El artilugio de la paz

Tan convencido de su paz está Juan Manuel Santos como aquel patriarca de algún lugar del Caribe, pues no pasa de ser el principal artilugio para mantenerse en el poder.

“Eran los alisios de marzo que habían entrado siempre por las ventana de la casa, pero le decían que ahora eran los vientos de la paz mi general, era el mismo zumbido de los tímpanos que tenía desde años antes, pero hasta su médico le había dicho que era el zumbido de la paz mi general, pues desde cuando lo encontraron muerto por primera vez todas las cosas de la tierra y el cielo se convirtieron en cosas de la paz mi general, y él creía”…(El Otoño del Patriarca. Gabriel García Márquez).

No nos llamemos a ilusiones. La paz que nos pretenden vender no pasa de ser una promesa, una utopía, un engaño. Las expectativas que tiene el promedio de los colombianos respecto a la paz de Santos y las Farc, en parte alimentada de forma irresponsable por el mismo Presidente, son más altas de lo que puede resultar de la eventual firma.

Hasta el momento los únicos beneficiados con la promesa de la paz han sido Santos y las Farc. El primero se ha escudado en ella como estrategia para ocultar la incompetencia durante sus cuatro años de gobierno y además parahacerse reelegir; y los segundos obteniendoinconmensurables réditos políticos y el reacomodo de sus estructuras militares gracias a la soterrada tregua unilateral decretada por el Gobierno nacional.

Los principales perdedores han sido los soldados y policías de la patria, ya que sobre ellos ha recaído la furia de las Farc, lastimosamente, con la complacencia del Presidente Santos y el generalato de la paz, estos últimos, conversos de “guerreristas” a “pacifistas” gracias a la prima de fidelidad otorgada desde el Palacio de Nariño.

La paz de Santos es una mercancía que pretende cambiar por votos. Una paz que entonces no es ni noble ni desinteresada, sino efímera y amañada. No es una paz donde converge la nación, sino que excluye a los muchos que, dentro del marco de la democracia, son contradictores a su gestión de gobierno, los mal llamados “enemigos de la paz”. Curiosa forma de polarizar, radicalizar y fomentar los odios entre los colombianos; muestra fehaciente del interés instrumental que sobre ella se tiene.

La paz de Santos no es la paz de Colombia, y viceversa. Para construir una paz estable y duradera se requiere, en principio un “acuerdo sobre lo fundamental”. Dicho acuerdo sería en sí mismo su expresión máxima, puesse materializa en la reflexión colectiva sobre la forma de resolución pacífica y democrática de las diferencias políticas, sociales y económicas. Como vemos, representa en principio la renuncia a las armas y toda clase de violencia, no un fin como producto del acuerdo; y es ahí donde los desinformadores buscan sembrar confusión.

La guerrilla y movimientos de izquierda afines al socialismo aún pretenden imponernos “la paz con justicia social”, concepción ponzoñosa y amañada que busca como requisito inexpugnable para lograr la paz realizar radicales transformaciones a la estructura política y económica del Estado; en otras palabras, que les firmen por decreto las transformaciones políticas y económicas afines a sus intereses ideológicos como requisito inamovible para dejar las armas. Fiel reflejo de lo que presenciamos hoy en día en La Habana.

Bajo esta lógica, aducimos que si la paz es la desmovilización de las Farc, entonces los colombianos no pretendemos paz sino seguridad; si la paz es la presencia del Estado en todo el territorio nacional, entonces nuestro interés no es la paz sino la descentralización; si la paz es eliminar la corrupción, entonces no hay que firmar la paz sino fortalecer las capacidades institucionales de fiscalización y judicialización; si la paz es reducir el desempleo, entonces para qué la paz cuando basta con fomentar la inversión privada. Si la paz es renunciar a la violencia como mecanismo para resolver las diferencias pues entonces propiciemos ese acuerdo, de esa forma empezamos a cimentar las bases de la confianza colectiva, fundamento para el desarrollo político, social y económico del país.

Además, con lareflexión que puede hacerse sobrelos más importantes referentes de pacificación a nivel mundial, como por ejemplo el norteamericano con Martin Luther King, el sudafricano con Nelson Mandela  y el hindú con Mahatma Gandhi; constatamos que para construir la paz en nuestra compleja sociedad pareciera ser indispensable el liderazgo de un prócer que funja como el símbolo de la paz, un actor carismático con reconocimiento nacional, con autoridad moral, demócrata, convergente, superior a intereses partidistas e ideológicos, que constituya el canal para la conciliación de las diferencias y a su vez el factor estabilizador en los momentos de mayor crispación.

Twitter: @alvaroprezmolin

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