Dos lecturas de la primera Legislatura en gobierno Duque

Entre valorar lo logrado sin mermelada o evaluar desde una perspectiva histórico-política.

Si el Gobierno no tiene las mayorías en el Congreso, no puede responder por el desempeño del Congreso. Esa es una forma de verlo. Habría que evaluar por aparte la agenda legislativa que llevó el Gobierno y el desempeño global del Congreso.

Al gobierno le fue regular en la primera legislatura porque decidió no acudir a la “mermelada” para conseguir gobernabilidad. Y el costo político de no repetir la gobernabilidad corrupta de Santos está bien justificado. Se dice y se entiende.

Sin mayorías en el Congreso, resulta casi una proeza que el Gobierno Duque haya logrado sacar adelante las leyes de financiamiento o tributaria, del Plan Nacional de Desarrollo y de modernización del sector de TIC.

También la reforma constitucional que elimina la conexidad del narcotráfico y el secuestro con el delito político, y que no le hayan tumbado a los ministros de Hacienda y de Defensa con las mociones de censura.

En esta perspectiva, la frustración de la opinión con el trámite de la agenda anti-corrupción es más responsabilidad del Congreso que del Gobierno, pues en la separación de poderes rescatada el Congreso responde por las leyes.

Tal presentación de la primera legislatura tiene sentido o sirve en un nivel de debate político y mediático de corto plazo, pero no tanto para lo que llaman “los libros de historia”, una perspectiva más fundamental del largo plazo o la deriva del país.

En esta otra mirada, el Gobierno tiene la responsabilidad del rumbo y la marcha del país, y las mayorías en el Congreso son un instrumento muy importante para cumplir esa responsabilidad. Si, enhorabuena, el Gobierno no se presta para construir mayorías parlamentarias con mermelada, consígalo de otro modo ético y legal. No hay excusas.

La gobernabilidad programática con representación política es posible sin corrupción. El presidente Duque enfrenta un doble reto con el Congreso: sustituir la mermelada y sustituir la “ideología de la paz”.

“Corregir el acuerdo con las Farc” (ni trizas ni risas) no es sustituir la ideología de la paz, como hemos visto en el Congreso. Se necesita un relato, un gran propósito que energice o galvanice el movimiento del país en todas las capas de la sociedad, en cuyo marco determinadas correcciones del acuerdo con las Farc se juzguen naturales o necesarias.

Los congresistas son sensibles al relato y al estado de ánimo nacional. El relato les ayuda a comprender y a valorar la agenda legislativa del Gobierno, si efectivamente la agenda refleja un relato y desarrolla un gran propósito.

El presidente Duque tiene los ingredientes para darle un vuelco a la situación: un compromiso genuino con la política de los principios y valores, y una apuesta por la política de los intereses a través del emprendimiento y la equidad. Lo que necesita es rediseñar y subir la escala del relato, y llamar a una coalición de gobierno que le asegure las mayorías en el Congreso.

Sin coalición mayoritaria, las reformas urgentes y estructurales (justicia, política, pensional, educativa, …) no saldrán en las próximas legislaturas. La responsabilidad política implica poder responder por lo que aprueba el Congreso.

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