Dispensa

Los colombianos le Haremos un gran favor al país si eximimos desde ya al presidente Santos de la responsabilidad de cumplir su gran promesa de campaña: la paz. Esa es una dispensa anticipada que debemos otorgarle por el bien de todos. Hagamos uso de esa grandeza de espíritu y generosidad de ánimo que tenemos, o creemos tener. Ha llegado la hora de las grandes decisiones, nos dice el presidente, creo que somos nosotros quienes tenemos que decirle eso: o corrige el rumbo del proceso o lo abandona y volvemos a tener la seguridad de la que gozamos por diez años.

Un viejo dicho paisa dice que “bobo toreado, mata a la mama”, significando con ello el enorme peligro que entraña retar al extremo a alguien, al punto de llevarlo a cometer alguna locura con tal de no quedar como un pendejo pasivo. Eso es lo que nos puede pasar cuando todo el mundo, especialmente buena parte de sus votantes, lo están cuestionando seriamente por el enredo tan endiablado en que anda el llamado proceso de paz. A Santos lo atacan de  todos los frentes – hay que ver todos los columnistas de opinión de la gran prensa nacional – porque nadie ve que el tal proceso avance para alguna parte que no sea de la complacencia de la guerrilla. Entonces anuncia acelerar peligrosamente  el proceso. Dice María Isabel Rueda: “No es demasiado pronto tocar el cese bilateral del fuego, cuando ni siquiera se ha cumplido la confrontación de las Farc con sus víctimas, peligrosamente amenazada por la politización de su selección y representatividad, y que va rumbo a convertirse en un gran conejazo al país?”

Por su parte Mauricio Vargas: “Santos y sus delegados en la mesa deben precaver esta eventualidad nada desdeñable (de que las Farc incumplan lo pactado). Lo contrario sería abrirle las puertas a una paz de papel, limitada a unos documentos más bien vagos y, por ello mismo, volátiles, firmados en medio de la euforia, los abrazos, las palomitas blancas y las notas marciales del Himno Nacional”.

No ha sido poca cosa lo que hemos visto en las últimas semanas en términos de violencia alocada contra todo: niños, mujeres, policías, vehículos, ríos, torres, pueblos enteros, con lo que inevitablemente crece la nostalgia por Uribe Vélez. Y mucho menos lo que hemos escuchado de  parte de los negociadores de la guerrilla en agresiones verbales plenas de ese cinismo tan propio del castrochavismo, pero igualmente efectivas para confundir al público, al punto de que ya el mismo presidente Santos salió a decir que los colombianos debíamos pedirle perdón a la guerrilla. Habrase visto tamaño incordio?

Si ya vamos en eso, comenzando apenas su nuevo mandato, imagínense en las que querrá ponernos en un par de años! Por eso, insisto, hay que decirle que los colombianos lo liberamos de ese compromiso y le damos licencia para que, si lo prefiere, haga otro gobierno más de esos babosos, politiqueros y llenos de mermelada que ya conocimos, pero que no ponga en riesgo la paz que, aunque precaria, relativamente hemos tenido.

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