Destinito cantado

 

Lo dije con la esperanza de estar equivocado: detrás de la alharaca de Mockus por el apoyo de Uribe a Peñalosa había sólo su hambre voraz de ser candidato.

Podía haberlo sido, por cierto, sin necesidad de hacer tanto daño a su partido y al mismo Peñalosa. Hubiera bastado con manifestar su deseo y con aceptar el mecanismo de su partido para escoger candidaturas. Pero Antanas es dubitativo y miedoso y no se inscribió a tiempo. Tampoco es coherente. Si lo fuera se habría sujetado a las reglas de juego que él mismo estableció y habría criticado la alianza de Fajardo con el liberalismo y sectores conservadores en Antioquia. Pero no, ahí pasa agachado. A Mockus le interesan Bogotá y sus propias aspiraciones, aunque para impulsarlas deba hacer papilla las expectativas de quienes se montaron, ingenuos, en la "ola verde". Que no fue sino una ligera marea, como termina por demostrarlo la entrada del partido al Acuerdo de Unidad Nacional.

Con los verdes en la Unidad, gana el presidente Santos. Alcanza una cuota aun mayor de gobernabilidad en el Parlamento y todavía más independencia frente a los congresistas y los partidos que hacen parte del acuerdo. Y no porque necesite en el Congreso los pocos votos adicionales de los senadores y representantes verdes. Con la U, Cambio, liberales y conservadores, lo que tenía hasta ahora le basta y le sobra: el Gobierno controlaba cerca del ochenta y cinco por ciento de ambas cámaras. La aplanadora santista era ya imparable. Pero la entrada de los verdes fortalece aún más al Presidente. Hoy es todavía más inmune a las demandas de quienes conforman su coalición. Si uno decide no apoyar alguno de sus proyectos, los otros lo sacan adelante. No hay manera de que algún partido o parlamentario lo presione. Santos puede darse el lujo de no ceder a las pretensiones burocráticas y presupuestales a las que fueron sometidos gobiernos anteriores. No es poca cosa.

Por lo mismo, con la entrada de los Verdes pierden los partidos que hoy hacen parte del Acuerdo, porque su peso específico sigue bajando. Y pierde, en especial, la U, que aunque es el partido más grande en el Congreso, cada día es menos importante y necesario en la coalición. Y pierde el expresidente Uribe, menos fuerte frente al Gobierno.

Ganan, en cambio, el Polo y el Movimiento Progresista de Petro, las únicas agrupaciones políticas que no hacen parte de la Unidad Nacional y, en consecuencia, las únicas que pueden presentarse como alternativas a la coalición gobernante. En medio de semejante debacle que vive la izquierda colombiana, errática, mezquina, con peleas y purgas internas y escándalos de corrupción, lo de los Verdes es un regalo inesperado.

Pero pierde la democracia, que necesita oposición, voces disidentes, puntos de vista distintos, capacidad de criticar al Gobierno, debatir y mostrarle sus fallas. Y que requiere alternativas para los ciudadanos. Hoy, fuera del Acuerdo Unidad Nacional no queda nada. O casi, la izquierda, que no es lo mismo pero es igual.

Aunque para ser justos, antes de la entrada de los Verdes tampoco quedaba. Ese partido era un grupo descolorido, sin estructura ni ideas, que nunca alzó la voz para mostrar su independencia o para abanderar una propuesta nacional. Un partido que, para rematar, se ahogaba entre los egos enormes y los afanes electorales de sus directores. Al final, su destinito estaba cantado.

No hizo la diferencia.

Rafael Nieto Loaiza

El Colombiano, Medellín, julio 24 de 2011

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