El cascabel y el gato

Desde el Palacio de Miraflores se percibe un pesimismo incrementado en las últimas semanas con un discurso agresivo, lleno de improperios y del eventual desconocimiento de un resultado adverso. Ha llegado a decir que “si se diera la hipótesis sesgada, transmutada, rechazada y sepultada (sobre una victoria de la oposición), yo estoy preparado políticamente y militarmente para asumirla. Y me lanzaría a las calles”.

El próximo domingo, venezuela irá a las urnas. Todo indica que la oposición va a triunfar en la elección de una nueva Asamblea Nacional. Sería el principio del fin del régimen autoritario de Nicolás Maduro, luego de 16 años de chavismo. Sin embargo, el descarado ventajismo gubernamental, la violencia política, la inhabilitación de dirigentes opositores y la posibilidad de un fraude han prendido las alarmas. Con sus recientes denuncias, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, ya le puso el cascabel. ¿Qué sigue?

Desde el Palacio de Miraflores se percibe un pesimismo incrementado en las últimas semanas con un discurso agresivo, lleno de improperios y del eventual desconocimiento de un resultado adverso. Ha llegado a decir que “si se diera la hipótesis sesgada, transmutada, rechazada y sepultada (sobre una victoria de la oposición), yo estoy preparado políticamente y militarmente para asumirla. Y me lanzaría a las calles”. La explicación de estos desvaríos radica en que todas las encuestas le dan a la oposición entre un 20 y un 30 % de ventaja sobre el oficialismo. En medio de este caldeado ambiente ocurrió la semana anterior el asesinato de Luis Manuel Díaz, un dirigente regional opositor, en medio de un acto de campaña en el que participaba Lilian Tintori, esposa del encarcelado líder Leopoldo López.

Ante este repudiable crimen, desde la OEA, a diferencia de lo ocurrido con anterioridad en el organismo regional, su secretario general emitió un fuerte comunicado condenando el hecho, pidiendo una pronta investigación y lamentando situaciones destinadas a amedrentar a quienes adversan al régimen. También pidió que los comicios no sean “un ejercicio de fuerza, violencia y miedo”. Quién dijo miedo. Maduro lo llamó “basura de la OEA”. Ante este hecho, Almagro ripostó en una misiva diciéndole que “Serlo (basura) sería ser indulgente con la muerte violenta, con las amenazas, con las razones del miedo; ser basura sería que no dolieran los muertos de Venezuela”, y le pidió al mandatario desarmar las bandas, “especialmente a aquellos que dependen del Gobierno o del partido del Gobierno”. Tiene toda la razón y vale la pena que los gobiernos de la región se solidaricen con lo expresado desde la OEA. En especial dado que Unasur, a través de su secretario general, Ernesto Samper, ha desempañado un papel vergonzoso hasta el momento con respecto a Venezuela.

Lo cierto es que el 6 de diciembre se juegan varias cosas esenciales para el futuro de los venezolanos.

En primer lugar, el disputarle al Gobierno el manejo de la Asamblea que ha sido controlada por el oficialismo. La trinidad de poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, mas los órganos de control del Estado, han tenido un manejo férreo desde el Palacio de Miraflores. Esta concentración excesiva de poder está amenazada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). En este caso se elegirán 167 diputados, con una mayoría simple de 84. Vale la pena recordar que en los comicios de 2010 la oposición obtuvo 65 escaños. Sin embargo, la lógica matemática no opera en este caso. Los diputados chavistas se encargaron de modificar los circuitos electorales del país, lo que en EE. UU. llaman “gerrymandering”, para asegurar que la oposición no alcance una de las dos mayorías calificadas, de 100 o 110 diputados, necesaria para aprobar los grandes cambios que requiere el país. De esta manera, y mediante una ingeniería compleja y hábilmente diseñada, los candidatos de la MUD, más fuertes en las zonas urbanas, necesitan alcanzar una cifra cercana al 60 % de los votos para obtener la mayoría simple. Vea pues.

Así las cosas, este domingo en la medición de fuerzas el chavismo puede sufrir su primera gran derrota en las urnas, luego de la del Referendo Constitucional de 2007. La grave situación de corrupción, de desabastecimiento, de inflación, de inseguridad y de creciente autoritarismo amerita un cambio a corto y mediano plazo en Venezuela. El electorado tendrá la palabra y el Gobierno deberá reconocerla.

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