EFECTO BUMERÁN

Aunque desde el comienzo de esta campaña presidencial se sabía que la contienda iba a ser muy difícil, no solamente por el hecho de que los aspirantes iban a tener que enfrentar un candidato presidente, con todas las gabelas naturales que el ejercicio de su cargo le concede sino, además, porque se sabía de la animadversión de este por el movimiento Centro Democrático, sus directivas y su candidato Óscar Iván Zuluaga, nadie, ni los más avezados oráculos de la política, alcanzaron a imaginar la nauseabunda gazapera en la que habría de convertirla. Se conocía la calidad del personaje y del equipo que lo rodea. Se sabía que el candidato presidente es un hombre marrullero y dado a faltar a la verdad, que llegó a la presidencia luego de engañar a nueve millones de colombianos a quienes prometió una plataforma política que luego cambió por un libreto que llevaba escondido es su bolsillo izquierdo.

Se sabía de sus deslealtades, de cómo utiliza las personas para conseguir sus propósitos personales. Presente estaba lo que hizo con el expresidente Uribe, el hombre que lo llevó a la presidencia y, más recientemente, la descalificación y el posterior matrimonio por conveniencia con el inepto alcalde de Bogotá Gustavo Petro (apreciación de ineptitud que comparto). Además, un sospechoso contubernio con la Fiscalía General de la Nación y con los principales medios de comunicación nacionales (radio, prensa y televisión), entidades todas que, de tiempo atrás, venían mostrando un desvergonzado y servil favoritismo por el candidato presidente. Sin embargo, y a pesar de esos graves indicios, el grado de bajeza y ruindad que alcanzaría la campaña del presidente Juan Manuel Santos, nadie lo intuyó.

El cuento ese de los "enemigos de la paz", de la "mano negra", de "los buitres de la muerte", de los "pajarracos carroñeros", etc., sonsonete sin aparente sentido que el presidente Santos traía en su discurso desde hacía rato, no era más que parte de la compleja campaña de descrédito con la que venía trabajando la opinión pública, una cruzada para mancillar al movimiento Centro Democrático, a sus dirigentes y a su candidato. Era el abrebocas para preparar la opinión para el día del golpe letal (si es que no hay más), para esa trampa que le tenían fría y arteramente preparada y que ya todos conocemos: allanamiento de la oficina del hacker, el ilegal video del hacker, etc. Para luego articular la segunda parte del macabro plan, para acabar de minar la confianza en ese movimiento político diciendo que "pretendían desestabilizar los diálogos de La Habana", que estaban atentando contra la seguridad nacional porque hacen parte de una "gran conspiración". Todo un tinglado bajo la batuta de una mano siniestra (ojalá se sepa exactamente quiénes son), para poder decir que la campaña del Centro Democrático es una "campaña delincuencial", para quitar del camino a Óscar Iván Zuluaga, el candidato con más opción de ganar la presidencia, tal como lo solicita la dichosa "Mesa de Unidad Nacional".

Por fortuna, muchísimos colombianos se han dado cuenta de todas esas sucias maquinaciones y, no solamente están manifestando abierto rechazo a la reelección del presidente Santos, sino que, con más gana, con más decisión, están apoyando al candidato del Centro Democrático. Todo en esta vida se devuelve. La mezquindad, la vileza con que pretendieron socavar al adversario político, se volvió sobre ellos y ahora afecta negativamente a la Unidad Nacional, a su candidato presidente y a esa falsa paz que vende y que solo favorece sus intereses personales y los de los criminales de las Farc. Están padeciendo del "efecto bumerán".

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