Después de la quema se va el humo

El Señor Santos ganó las elecciones y será Presidente de Colombia por cuatro años más. Para ganar, armó, financió, amarró y enganchó la más tenebrosa coalición de grupos, partidos, organizaciones religiosas, sindicales y empresariales. En esa retorta de aquelarre cupo la extrema derecha representada en su vicepresidente Germán Vargas Lleras, la izquierda chavista del petrismo utópico, la izquierda estalinista de la UP de Aida “La Bella”, una parte de la izquierda polista del norte bogotano envilecido en la figura matriarcal de Clara López; el partido liberal bajo las flautas andróginas de los caballeros decadentes Samper Ernesto, Gaviria César, Serpa Horacio y Cristo Juan Fernando; la Marcha Patriótica de la antipatriótica Piedad Córdoba; los caballeros del Santo Grial del conservatismo ectópico, renegados de la Convención estatutaria, ejemplares en vía de extinción dirigidos por Cepeda; el partido de la U (Ubre ordeñadora) creación artificial cuyos fantasmas vuelan en las escobas presupuestales; los cacaos del empresariado antioqueño bajo la inspiración divina del especialista en Balzacy confidente del Jorobado de Notre Dame, Don Nicanor de La Ayurá; los sindicalistas sindicalizados de las confederaciones oxidadas y con permisos remunerados desde el Primero de Mayo de 1930; las iglesias heterodoxas suplicantes con personería jurídica celestial; los escritores de la lumpen burguesía; la lumpen burguesía intelectual de los medios de comunicación con pautas confidenciales y cifradas. El instructivo dice: mézclese, sacúdase y sírvase en vasos desechables acompañados de mermelada volumétrica, hasta que resulte color Farc intenso, de sabor plomizo y olor trinitrotolueno. Esa inconmensurable falange unitaria ganó las elecciones: 7.8 millones de votos. ¿Cómo se van a repartir el descuajaringado y empobrecido estado nacional a partir del 7 de Agosto próximo? No es un misterio: es la nueva “unidad nacional”. Lo que no saben los asociados con Santos es que los va a esquilmar con su novedosa cátedra de “pazología científica” y luego los traicionará, menos a la fronda aristocrática bogotana. Por supuesto muchos ciudadanos  votaron a Santos convencidos de su bondad sacrílega. A ellos nuestro respeto y espera en la próxima estación.

¿Quiénes quedaron en el otro lado de las minorías perdedoras? Media nación de ciudadanos, 7 millones que votaron por convicción, por su talante democrático y por el gen patriótico que los acompaña. No son seres especiales ni llevan la pureza como escudo maniqueo. Pero representan al colombiano del común que votó por convicción, sin que le untaran la mano con papeles del Banco de la República que llaman billetes. Son los hombres y mujeres que no ponen en venta su cédula de ciudadanía, donde están escritos los datos sencillos de su fe republicana.

En ocho meses el PCD, Partido Centro Democrático, logró crecer y participar en las elecciones para Congreso y obtuvo el segundo puesto en votación. En ocho meses se extendió por todo el país y escogió a Oscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo como sus dirigentes en la batalla civil presidencial. Hizo una alianza pública y programática con la nueva directora del Partido Conservador, Marta Lucía Ramírez, quien también dio una muestra de trabajo y recuperación de las bases partidarias. Esta coalición es coherente en su ideología y en su accionar político. No tuvo empleados públicos como cuota clientelista, no recibió apoyo de la gran burguesía industrial, financiera y comercial. No usó el presupuesto estatal para la propaganda política. Muchos de los simpatizantes y militantes recibieron amenazas de los grupos armados, guerrilla y Bacrim, para que no votaran por Zuluaga.

El Partido Centro Democrático debe sentirse orgulloso de ser un partido de centro en el espectro ideológico y programático, equilibrado, respetuoso de la ley y del orden, con las falencias propias de una organización terrenal.No es una sancochería de mil yerbas venenosas y narcóticas. Los desinformados líderes internacionales que se pronunciaron de manera vaga e ignorante sobre “la paz” en la disputa electoral, son personajes sin responsabilidad en la expresión de opiniones sin profundidad. La paz es una palabra rota que se vuelve mágica para captar votos.

El Centro Democrático tiene la joya moral de sus votantes que, como en la canción popular, ni los compran ni se venden. Y para rematar, tiene un Jefe, Uribe, que no traga entero ni anda entre la jalea de la trampa y la mezquindad, con defectos humanos que carga en “sus carnitas y en sus huesitos”. Pero posee un alma sólida como el himno nacional. Está registrado con cédula de ciudadanía cuyo número conoce el Fiscal Montealegre, su enemigo elefantino, con mucha trompa y bajo instinto. A ese ciudadano que fue Presidente lo defendemos 7 millones de colombianos.

Después de la quema el humo se va y deja ver las escenas purulentas de esta incierta democracia que los piratas del palacio de Nariño tapan con papel periódico. Ojalá corrijan la página que dejaron escrita. La paz no nos divide. Lo que nos divide es la guerra. Y esa guerra la decretaron los guerrilleros, no los soldados. Hasta ahora el método santista no ha dado resultado cierto. A verlo vamos y a llevarle flores.

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