Desafíos de la Convención del UCD

Fue en los Estados Unidos donde se inventó la figura de las convenciones partidistas. Es una práctica inveterada del sistema político de este país con más de 170 años de tradición. Gracias a las convenciones, la militancia ha fortalecido su capacidad de influencia y su voz tiene fuerza a la hora de tomar las decisiones fundamentales. La primera de ellas, la designación del candidato presidencial.

Los medios de comunicación concentran su mirada en los partidos que la llevan a cabo sus respectivas convenciones. Por eso, expertos en marketing político en los Estados Unidos coinciden en afirmar que estos eventos son la mejor oportunidad para la “publicidad partidista”.

En Colombia los partidos políticos se han convertido en simples oficinas especializadas en tramitar avales. Los aspectos doctrinarios e ideológicos han quedado rezagados. La obsesión de los jefes de las colectividades es ganar curules al precio que sea.

He ahí la catástrofe que para la ideología significan desviaciones electorales como el voto preferente. En la reforma política de 2003 se pretendió acabar con los microempresas politiqueras, incorporando ciertas condiciones (como el umbral) para efectos de obligar la consolidación de colectividades con peso específico. Pero el legislador cometió un error garrafal: permitir el voto preferente.

Pasamos de la operación avispa a la operación abejorro. Las microempresas simplemente se escondieron bajo la sombrilla de un partido grande y continuaron trabajando sin mayores dificultades.

El Centro Democrático, o Uribe Centro Democrático, irrumpe en el escenario como una nueva expresión de la política que privilegia los asuntos doctrinarios sobre los electorales. Por eso, vemos en la lista al Senado personas de gran valía social como Paola Holguín, Alfredo Rangel, Ana Mercedes Gómez, Thania Vega –la dignísima esposa del coronel Plazas Vega- y, claro, José Obdulio. Todos personas con talante, con criterio, coherencia y claridad ideológica. Llegarán al Senado jalonados por los votos que emanan de la inmensa popularidad del Presidente Uribe.

El otro desafío al que se enfrenta el UCD es el de designar al candidato presidencial en la convención que se avecina. Desde hace algunas semanas he venido sosteniendo que el uribismo debe recuperar el poder en las elecciones del año entrante y por eso planteé la importancia de la designación del candidato único ya.

Será una convención doctrinaria, centrada en los asuntos de importancia nacional. Los tres precandidatos se presentarán en igualdad de condiciones ante un nutrido escenario de uribistas de todos los orígenes. En principio, se había planteado un “cónclave” reducido, sin mayor representatividad y con un espantoso tufo de trampa que por supuesto no fue aceptado ni por el Presidente Uribe ni por los precandidatos Francisco Santos y Carlos Holmes Trujillo.

Se acordó entonces algo mucho más equilibrado y garantista: una convención popular ampliada en la que los precandidatos tendrán la misma oportunidad de exponer sus propuestas con lujo de detalles ante quienes tendrán la responsabilidad de elegir, en una votación por segmentos, a la persona sobre la que recaerá la gran responsabilidad de enfrentar y ganarle a Santos en las elecciones del año entrante.

La convención uribista, al igual que las norteamericanas, será el escenario en el que la militancia –por eso Uribe insiste tanto en aquello del diálogo con la comunidad- tendrá la última palabra. Son los ciudadanos uribistas los que decidirán el nombre y el programa que presentaremos durante la campaña.

No podemos equivocarnos. Debemos elegir a un candidato fuerte, capaz de seducir al mayor número de electores. Necesitamos a un ganador en todo el sentido de la palabra; a alguien con arraigo popular. Acá no está en juego una vanidad personal, sino el futuro de un país que ha perdido el rumbo en estos tres años de nefasto gobierno.

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