El año que se fue

Última columna, pretexto para hacer un resumen de un año agitado.

En el plano internacional, dos hechos nos son especialmente relevantes. Por un lado, Maduro y el chavismo son un desastre que no tiene arreglo. La economía venezolana, ya muy maltrecha tanto por los fatales errores estructurales de sus políticas como por la ineptitud y la corrupción, se viene a pique con la caída del petróleo. Pero no soy optimista: tantos son los crímenes cometidos y el expolio al tesoro público, tanto lo que deberían pagar en caso de que perdieran el gobierno, que estoy convencido de que no les queda sino profundizar la represión política y el autoritarismo. No es previsible que mejore el intercambio comercial con Colombia ni que pongan fin al apoyo a las Farc.

Por el otro, la Corte Constitucional declaró inaplicable la sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso de los límites marítimos con Nicaragua. Los fundamentos jurídicos de la Constitucional son más que endebles y solo tienden a cubrir a un gobierno que aun no tiene idea de qué hacer con el fallo internacional. Mientras tanto, frente a las dos demandas adicionales de Nicaragua, una para que Colombia cumpla con la citada sentencia y otra para que les adjudiquen una plataforma continental extendida, el Gobierno entregó la defensa a dos muy buenos abogados que, sin embargo, no son internacionalistas. Y se niega a definir las líneas de base que son indispensables para tener posibilidades de éxitos.

En La Habana se alcanzaron algunos acuerdos, pero los temas sustantivos, sin los cuales es imposible el éxito de la negociación, están pendientes: impunidad para crímenes de lesa humanidad y de guerra, participación en política para los responsables de esos crímenes, no extradición, destino de los bienes de las Farc, procedimientos de concentración de tropas y de desarme, y mecanismo para refrendación popular de los acuerdos. El Gobierno quiere que el narcotráfico sea considerado conexo a los delitos políticos, que sea susceptible de amnistía e indulto, y que no se impida que los responsables puedan ser elegidos popularmente.

Mientras asesinan sin parar, las Farc anunciaron una tregua unilateral que, en realidad, tiene como condición imposible que la Fuerza Pública no las ataque, es decir que no cumpla con su misión constitucional. Una trampa.

En plena campaña, el Gobierno anunció diálogos con el Eln que, hasta la fecha, no fructifican. Y aceptó, en un grave error de juicio porque abre la puerta a un efecto espejo entre lo que se acuerda con las Farc y los elenos, mesas paralelas de negociación.

Con la bandera de que la paz está de un cacho y estigmatizando a sus contradictores, Santos ganó, con poca transparencia, la elección presidencial. Presionó a gobernadores y alcaldes para conseguir su apoyo, obtuvo el apoyo de los medios de comunicación con toneladas de publicidad oficial y promesas de renovación de licencias, untó de mermelada a decenas de parlamentarios, hizo correr ríos de dinero público para torcer la voluntad de los electores en la Costa Atlántica, manipuló al Consejo Nacional Electoral, conformado solo por representantes de la “Unidad Nacional”, para que favoreciera su campaña y perjudicara la de sus opositores.

Para rematar, en un antecedente nefasto, la Fiscalía participó activamente en la campaña a favor del Presidente. Y de la mano de este, actúa como vocero de las posiciones más favorables a las Farc.

El nuevo Congreso trajo, sin embargo, buenas noticias. El Centro Democrático se constituyó en la segunda fuerza política del país y ha demostrado que se puede hacer política de una manera distinta y ser un partido coherente, disciplinado, propositivo, presente siempre en las discusiones. El Gobierno ha logrado quórums con el Centro Democrático que de otra forma no hubiera conseguido y, cuando las ha considerado buenas para el país, ha apoyado las propuestas legislativas del gobierno como hizo, por ejemplo, con iniciativas de los ministros de Salud y Defensa.

La economía cierra un año aceptable. Pero se asoma una tormenta. Será motivo de una próxima opinión.

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