Efectos políticos de Isagén (¿Se romperá la coalición?)

El Gobierno sigue mostrando escasa capacidad para lograr consensos.

Esta vez, en el Congreso, dónde, en torno a este asunto, ha puesto a prueba sus mayorías. A estas alturas no ha logrado explicar por qué se vendió.

Nos hemos acostumbrado a ver como “natural” que la política colombiana se reduzca a los escenarios del Congreso y un 50% de la población habilitada no participe en elecciones. Desde esa óptica, casi como regla, los gobiernos dirigen sus acciones pensando en ese tipo de gobernabilidad, pareciendo conformes con su carácter excluyente. El de Santos ha mantenido mayorías allí para todas sus iniciativas hasta ahora, cuando la venta de Isagén se realizó a pesar de una fuerte oposición parlamentaria encabezada por el socio más importante de la coalición, el Partido Liberal.

La coalición, es cierto, se ha estructurado en torno a temas más consistentes que la venta de un activo de valor estratégico. Fundamentalmente la búsqueda de la paz, por lo que no se ve en el horizonte inmediato una ruptura, salvo si desde el Gobierno, como muchos interpretan, se sigue promoviendo la candidatura del vicepresidente, en cuyo caso será, tarde o temprano, inevitable. Por eso es importante explicar suficientemente las motivaciones para vender a Isagén, cosa que no se ha hecho, y las razones por las que los recursos de esa venta quedarán a disposición del vicepresidente – candidato.

La oposición hace lo que toca. Ejerce y eso no debe sorprender a nadie. Otro problema, en esta ocasión, es que se ha advertido una ruptura entre los amigos del Gobierno que no parece solucionada con las declaraciones del carbonizado ministro de Hacienda. Planeación Nacional, por cierto, ha ofrecido la mejor explicación al señalar que la FDN, que financiará las autopistas, apalancará su capacidad desde 3,3 billones hasta 33, con los 6,4 que le ingresarán, argumentos que no han sido suficientes para gran parte de la opinión, congresistas liberales y de otros partidos, incluyendo sectores del conservatismo.

A falta de explicaciones suficientes, queda la sensación de que, en el mejor de los casos, las finanzas públicas se encuentran en graves dificultades a pesar de los mensajes de tranquilidad del presidente, al afirmar que “si sigue bajando el precio del petróleo, seguiremos buscando alternativas para dar seguridad…”. El Gobierno debería informar, para no generar incertidumbre, si es política de Estado, ante la situación de sus finanzas, vender activos, o si se trató de un hecho excepcional.

Por la manera como se adelantó la venta, el Gobierno ha quedado expuesto. Lo menos que se podía esperar era una estrategia de comunicaciones adecuada antes, la cual no existió. O medidas que anticipen algún efecto positivo, como una rebaja en las tarifas de energía. A nivel político perdió más de lo que ganó.

En resumidas cuentas el Gobierno le ha ofrecido una nueva bandera a la oposición; se ha encontrado al borde de una ruptura de la coalición; ha generado gran malestar en importantes sectores, y todavía no aparece una explicación satisfactoria. Mejor dicho: los 6,4 billones le han significado un enorme costo político y, hasta ahora, solo algunos altos funcionarios parecen convencidos de que valió la pena. Entre tanta lambonería, alguien se lo debería contar al presidente, luego de la respectiva encuesta.

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