con “clavarlos” más en la inminente reforma tributaria.

Ojalá tan amarga experiencia electoral le sirva a Santos y a su combo, que estimularon agravios y humillaciones, para bajarse de la arrogancia. Tienen que reconocer que con todo su poder del dinero, influencias y sobredosis de mermelada oficial, fueron doblegados en las urnas. Es el momento de madurar, ética y políticamente.

Las Farc han demostrado su disposición de escuchar nuevas propuestas. Saben que volver al monte es una opción que no está en sus presupuestos. Escogieron la vía política civilizada. El país sensato espera que “persistan en la palabra empeñada y no en las armas”. Hay que integrarlas a la discusión del reajustado acuerdo nacional de paz.

De todo lo positivo que sucedió el domingo, creemos que la soñada dictadura constitucional del presidente Santos empezó a hundirse. Sin la aprobación del plebiscito las facultades omnímodas para ejercer el poder se ahogaron por impúdicas. No sabemos si esta misma suerte correrá su Nobel de Paz…

A Santos simplemente le sucedió lo del almirante inglés Vernon cuando el sitio de Cartagena. Seguro de tomársela, notificó anticipadamente a Londres su triunfo. Era tal su vanidad que mandó acuñar monedas en una de las cuales aparecía Blas de Lezo de rodillas, rendido y humillado, entregándole la espada y la ciudad. Este, sin recursos, se impuso sobre el arrogante invasor. 275 años después la historia se repite como tragedia electoral que no estaba tan anunciada ni siquiera en las especulaciones de los adivinos….

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar