EL CASO DE ÓSCAR AJA MARTÍNEZ, O LA MANIPULACIÓN DEL MIEDO Y LA ESPERANZA DE LAS VÍCTIMAS Y LA SOCIEDAD. El ESCUDO LEGAL CONTRA LA JUSTICIA INTERNACIONAL QUE PROTEGERÍA A LAS FARC

“Déjame descansar, Dios mío” grita mi sobrino de pánico en lo alto de su montón de días inútiles. “Déjame descansar en el día de descanso, cuando en tu templo empujé mi cuerpo sobre mi propia sangre, para alcanzar la salvación, pues sentía a mi agresor en las tinieblas de mis espaldas, y no podía correr.”

A mi sobrino lo dejaron parapléjico por querer  imponer las Farc una ideología; pero su tragedia no es ideológica; es vital, personal, permanente, solitaria, dolorosa, sin diálogo con escenarios políticos internacionales; no es poética. Desde hace diez años lo llevo clavado, como una espina del nazareno, en medio del alma. Así he ofrecido mi dolor.

El sábado 4 de septiembre de 2004, a las 6:30 de la tarde, Óscar Aja Martínez oraba con los ojos cerrados, confiado porque estaba en la Casa del Señor, el templo Alianza Cristiana, en Puerto Asís, Putumayo. Trabajaba como guardaespaldas del notario Jorge Santamaría. De pronto, cobardes encapuchados de las Farc irrumpieron en motocicleta; los disparos acabaron con la paz y santidad del lugar. Una bala rozó la cabeza de Óscar, se echó al piso haciéndose el muerto; pero al ver a su hija Dora de pie, se levantó para tirarla al suelo y protegerla; ese gesto de salvación lo delató; entonces  un guerrillero se acercó para rematarlo; le dio un tiro en la espalda que lo dejó parapléjico. Hubo 4 muertos, entre ellos una niña de seis años, y con Óscar 18 heridos. Su jefe quedó como un vegetal. El Pastor, José Moreno señaló: “A nosotros siempre nos amenaza la extrema izquierda  porque evangelizamos a los jóvenes para que no se vinculen con la guerra."

Esta es una de las miles de noticias generadas por los terroristas; para el gobierno y las Farc, Óscar es una cifra del costo del supuesto postconflicto; un olvido administrado por la indiferencia; pero para mí, para él y su abnegada esposa, Claudia Conrado, para su familia, Óscar no es una estadística, ni un olvido; así quisieran que fuera, porque las estadísticas y los olvidos no lloran, no sufren insomnio, no se quejan, no creen, no perdonan.

Hablé con él y le pregunté qué pensaría  de poder ir a La Habana como una víctima para confrontar a las Farc. Me dijo con su antídoto costeño de lógica concreta, risa, y mamadera de gallo: “No jodás, tío. Muchas gracias por la intención. Pero tendría que sufrir  una segunda humillación, una segunda muerte. Cuando uno queda herido es un despojo; sólo la misericordia de Dios nos salva a través de los que nos aman. Me imagino en La Habana con mis verdugos, sentados detrás de una mesa cubierta de manteles blancos, con vasos de agua, frente a los medios de comunicación y las cámaras, dando declaraciones, explicaciones, excusas; serían como las estrellas del show; los jueces, mejor dicho. Y, yo, la víctima, en mi sillita de ruedas, como el reo, empujando mi dolor, mi humillación; y no sólo eso, pues sería yo solo contra diez cabrones armados de prepotencia, rogándoles que me explicaran por qué quisieron matarme dentro de un templo; no quiero que me den cualquier respuesta estúpida que los favorezca. Y me imagino preguntándole también al Presidente Santos: ¿Por qué persigue internacionalmente a María del Pilar Hurtado por unas pinches chuzadas, que es el deporte nacional, y dialoga y les pone alfombra roja a mis verdugos a los que va a indultar? Y me imagino preguntándole a los medios por qué el reconocimiento de que son unos asesinos miserables se ha convertido en un ‘hecho histórico.’ Debería darles vergüenza, más bien. Y me imagino tomándome un tinto en la nevera bogotana, en la oficina del Director de El Tiempo para preguntarle por la editorial más infame que ha escrito en su vida.” Lo interrumpí: “¿Cómo así? “pregunté sorprendido. “Lea con cuidado la editorial ‘Las víctimas tienen la palabra’ (06.09.14) cuando escribe: ‘En un modelo de justicia transicional como el que plantea Colombia, nadie mejor que las víctimas para esclarecer la historia y ayudar a encontrar el equilibrio entre justicia y paz, lo cual también constituye un buen escudo ante los posibles reparos del acuerdo en la justicia internacional.’ Entonces a las víctimas se nos da la palabra, somos tenidas en cuenta, no porque haya misericordia en relación con nuestro sufrimiento, sino porque somos buenas como escudo legal ante la posible persecución de la justicia internacional contra las Farc y el gobierno. Si el editorialista dice que se cierran espacios a la impunidad, ¿cuál es el temor ante la justicia internacional? Él mismo duda que la guerrilla tenga verdadera voluntad de justicia. Por lo tanto somos utilizados para crear un simulacro de justicia.” Tuve que callar.

Me contó enseguida que en la Personería de Barranquilla estaba en una lista para conciliar con un plazo de 10 años, que la ley de víctimas la habían modificado, que vendría otro gobierno y haría otra modificación; es decir, que las Farc matan y el gobierno discute, eventualmente paga y los premia con curules. ¡Qué idiota nuestro gobierno!

Este es el ‘sapo’ sobre el que a menudo pienso y escribo, que me obliga a tratar de entender la hijueputez del comunismo, la estupidez mediática del ditirambo, para defenderme en el alma, sin echar bala, para no dejarme envenenar y poder hacer algo.

Me puse a pensar sobre el ‘muchas gracias por la intención’ de mi sobrino. Tenía dignidad, había renunciado al miedo, despreciaba a su agresor. Por 50 años el guerrillero barbudo, agresor, sin entrañas, con sus minas quiebra patas y tatucos ha sembrado el miedo entre los desprotegidos; pero, cuando perdonan vidas, declaran cese de hostilidades, ‘dialogan,’ hacen un favor, fungen de ‘intelectuales’ de la revolución, recogen el agradecimiento forzado, la simpatía, ceden para encontrar la aprobación que buscan en la opinión de los otros; entonces, mediante esa manipulación o guerra sicológica, establecen el binomio miedo – simpatía con el que influyen en los sectores mediáticos, económicos, políticos, intelectuales, y hasta religiosos. El Caguán fue el escenario del desfile de las élites que se sacaban fotos con los ‘temibles’ guerrilleros, dándose entonces la prueba del poder que ejerce la fascinación del mal, cuando se le experimenta desde la barrera, como en una corrida de toros.

Este ablandamiento de las élites nacionales por parte de la astucia comunista hace que se mantenga un espíritu de superficialidad, de optimismo fácil y despreocupado con respecto a su amenaza. Por ese motivo un presidente, del que predican ser neo liberal, no tiene problema en fungir de vedette marxista, pues su tercera vía no es sino un comunismo disfrazado. Ese agente disfrazado, Santos, es el que se utiliza para atraer a los indiferentes, los incautos,  hacia el apoyo de los propósitos ocultos de la estrategia comunista, utilizada universalmente, mediante el uso de una palabra ‘talismán’: paz, diálogo; así solita, sin calificativos; a esa palabra no se la puede examinar porque se acaba su embrujo. De ahí sus escuderos mediáticos.

Durante décadas el sometimiento al miedo de la sociedad civil llevó a muchos a la resignación, la huida; con las cajas de resonancia de columnistas y medios se aceptó la posibilidad comunista como parte del paisaje; cuando la justicia politizada se ensaña contra un gobierno u opositores, los terroristas se vuelven mediáticos, a las FF AA se las neutraliza con argucias jurídicas, entonces el simpatizante de una revancha social, debido a desigualdades exageradas o reales, se convierte en el apoyo de los depredadores de la libertad, la productividad y la creatividad.

Cuando la paz se utiliza como un talismán, en el sentido que de manera mágica todos los problemas se van a solucionar, entonces, en nombre de la paz y la armonía, se suprime la discusión y se acalla la verdad, especialmente de parte de los agresores; pero aquellos a quienes la paz beneficiaría, como los perros que velan, tienen que conformarse con los huesos que les tiren de la mesa; la discusión sin secretos se convierte así en el privilegio de los escogidos por el Presidente. Eso nos angosta la perspectiva, nos quita los principios, nos destruye los valores, nos condena al conformismo y a la pasividad. Nos estanca y atrasa porque nos impide el progreso intelectual, económico, político; y aún moral, porque sirve de acomodaticia justificación a toda conducta; esa estrategia comunista, antidemocrática, utilizada por el presidente nos vuelve enemigos. ¿Qué papel juegan las víctimas en ese escenario?

Óscar Aja Martínez no iría a Cuba porque su inocencia, su condición inerme, no serían tan atractivas como la de los delincuentes a quienes la sociedad y los medios prestan toda la atención. De las víctimas se burlaron en la Plaza de Bolívar, Santrich las despreció, el estado les mama gallo con el cambio de leyes que postergan el pago, aunque 6,5 millones hayan sido reconocidas. Por otra parte, se calcula que el costo de reparar a las víctimas sería de 55 billones de pesos  Si el presupuesto total de 2014 asciende a 203 billones de pesos y el 17,6% del total se dedicará a educación, el 11,6% a salud, 57,4% a gastos de funcionamiento, 22,2% irá para el pago del servicio de la deuda y 20,3% a inversión ¿En dónde está la plata para reparar a las víctimas? ¿Alcanzará con la repartición de tanta mermelada?

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