Edgardo Maya o la tumbada mayor

La espuria elección de Edgardo Maya Villazón está llena de vicios formales como lo dejaron dicho en una valiente constancia.

Semana de tumbadas en la rama judicial. Por un lado, tumbaron al polémico magistrado Francisco Javier Ricaurte que saltó de una Corte a otra en menos de dos meses a punta del famoso ‘roscograma’ que venía operando impunemente entre algunos altos jueces de la República.

En el mismo Consejo de Estado, tumbaron también la elección de Alberto Rojas quien llevaba algo más de un año en la Corte Constitucional sujeto a una oscura agenda política, según denunció públicamente el exmagistrado Nilson Pinilla.

Ambas ‘tumbadas’ representan hechos positivos para el país porque comienzan a depurar el ingreso de abogados a las altas Cortes y ponen límites a la cultura del ‘todo vale’ que se había apoderado de un sector importante de la justicia en Colombia.

Sin embargo, el sabor de la semana pasada no podía ser más agridulce. Faltaba la tumbada mayor, esta vez en contra de los intereses nacionales.

Y es que algunos magistrados de la Corte Constitucional se prestaron para ‘tumbar’ el reglamento interno de esa corporación y resucitar así a un grupo de candidatos a la Contraloría General de la República que ya estaban descartados porque no alcanzaron la mayoría de los votos. Lo más grave del episodio es que de todos ellos, terminaron escogiendo al peor.

La espuria elección de Edgardo Maya Villazón está llena de vicios formales como lo dejaron dicho en una valiente constancia los magistrados Jorge Iván Palacio y María Victoria Calle que se retiraron de la sala plena de la Corte para no hacer parte de aquel sainete. Pero además, la escogencia de Maya representa el triunfo de la politiquería en la justicia.

Sepan, amables lectores, que no es un puro golpe de suerte para el político costeño que su nombre reviviera justo ahora ni mucho menos una bonita casualidad que permitió superar la sinsalida en que se encontraban los magistrados para elegir candidato a contralor.

Lo de Maya estaba todo planeado. Un altísimo funcionario del gobierno nacional me reconoció que no era conveniente haber seleccionado a Maya hace algunas semanas porque eso hubiera enfriado las relaciones del Ejecutivo con el fiscal que tenía su propio candidato a la Contraloría.

Hacía falta que pasaran los días para que algún expresidente caritativo como Ernesto Samper hiciera el oficio de convencer al fiscal de que Edgardo Maya representaba un gana-gana para todos. Y así ocurrió. Sentados a manteles en casa del expresidente gordito, como le decía Jaime Garzón, quedó sellada la jugada para revivir la candidatura de Maya y sacarla adelante así se le tuviera que torcer el cuello al reglamento interno de la Corte Constitucional.

El mismo Edgardo Maya que se hizo reelegir procurador manteniendo abiertos procesos en contra de senadores que atemorizados votaron por él para recibir su indulgencia disciplinaria, el mismo Maya cuyo complicado entorno familiar deja tanto qué desear como lo han denunciado los periodistas Salud Hernández-Mora o Gonzalo Guillén y el mismo Maya que en dos años cumplirá su edad de retiro forzoso en el Estado, quiere tomarse la Contraloría, para sí y para los políticos costeños a los que el presidente reelecto debe tanto.

Como si no hubiera otros colombianos capaces de introducir criterios técnicos a la institución encargada de fiscalizar los dineros públicos. Como si no fuera hora de refrescar los nombres de quienes deberían llegar a esas instituciones.

Las tumbadas de los magistrados Ricaurte y Rojas parecieron nada al lado del ‘tumbadón’ que nos pegaron a los colombianos con la elección de Edgardo Maya esta semana en la Corte. Triste episodio del que todavía quedan cosas por contar…

*Twitter: @JoseMAcevedo

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